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PERCEPCIÓN DE LA DOMINICANIDAD EN EUGENIO MARÍA DE HOSTOS

Amable Rosario, S.J.

 

INTRODUCCIÓN

A través de nuestro accidentado proceso histórico, la dominicanidad se ha percibido —y ésto es algo paradójico—, como una antinomia: como una afirmación de lo negativo. Esto se debe a que cuando la nacionalidad empezaba a despertar, ser dominicano era ser anti-haitiano. Después ser dominicano equivalía a ser anti-español y, más tarde, y aún hoy ser dominicano significa ser anti-norteamericano.

Hay pocos estudios, por no decir ninguno, que nos digan de manera sintética y esquemática cuáles rasgos o cuales características son las que se pueden catalogar de típicamente dominicanos. Reconocemos que éste es un trabajo difícil porque la nacionalidad no está constituida de rasgos fijos e inmutables.

Tampoco creemos que se podría describir la esencia de la dominicanidad. Esto nos llevaría a una discusión filosófica que nos remontaría a hacer una serie de distinciones y precisiones que nos hartan caer en el mundo de las ideas y como resultado obtendríamos una definición de la dominicanidad puramente teórica y por tanto idealista.

Sin embargo, el dominicano es un ser existente y real. Es un hombre con cualidades y defectos. Cada uno, como hombre, es un individuo irrepetible, por tanto, la sociedad que es la integración de esos hombres, también se hace irrepetible. Pero es obvio que así como el hombre tiene una "memoria 'y una "conciencia " que le dan unidad a lo largo de su vida, así también las sociedades, los pueblos, las naciones, tienen una "historia" y ciertos "rasgos" que se van perpetuando en el tiempo dando las “características " típicas de esas naciones, pueblos, o sociedades.

Nuestro trabajo "Hostos y la percepción de la dominicanidad" se centra precisamente, en esos rasgos y características que el "Maestro" describe como propios de la idiosincrasia del dominicano.

Su amor por nuestra patria, le lleva a escribir sobre ella, aún sin conocerla. Por las referencias que tenía, creía que la República Dominicana era una gran nación y en su ideario político pensaba que ésta le podía servir de pedestal para llevar la independencia a las demás Antillas. Pero cuando nos visita comprende que la nacionalidad dominicana es tan débil que apenas si puede resistir como noción jurídica. Sobre esto trabajamos: Hostos considera que Santo Domingo posee rasgos que pueden consolidarse y forjar una gran nacionalidad y a esto dedica gran parte de su vida, a la formación de los nombres completos" que sean capaces de crear esa gran "nacionalidad"...

"Y entonces podrá llegar el suspirado día en que Este y Oeste, Oeste y Este, formen con Norte y Sud los puntos cardinales de la que algún día será una gran Nacionalidad".

Eugenio María de Hostos fue una figura excepcional en la América de su tiempo. Su vasta formación y su consagración a sus ideales, lo hacen levantarse sobre todas las mezquindades y su mirada se centra en la liberación de las Antillas y de todo el continente americano.

Pero antes que pensador contemplativo, Eugenio María fue un maestro y un apóstol de la acción. Su acción surgía como fruto de reflexiones serias y profundas sobre la evaluación del medio ambiente. Hostos, además de maestro y apóstol, es sociólogo, y en su calidad de sociólogo estudia la sociedad dominicana. Esto hay que tenerlo presente, ya que él toma para sí el método de trabajo de la sociología[1].

Antes de empezar a hablar de su percepción de la dominicanidad hay que hablar de su concepción de la nacionalidad, ya que aquélla vendrá en función de ésta y basada en su cosmovisión sociológica.

a) Concepción de la nacionalidad:

Los múltiples significados que se dan a los términos nación y nacionalidad muestran hasta hoy el estado primitivo en que se halla la ciencia social en este aspecto taxonómico. Las definiciones dadas por los diferentes autores varían considerablemente desde las francamente místicas a las empíricamente erróneas.

Por otra parte, según lo que nos dice Sorokin, es evidente que no existe unanimidad en el empleo del concepto de nación. Casi todas las definiciones esquivan el problema acerca de si la nación ha sido un grupo multivinculado específico que ha desempeñado un importante papel histórico o no[2].

