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-Mario y sus advertencias
-Las galletas
-El bautismo de Mario
-Las fotografías
-Mario y sus proyectos
-Los poemas que espantan
-Rafaella
-Glooning
-Varias formas
-Mario y sus nostalgias gastronómicas
-El sacerdote
-No sé a qué se refiere, señora
-El diario de Mario
-Los amigos de Mario
-Lo perfecto que somos
-Mario y sus rabias
-El muerto
-La antítesis de Mario
-El amigo imaginario de Mario
-Del otro lado
-Mario y sus pesadillas
Ojos de tabaco

 

MARIO Y SUS ADVERTENCIAS

Estimado lector:

Ante todas las cosas nos presentamos de forma completa e irrompible. Y entonces es cuando nos damos cuenta de que no vale nada caminar con la cabeza hacia arriba y el pecho como asta de bandera enlutada.

Varias veces me he percatado de lo complicado que se me hace vivir en comunidad, no es que no trate, si no que se me es tan difícil como tocarme los ojos con el codo.

Si a usted amigo lector, le pasa algo similar, entonces, la próxima vez que se vea (usted) rodeado de esos seres bípedos tan peligrosos, acuérdese que también posee usted, aunque a primera vista no lo crea posible, la maldad para desmenuzar la piel y corroer con los filos de su boca al prójimo o el prójimo del prójimo.

Fíjese (esa próxima vez), pero fíjese atentamente, exactamente en la pupila del que tiene en frente, y trate de darse cuenta de las pequeñas protuberancias que le salen como cuchillitos amistosos.

No se desanime si al primer intento no los ve, porque son sutiles puntitas que se (camuflaban) camuflan dentro de las manchitas del ojo como insectos bélicos, y puede que a la mirada inexperta se le confundan claros y confusos.

Si lo desea puede practicar un poco con su espejo, y contar todas sus puntitas, las de usted, siempre de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo, por que así lo dicen las leyes de los buscadores de puntitas. Si en un espécimen encuentra usted la rareza de que no tiene puntitas, -claro que asumiendo una búsqueda meticulosa y con toda certeza-, entonces corra, huya despavoridamente hacia el arroyo o el lago o mar o río más cercano y tírese de cabeza con las palmas sobre los ojos (y cuente) contando hasta treinta y dos treinta y dos veces, úntese un poco de sávila en el pecho, asegurándose que le cubra la tetilla completa y rece porque no le apunten ese ojo lleno de tanta compasión hacia el suyo.  (Y) ése es el truco, huirle a la compasión, pues es más feroz y mortífera que cualquier espinita en el ojo y que cualquier puñal o lengua filosa. Intente a toda costa huirle a la compasión y a la tolerancia, pues sin duda alguna, son madres de la mediocridad y la paz de los muertos.

Mi recomendación sería, y tenga en cuenta mi enorme experiencia en el campo, que intentara alejarse los más posible de los susodichos bípedos, ya que son engañosos y pretenden sumarse toda su pureza. Para cosechar mejor sus puntitas propias, valga la redundancia, mi consejo sería dibujar sobre una hoja de guayaba una representación de sus pupilas, aunque sean dos bolitas negras u oscuras, y guardarlas en los bolsillos de su pantalón, asumiendo que tiene usted uno, y entonces salir corriendo y gritando a todo pulmón:

“Que vivan los rabiosos!!”

Att. Mario Dávalos

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