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Ojos de tabaco

 

EL DIARIO DE MARIO

Sept. 5

Hay una gran lámpara. Es de barro blanco o barbotina, descansa inútilmente en la esquina izquierda de mi mesa de dibujo. A su lado, o más bien, en frente, hay un vaso plástico de un verde nuevo y transparente, con tres bolígrafos recostados en su interior. Desde aquí parecen escopetas o canquiñas. Un poco más a la izquierda yace el teléfono, quieto, inocuo, mudo, sordo. A su derecha y como a tres pulgadas del vaso verde nuevo hay un encendedor de plástico azul, y es un azul que sólo puede ofrecer el plástico, el gatillo rojo como una lengua vanidosa, su etiqueta blanca le da cierta formalidad, cierto carácter. A mi derecha, o sea totalmente opuesto a la lámpara blanca y horrible, está mi teléfono celular que sufre de alzheimers,  mucho peor que su primo gris a medio metro. En el centro (por razones obvias) me ilumina el rostro la computadora en la cual vuelco mi  desesperada descripción. A cada uno de sus lados y aproximadamente ocho pulgadas más atrás retumban las dos bocinas que lamentan su situación tercermundista.

Frente a mi mesa de dibujo, justamente en frente y casi perfectamente centrado  me siento yo con los brazos extendidos, palpando teclas, escuchando lamentos, observando minuciosamente encendedores y lámparas, bolígrafos y teléfonos. Casi rozando mi codo, que se apoya en el borde de la mesa, se derriten los trocitos de hielo de mi trago de ron, que humedecen deliciosamente toda la insensibilidad y aspereza que llevamos en el codo, dejando gotitas frías (casi de rocío, pero la piel no acepta semejantes placeres), gotitas efímeras que conforman toda una geografía y/o topografía en el blanco fórmica que cubre la mesa. Y aunque me entiendo totalmente inútil me siento justificado en mi función de...

Sept. 9

Hoy moví la lámpara de barro hacia la derecha. Sigue siendo igualmente horrible, pero ahora me ofrece su idéntico perfil antes oculto. El vaso verde sigue en el mismo lugar, aunque los fusiles de tinta en su interior han ido rotando. Ayer escuché el teléfono gris sonar por primera vez. Fue un timbre ronco, confirmando mi sospecha de su ex-eterno letargo. Mi celular sigue sufriendo los mismos padecimientos, aunque de vez en cuando suelta chirridos de pajarito tuberculoso. El vaso con ron que antes me miraba de perfil está descansando en el fregadero a varios metros de  mi codo. En su lugar, o bastante cerca, hoy hay un empaque de un disco de Cesaria Evora, y ella misma ruge de las bocinas que parecen orejas de mi computadora. En la pared de la derecha, a la altura de mi rostro y a pocas pulgadas, descansa disecado un horario en papel blanco. Algunos garabatos con tinta azul y negra invaden la sobriedad de su contenido. Yo sigo en el mismo sitio, en la misma silla, pulsando las mismas teclas en la misma ciudad tras las mismas puertas. Hoy empecé a trabajar en el estudio. Una de las obras tiene cosas interesantes, la otra sigue esperando. Aquel gancho que me regaló la argentina sigue produciendo trazos vivos. Me parece delicioso el juego de palabras con "el gancho", y aún más por ser un gancho de pelo femenino (la esquina izquierda de mi mesa se ve tan vacía!). Hay una ventana justamente en frente, no me había percatado de su fuerte presencia, no sé cómo ni por qué. Hay una lagartija color ocre adornada con algunas vetas azules que parece escuchar lo que escribo. Asoma su cabeza con mucho tacto, sin intención de interrumpir descargas ajenas, sin saber que la mera presencia de dos ojos ya son una invasión atroz y más que suficiente.