Sea como sea, el mérito que atribuimos a Hostos en cuanto a su definición de la nacionalidad, está precisamente en que a pesar de que en su tiempo la sociología era una ciencia en embrión, él supo definir lo que el consideraba una nacionalidad desde un punto de vista que es hoy aceptado por la sociología ya más sistematizada.

Así, Hostos propone su definición de nacionalidad haciendo, primero, una distinción entre nación y nacionalidad. En esta distinción queda claro lo esencial en ambos conceptos: la nación es de institución jurídica mientras que la nacionalidades de institución natural. Y en segundo término, nos pone lo que él llama los "materiales de construcción" de una nacionalidad:

La nacionalidad es de institución natural; la nación es de institución jurídica. La geografía, la historia, sobre todo la etnología, la ética misma, concurren a la formación de la nacionalidad, en tanto que la nación puede constituirse aún contra los elementos éticos, étnicos, históricos, y geográficos[3].

Pero como Hostos vive para su Antillanismo y tiene como misión la unificación de las Antilla, la confederación antillana, su definición de la nacionalidad es tan amplia que engloba a todas las islas antillanas:

En las Antillas mayores hay un esbozo de nacionalidad; y de una nacionalidad tan natural, por inasequible que hoy parezca y aún por invisible que sea a tardos ojos, que en ninguna otra ha hecho la Naturaleza tanto esfuerzo por patentizar su designio. Cuba, Jamaica, Santo Domingo, Puerto Rico no son sino miembros de un mismo cuerpo, fracciones de un mismo entero, parte de un mismo todo [4] .

Como se ve, a Hostos no le interesa hacer relucir la nacionalidad de un país en particular. En todo momento busca darle a sus ideas ese tono de hermandad, de fraternidad americanista y especialmente antillana. Por eso su concepción de la nacionalidad es una concepción amplia. Por esto también los elementos constitutivos de su definición de la nacionalidad son los elementos típicos de las diferentes islas antillanas:

Geológicamente, son el mismo pedazo de la misma costra continental, fraccionadas por la misma convulsión. Geográficamente , son las misma porción de territorio en casi los mismos paralelos. Físicamente,- tienen la misma estructura, el mismo sistema de montañas, los mismos climas, con la misma distribución de relieves y las mismas zonas agrícolas, industriales y comerciales. Históricamente el mismo pasado antehistórico, la misma procedencia colonial, parecidos sucesos, o los mismos, derivados de los mismos motivos de existencia. Étnicamente, la más sencilla combinación que hay en América; una misma variedad caucásica como fondo, y el mismo derivado etíope como accesorio. Éticamente, las mismas tradiciones religiosas, políticas, económicas y administrativas, produciendo los mismos usos y costumbres, o más bien, la misma falta de costumbre[5].

Su concepción de la nacionalidad de una concepción naturalística. Responde a sus ideales. Pero como hombre profundo sabe que no vale, que no basta el que la naturaleza haya puesto los elementos necesarios, hace falta que el hombre tenga conciencia de ellos. Hace falta que la fuerza de la inteligencia del hombre ponga todo su empeño en organizar y en hacer explícito lo que la misma naturaleza ha puesto de manera latente:

El grupo que constituye es tan homogéneo, que para ser en la historia lo que son en la geografía, les bastará organizarse según Naturaleza, obedecer a la Naturaleza, constituir políticamente la clara nacionalidad que intrínsecamente constituyen[6].

Queda claro que para Hostos el concepto de nacionalidad debe aplicarse para todas las Antillas. Por tanto, nuestros nacionales no serían dominicano, puertorriqueño o cubano, etc., sino, que todos tenemos una sola nacionalidad: somos antillanos.

Desde esta perspectiva Hostos mira nuestra nacionalidad como algo que está por encima de cada uno de nuestros países, pero, sin embargo, no era tan idealista como para llegar a la utopía. En el fondo él sabía bien que ésto era demasiado etéreo. Comprendía más que nadie, que nuestros hombres, en su mayoría, eran más bien hombres prácticos y que por tanto, eran incapaces de ver más allá de lo inmediato. Por esto él tratará de luchar por dar conciencia, por formar al hombre completo.

En su formación del hombre completo ve que hay que fortalecer los vínculos de la unión, que hay que organizar los elementos de nacionalidad por medio de una toma de conciencia a la que se llega por medio de la reflexión y que para lograrlo hay que empezar trabajando con lo que se tiene. Por eso Hostos trabajará en la República Dominicana. Porque ve en ella un grupo multivinculado, no del todo solidario y casi cerrado, que tiene en su constitución natural la combinación de esos diversos vínculos que son los que él pone en su definición.

Pero lo más importante para él es que ese grupo, para decirlo con palabras suyas, esa sociedad en formación, está desempeñando un papel importante en los procesos socioculturales y más que nada en los procesos de su liberación. Por eso corresponde a la República Dominicana la iniciativa de fomentar ese espíritu de nacionalidad antillana.

Ahora bien, ¿a cuál de las Antillas corresponde la iniciativa de esa obra, y cuál de las tres dispone de los recursos que sólo da la independencia? Necesariamente ha de ser la única de las tres que es independiente[7].

De aquí concluye Hostos, como sociólogo, que hay que estudiar y trabajar en la República Dominicana. Viene a Santo Domingo y empieza su gira. Visita las diferentes regiones del país, según el mismo narra en diferentes artículos que recoge Rodríguez Demorizi8 [8] .

De estos viajes va sacando una rica experiencia que va dejando atrás todas las ideas románticas que había oído a los dominicanos exilados en Puerto Rico. La realidad dominicana le va mostrando algo diferente de lo que esperaba. Se encuentra con una sociedad en formación, con un reducido conglomerado humano que a pesar de la distancia en que viven los que lo forman tiene una cierta homogeneidad cultural, pero sin uniformidad. Halla una cierta simpatía y cooperación con relación a hechos y acontecimientos que lesionan el bien de todos. Ejemplo: contra los haitianos en la independencia y contra los españoles en la Restauración. Pero nota que pasados estos momentos de peligros se vuelven a sumir en el regionalismo y en la inconciencia.

El Maestro no lo ve todo negro. Hay algunas instituciones fundamentales que se pueden salvar. Hay varios vínculos de unión: el lenguaje, la religión y en cierto sentido el sistema político, la organización familiar y más que nada un vago sentimiento de nacionalidad.

De acuerdo con esto, Hostos no encontró la nacionalidad que soñaba. Por tanto, al hablar de la percepción de la dominicanidad en Hostos, habría que hablar de esos elementos que pueden desembocar en una nacionalidad. Para él esos materiales de construcción están dormidos en el pueblo dominicano, porque éste tiene poca conciencia de comunidad como lo revela su regionalismo y su exclusivismo individualista:

La esencia de la nacionalidad es el sentimiento del "nos". Los miembros de una nacionalidad sienten que entre ellos hay un nexo de simpatía diferente de la que experimentan hacia los miembros de otra. Desean compartir una vida común. Este deseo puede ser no consciente, pero en la medida en que existe sirve para dar realidad a la nacionalidad[9].

Efectivamente Hostos no encontró una conciencia clara de lo que era una nacionalidad. De esto nos habla y contra esto será su lucha.

No encontraremos en él, en orden sistemático, lo que pensaba de la nacionalidad dominicana. Como es obvio, esto hace más ardua y difícil nuestra labor ya que nuestra exposición tiene necesariamente que basarse en sus opiniones vertidas en diferentes lugares de sus escritos y discursos. Basados en esto, vamos a exponer algunos de los rasgos más característicos que Hostos nos presenta:

b) "Materiales de Construcción": Rasgos típicos dominicanos. 1.- Conciencia de conglomerado:

De acuerdo con su concepción Hostos reconoce que en la Dominicana existe un vago sentimiento de nacionalidad. ¿Por qué decimos un vago sentimiento? Porque de acuerdo con sus escritos Hostos hace relucir lo débil que es la conciencia de nacionalidad que existe entre los dominicanos.

Para él la conciencia nacional se despierta con el grito de independencia del 27 de febrero. Políticamente hablando, los hombres de febrero no hicieron más que despertar una nación dormida[10]. Pero desde ese momento esa conciencia nacional irá evolucionando. Se irá haciendo más patente, y los dominicanos desde los más instruidos hasta los más humildes van tomando conciencia hasta que esta llega a un punto culminante, que según Hostos es el único hecho un poco consciente de la sociedad dominicana:

En cuanto a la evolución social, aun mal encaminada como va, la evolución que subsiguió necesariamente al alzamiento, de veras popular, del 63, ha sido tan considerable, que se puede considerar como la única evolución un poco consciente que ha hecho la sociedad dominicana[11].