Sept. 11

El sol se pone justamente frente a la puerta del balcón, razón por la cual hoy giré todo el juego de muebles de la sala noventa grados hacia la izquierda, de modo que el sofá grande queda justo frente a la ventana. Ya tengo nueve días en esta villa, y no me cabe duda de que podría pasarme una vida con pocas  visitas a la capital (sólo por motivos prácticos de adquisición de provisiones y materiales). Hoy hace un año del derrumbamiento de las torres gemelas. Nunca me pareció un evento fuera de lo común, no me conmueve, no me molesta.

Mi obra marcha bien. Hoy seguí con el gancho, realicé varias tintas en papel de acuarela. Algunos trazos de carbón sumamente simples, aguadas ligeras en el medio del papel con leves chorros provocados voluntariamente evocando la gravedad. El estudio comienza a coger forma, a sentirse mío. Pegué algunas notas de la investigación en la pared. Además coloqué algunos insectos muertos y forré las paredes de frases recolectadas en libros de historia. Durante las horas de trabajo en el estudio estuve leyendo a Derrida, y en uno de los descansos necesarios se me ocurrió jugar con un cactus que está ubicado a la izquierda de mi estudio. Tengo todos los dedos de ambas manos llenos de espinas, espero que no sean venenosas. Me gustó mucho una frase de Derrida, algo como que el espíritu necesita entrar en lo que produce y producir un discurso de eso que produce. Esas no son las palabras exactas, si mañana me recuerdo las apunto.

Sept. 12

Algo muy raro pasó esta mañana. Cuando regresaba a casa del estudio tomé la carretera en vez de regresar por el camino de yerba. Caminé un poco más de lo acostumbrado y mucho más lento. Cuando llegué al pasillo del edificio en dirección a mi puerta, sentí un olor a caramelo. Se hacía más fuerte mientras más me acercaba a mi pieza. Era un olor dulce, cálido y de un color miel de abeja. Al entrar a la sala no noté nada, pero a los poco minutos me percaté de que la lámpara volvía a estar del lado izquierdo de la mesa. Todo lo demás seguía intacto. Un gota de un líquido rojo, que asumo es sangre, reposa de lado izquierdo del vaso verde y nuevo. No me atrevo a limpiarla. Sospecho una broma, de mal gusto, pero  bastante creativa. Lo de la sangre me preocupa un poco (si  de verdad es sangre).

En la tarde bajé al pueblo. Compré mangos de muy buen olor, una piña la cual el dependiente del super tituló de “anormal”, algunas manzanas, melocotones, jugo de tamarindo y pan integral. Al pasar por una zapatería se me ocurrió que podría comprar algunas planchas de neolite para hacer una serie de xilografías. Ezequiel me dice que puedo imprimir en la prensa de la escuela de diseño y tengo papel suficiente para tirar  algunas pruebas.

Sigo pensando en la gota de sangre. Se veía fabulosa al lado del vaso verde. Algo de Miró. El bromista tiene sentido de color. Me preocupo aún más.

Sept. 15

Los dibujos comienzan a emerger del blanco. Cada vez más simples. Hoy he hecho una mancha sobre lienzo mojado y le he dibujado una percha de en la parte de arriba;  si Motherwell tuviera un traje!!

El linóleo que corte quedó bastante bien, se me fue la mano con algunos cortes, pero en general está bien.

Hoy encontré manchitas rojas en la mampara de la lámpara, no las noté antes, se ven bien, me asustan. También esta mañana noté la ruptura de algún bazo capilar en mi ojo derecho otra mancha, esta si certeramente de sangre, se expande como si sobre una superficie mojada, con los bordes difuminados por todo lo que ayer fuera blanco.

Parece como si alguien hubiera agarrado un gran cepillo y salpicara todo con gotitas rojas. ¿El mundo me tiene alergia y se llena de ronchas?

Sept. 16

Realmente ya no sé que hacer. Hoy todo apareció salpicado de rojo. Parece sangre, sabe a sangre… Descarto la teoría de un bromista (a menos que sea el bromista más persistente e invisible de la historia). Esta mañana saqué la bolsa de pan del refrigerador para preparar tostadas con huevo (quedan super bien con un poco de mantequilla de ajo y aceite de oliva). Todo el pan, y quiero decir “todo” el pan, estaba enchumbado de rojo (sangre?). El líquido viscoso goteaba por toda la cocina. Estuve muy cerca de vomitar y sumar más líquidos repugnantes al suelo rojo. Todo el día fue inexplicable.. no encuentro como digerir la continuidad de los hechos, mucho menos buscar nexos causales entre uno y otro.