Para Hostos las luchas restauradoras son las que dan una verdadera conciencia nacional al pueblo dominicano. Para él la nacionalidad dominicana nace en estas luchas restauradoras. Aquí es donde el pueblo, según él, tiene un cambio absoluto de personalidad, ya que esto fue lo que se quiso hacer al cambiar la independencia por la dependencia y ¡a vida propia por la vida prestada[12]. Pero no, hubo una razón nacional, y esa razón nacional supo mostrar que puede existir una nacionalidad aunque ésta no tenga autonomía política. Esto fue lo que se dio de hecho cuando los miembros del conglomerado social existente sintieron un fuerte nexo de unión entre ellos y el imperativo existencial que les impulsaba a luchar por la vida:

Por debajo de aquella masa incoherente, a la cual por incoherente se pudo anexar impunemente, había una entidad dotada de extraordinaria fuerza biológica que conoció el peligro de su vida, que se conoció condenada a muerte, que quiso vivir, que no quiso morir, y que al protestar con la fuerza del derecho y de las armas contra la fuerza del engaño y del poder, por primera vez dio cuenta de si misma, se reveló a sí misma, y se reveló al mundo. Esa identidad ignorada del mundo y de sí misma, era un pueblo, era la nación[13].

El mismo Hostos nos dice que los males que España causó al pueblo dominicano se le pueden perdonar ya que por ellos éste tuvo que tomar conciencia de sí mismo. Considera los males de la anexión como el precio que tuvo que pagar el pueblo dominicano para adquirir conciencia de nacionalidad. En sus escritos Hostos no deja de hablar del hecho de la Restauración como del hecho cumbre en la historia nacional, enfatizando la toma de conciencia popular:

Si entonces no hubiera habido una razón nacional que reflexionara la muerte que había en la anexión, una conciencia popular que sintiese hondamente el remordimiento de aquel abominable parricidio, un recóndito sentimiento colectivo del deber de morir libres antes que vivir esclavos, aquí hubiera sido la República Dominicana[14].

La conciencia nacional es lo que hace que el pueblo triunfe de España. Esto es lo que lleva a Hostos a decir que el 27 de febrero y el 16 de agosto tienen igual trascendencia en la historia de este pueblo. Porque ambos afirman la misma voluntad y la misma conciencia nacional[15]. Sin embargo, mayor día, día máximo, es el 16 de Agosto, día del más vigoroso esfuerzo que ha hecho la nación dominicana[16]. Pero lo mas importante es que estas fechas recuerdan la misma hambre y sed de independencia que ha tenido siempre el pueblo dominicano. Son más que un recuerdo, una seguridad, de que, mientras el pueblo dominicano sea lo que fue en febrero de 1844, y en agosto de 1863, producirá hombres capaces de libertarle del yugo que le haya impuesto la falacia del extranjero o la malicia de sus propios hijos[17].

Hostos se da perfecta cuenta que lo que ha contribuido al aglutinamiento de los dominicanos son las luchas contra el pueblo haitiano. Hostos, siendo imparcial, nos revela dos aspectos de esas luchas: uno negativo, para ser consecuente con la sociedad de su tiempo, y otro positivo según su punto de vista. El aspecto negativo consiste en el daño que en estas luchas padecieron la familia, la propiedad y el progreso de las ideas. El aspecto positivo, sin embargo está en el campo de la política ya que los haitianos ayudaron a borrar la diferencia de castas y la idea y la costumbre de una noción de autoridad privilegiada.

Con esta reflexión empezamos a encontrar en los escritos de Hostos, una serie de consideraciones en las que éste deja ver que los dominicanos sólo tienen claro la dominicanidad cuando se enfrentan los valores y principios contra los principios y valores de los haitianos. En uno de sus artículos refiriéndose a los iberoamericanos los cataloga de más españoles que Buceta. Sabemos que Buceta fue una figura destacada por su españolismo en Santo Domingo, y por otra parte, ese dicho suyo suena a nuestros refranes alusivos a este personaje.

Mas, sin embargo, con esto Hostos empieza a dejar claro que los dominicanos, a pesar del 27 de febrero y del 16 de agosto, siguen siendo afectos a los españoles, siguen queriendo mantener las constumbres y los hábitos- españoles.

Por otra parte, Hostos ve que hay una especie de renacimiento nacional, una nueva fe, deseos de progreso, de construcción, pero más que nada se queja profundamente porque ve que la dominicanidad es más bien españolismo. Según él: la sociedad dominicana vive aún la misma vida de la colonia[18]. Ve que no se ha edificado en el alma del pueblo ese estado de conciencia que es el fundamento de la libertad jurídica[19].

Sus conclusiones son bastante evidentes. Como resultado se tiene a una pobre sociedad que no sabe ni ha aprendido a saber sus verdaderos intereses[20], una sociedad que vive sin olvidar el exclusivismo colonial español. Esto, como es natural, desespera a Hostos, porque él no comprende cómo todavía en 1884, a 40 años de la independencia y a 19 de la Restauración, el pueblo dominicano sigue considerándose español, esto lo hace lanzar un grito de rompimiento con España.

La República no podrá considerarse civilizada, ni aún en vías de concienzuda civilización, hasta que haya empezado a poblar del modo más expansivo su territorio despoblado; hasta que haya sabido poner en producción todas sus fuentes de riqueza natural; hasta que haya fundado un sistema racional de rentas, que le consienta establecer sin restricción el libre cambio universal; hasta que educada por el libre cambio de productos, adopte el libre cambio de ideas, y olvidando el exclusivismo de España, que aún conserva, abra de veras sus puertas a los hombres de todas procedencias, de todas las religiones, y abra su alma a todos los efluvios del pensamiento humano[21].

Todo esto es lo que en definitiva produce la ignorancia de lo que es la república: La ignorancia de las condiciones propias de la vida dominicana, y del que debe ser objetivo de la vida dominicana, la ha desviado tanto de su objeto, que cuando éste se presenta parece imaginario, ilusorio e inaccesible[22].

2.- Características de nuestras gentes:

En este aspecto concerniente a las características de nuestras gentes hay que tener presente que Hostos no visitó todo el país, pero, sin embargo, viajó por las diferentes regiones llevándose hondas impresiones de éstas. Aquí vamos a exponer algunos de los rasgos mas típicos del dominicano y, sobre todo, los rasgos que más impresionaron a Hostos.

En sus escritos Eugenio María de Hostos nos habla del dominicano describiéndolo como buena gente de pueblo y de campo como gente sencilla y encantadora[23]. Pero entre las cualidades que a él le llamaron la atención están la hospitalidad, el servicio, el desinterés y sobre todo la espontaneidad:

La buena gente, la sencilla gente aquella!... Son hospitalarios como indígenas; serviciales, como aquellos generosos señores de la tierra, a quienes el Descubridor debió las pocas bondades que recompensaron su heroísmo[24].

Nos habla Hostos de una hospitalidad incondicional. Después de la hospitalidad de la casa, la hospitalidad del hogar, distinción con la cual expreso la benevolencia cordial de aquella familia...[25]. Lo que Hostos quiere hacer resaltar es la sociabilidad, el civismo y la cortesanía, cualidades éstas que lo confunden y que en Baní lo hacen exclamar y a la vez preguntarse de dónde puede salir tal cultura:

¿De dónde ha podido salir esta cultura general tan espontánea, tan superior a la de muchísimas ciudades, que presenta inopinadamente convertida en costumbre la civilidad, la cortesanía en la ley, la buena conversación en el hábito, los actos más delicados de sociabilidad en norma común, la afabilidad digna y reservada en distintivo, no individual, como sucede en donde sucede, sino en constitución regional?[26].

El pueblo dominicano es hospitalario, sencillo y generoso; amante de su patria y decidido defensor de ella; necesariamente laborioso, porque es enérgico; orgánica, instintivamente capaz de la más positiva de las virtudes económicas, el ahorro, porqué es sobrio y temperante[27].

Hostos tenía la impresión de que el pueblo dominicano era sobrio, laborioso, activo y hábil para el trabajo. Por esto tenía la esperanza de que éste llegaría a constituir una gran nación.