¿El jugo?: rojo. Todo rojo, salpicado de rojo, bañado de rojo, y el maldito rojo goteando de cualquier parte, de todas partes, de ninguna parte.. me cago en la mierda coño!!

En uno de los cuadros recientes (uno amarillo con trazos grises en la parte inferior y “1942” escrito al lado de un recuadro negro) apareció otra mancha roja, y aunque le quedaba muy bien me sigue perturbando e intrigando su origen y procedencia… De mis dedos, de los de las manos, donde estuvieron las espinas del cactus de mierda, también andan manchitas rojas (aunque estas si están justificadas).

Le comenté a Elías y a María Isabel acerca de lo que me está pasando… me creen loco.. yo también me creería loco si no estuviera tan asediado por un reguero de salpicones rojos en todas partes, en cualquiera parte, desde ninguna parte….

Sept. 17

El mundo es un tipo sumamente cabrón y alérgico.

El mundo está todo hinchado y enrojecido.

¿Es el mundo es alérgico a mi?

Que hijo de puta el mundo éste…

Sept. 18

Anoche volví al estudio. La mancha roja en el cuadro sigue ahí, aunque contrario a lo que esperaba, no hay manchas nuevas. Quizás el mundo es un bicho que crece y le salen espinillas, o una fruta que madura, o una mujer que se excita.

Hoy he hablado con Ezequiel acerca de las manchas, claro que todo en situaciones hipotéticas.. Lee parece interesante la imagen, me sugirió que escriba un cuento… El goteo rojo sigue igual por todas partes, pero nadie más lo puede ver, lo que me lleva a pensar que yo debo estar alucinando, el problemas está radicado dentro de mi. Entonces tal vez no es el mundo el que es alérgico a mi, quizás yo soy alérgico al mundo, o a otra cosa… A lo mejor estoy contaminado de algo…

Por la tarde me pasé largo rato en el río. La temperatura era perfecta, una brisa suave lamía todo, el aire arrastraba bolas de algodón y la boca se me llenaba de sensaciones redondas. El agua seguía de ese color ocre amarillento, que aunque no suele ser el color que esperamos del agua, visualmente era maravilloso. Los turistas seguían su paseo en el falso bote del siglo XIX, todos con el monstruo fotográfico colgando del cuello, como una extensión de sus cuerpos.

Varios cangrejos me miraron por largo rato. Cangrejos amistoso.. ninguno era rojo.. aunque uno de ellos, el más grande, portaba un coloración “rojiza” en una de sus muelas.

En algún momento todo se fue al carajo. Apareció un ejército de mosquitos y volvieron las manchas. Esta vez en mi piel y dolorosamente justificadas.

Sept. 21

Sigue lloviendo rojo.. vuelven los aguaceros de tinta o de sangre… no sé donde meterme, no sé qué hacer, no sé qué comer, sigo vomitando.. no puedo beber nada.. todo me da asco, todo está escarlata.. ¿Habrá cambiado el color de mi sangre?

Sept. 23

Me dan unas ganas enormes de entrarle a mordidas al cactus frente al estudio. Es ilógico. Sé que me llenaré las manos y la boca de espinas, pero el sentido común no puede con los instintos, me dan ganas de morder el cactus. Es otro tipo de hambre, no en la barriga pero en los dientes. Siento la necesidad de sentir la masa del cactus aplastarse entre mis hileras dentales. Me voy a cagar de espinas.. lo sé.. pero tengo que morder el cactus, sus grandes orejas verdes, y sus flores magenta, sus grandes orejas y sus flores, sus grandes orejas y sus flores, sus grandes orejas y sus manchas casi rojas.

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