Sin embargo, cuando habla de su visita a San Cristóbal nos narra sobre la pasividad de algunos de sus hombres. Esta pasividad parece que la había notado en otras regiones, y la pone como un carácter típico de los pueblos que han sido formados por España y Turquía. Estos han transmitido ese carácter a los pueblos que ellos han formado o subyugado[28]. Pero el obstáculo hay que salvarlo. Hay que tratar de favorecer el espíritu de empresa en los dominicanos[29], porque el espíritu de pasividad, de poca iniciativa no mengua el espíritu de asociación:

...Con tan poca iniciativa nacional, en donde no hay fuerza alguna que cohíba deliberadamente la iniciativa individual, en donde la iniciativa social está de continuo abarrerada por la voluntad discrecional del manejador del poder público tiene un espíritu de asociación que ha sobrevivido a todas las coacciones[30].

A Hostos le ha llamado de tal modo la atención este hecho de la falta de iniciativa que, como sociólogo, empieza a buscar las causas de esto. La primera que encuentra es la heterogeneidad de la población. Otra causa, según él, es el clima, la educación y más que nada la "tradición", pero para él la causa principal está en que el dominicano tiene "el hábito de someterse a los mandatos de la fuerza bruta, y acaso más que por nada, por la misma fatalidad de su estado social, no hace nada por salir de su marasmo"[31].

Otra falta considerable que encuentra el Maestro en el carácter del dominicano es la falta de reflexión y en consecuencia el modo anárquico de vivir. Según él la República estaba muriéndose de falta de razón en sus propósitos, de falta de conciencia en su conducta, y no se le había ocurrido restablecer su conciencia y su razón[32]. Esto lo hace decir más adelante:

La anarquía, que no es un hecho político, sino un estado social, estaba en todo, como estaba en las relaciones jurídicas de la nación; y estuvo en la enseñanza y en los instrumentos personales de la enseñanza[33].

Por todo esto no es extraño que más tarde escriba acerca de los dominicanos: Hasta en la tumba irreflexivos, hasta en la tumba injustos[34]. Él conoció una sociedad dividida. En su tiempo vivíamos bajo una continua tirantez entre los Partidos Rojo y Azul. Pero aunque se fija en estos aspectos negativos, Hostos más bien elogia la república, la defiende, su pluma estaba al servicio del país, por esto no dejará de consignar que el dominicano es un modo turbulento de ser y no ser-.

Ni aún después de consumidos por la tumba perdemos los dominicanos nuestros hábitos. Quien sabe si, por ese turbulento modo de ser y no ser, hacemos tanto para tan poco -y suspiró- y tan poco cuando tanto importa hacer mucho[35].

Este nos parece un rasgó muy típico dominicano. Nunca nos comprometemos. Siempre nadamos entre dos aguas. Nuestros campesinos, aunque sencillos pero con una gran visión filosófica de la vida, han encontrado una fórmula interesante que ilustra esa afirmación hostosiana. Han encontrado una expresión intermedia entre el sí y el no, para evadir todo compromiso: ésta es el "unjúu".

Por otra parte nos pone de manifiesto que la sociedad dominicana está en formación. Que es un pueblo sin un tipo étnico definido y sin una civilización determinada. La característica principal es que se está tratando de romper con los moldes de las organizaciones inferiores. Sin embargo, hay una especie de secreto respeto de sí mismo que en todos se impone, y a veces exige la consideración para todos[36]. Hostos alaba también el espíritu de cooperación que se presta indistintamente a la comunidad en gobierno y en servicios públicos a la municipalidad.

El Maestro encontró la creencia de que los dominicanos éramos incapaces de gobernarnos. Pero él estaba convencido de que ese juicio no era exacto, y nos da prueba de la falsedad del mismo. Los dominicanos también se creían incapaces para la libertad. Parece que este sentimiento de inferioridad y de incapacidad viene desde muy atrás, recordemos que esos mismos sentimientos hacían olas desde el nacimiento mismo de la República:

Del consentimiento de gobiernos tan horrendos ha nacido la creencia de que los dominicanos son incapaces de constituir un gobierno regular. La prueba de que ese juicio no es exacto la dan los que, en la alborada del nuevo día, constituyen una asociación que tiene por ideal la civilización completa...[37].

3.- Religiosidad:

Hostos habla de la religiosidad del pueblo dominicano, como de algo que vive profundamente. Él le llega a llamar sentimiento fundamental de la naturaleza humana[38]. Así nos narra las calamidades que está pasando el pueblo de Baní para construir su iglesia. Según él la iglesia es como el hogar para los descendientes de los españoles: No tener iglesia entre los benditos hijos de España en América, es casi lo mismo que no tener hogar[39].

4.- Regionalismo:

De lo primero que Hostos cae en la cuenta a su llegada a Santo Domingo, es del profundo regionalismo que existe en el país. El regionalismo es una tendencia nacional que favorece a la desunión de los miembros integrantes de la nacionalidad. Hostos, precisando más sus términos dice: la tendencia enfermiza del país. El país se le presenta enfermo, “enfermo de un mal tan peligroso para el porvenir de la Patria dominicana"...

Contrarrestando este mal es cuando él saca su definición de lo que debe ser y significar ser patriota para los dominicanos:

Es grave el mal: santa virtud y más santo deber es el patriotismo; pero patriotismo no es eso. Patriotismo no es exclusivismo, sino INCLUSIVISMO[40].

De acuerdo con su modo de ver las cosas, el patriota no excluye. No debe restar sino que debe sumar, multiplicar e integrar. No debe disminuir los méritos de sus hermanos. Esta situación de división entre las diferentes regiones del país lo llevan a lamentarse, porque éstas hacen ver a los compatriotas, no ya como hermanos, sino como adversarios:

Es lamentable estado moral el de un país, en donde el reconocimiento público de méritos en una de las fracciones de su suelo es impopularidad en las fracciones restantes[41].

Como consecuencia del regionalismo enfermizo, Hostos propone la lucha por la homogenización. Aquí está el por qué él cree que la nacionalidad dominicana es muy débil aún. Todavía los elementos que constituyen una nacionalidad no se han consolidado. Pero cuando esto se logre, la nacionalidad dominicana será una gran nacionalidad:

Secunde y sirva a los que queremos una patria dominicana tan homogénea, tan adherente en sus varias partes, tan una, que Norte y Sud, Sud y Norte, no sean más que articulaciones del organismo nacional.
Y entonces podrá llegar el suspirado día en que Este y Oeste, Oeste y Este, formen con Norte y Sud los puntos cardinales de la que algún día será una gran nacionalidad
[42].

III.- Reacción de Hostos

Ante una situación tan difícil, un país dividido por el regionalismo, ante una falta de conciencia nacional sobre el estado de la patria, una familia y sociedad en formación, pero todavía en estado de barbarie, Hostos ve que este suelo no puede servirle para plantar sus ideas. De aquí que su reacción sea la de entregarse de lleno a la construcción de su obra: la formación del “hombre completo":

El poderoso pensador que era Eugenio María de Hostos se revolvió contra esa barbarie de los pueblos americanos y sentó como pie inicial de una verdadera, de una puntual libertad, la consigna en que apostólicamente hizo arder su existencia, de punta a cabo: enseñar a pensar al Continente[43].

Así su segunda visita al país se caracterizará por su actividad educadora. Fundada la Escuela Normal, funda por fin, en 1888, la Escuela Nocturna para la Clase Obrera, y publica ese mismo año su libro "Moral Social" presionado por sus discípulos, como él mismo reconoce en el Prólogo" [44] .

A ese afán de formación del hombre completo, dedica toda su vida y toda su energía. Su definición del hombre completo es que este tiene que ser el guía, el líder, el hombre completo es aquel que engendra hombres a su paso"[45]. Y porque tiene bien claro esto en su conciencia, se le oye exclamar en un momento de desesperación, cuando la república era sacudida por otra guerra civil:

¡Endemoniados países nuestros! ¡Futro! ¿Qué hacen mis discípulos? ¿Por qué no forman una falange que purifique todo esto? ¿Para qué les he enseñado derecho y moral? ¡Moral! Haber renunciado a todo en este mundo, ¿para qué? ¿Para esto? ¡Futro![46].

Este grito del maestro, además de mostrar la conciencia que tenía de haber realizado una tarea, nos presenta también su propósito de que sus discípulos fuesen como hombres completos, enseñando a los demás hombres, engendrando hombres. Hostos comprendió que se había perdido de vista la concepción del hombre: el hombre total, que es a un tiempo, espíritu, alma y cuerpo.

Vio con visión profética que la salvación de la nacionalidad estaba en la escuela: La escuela es, por excelencia, el agente del sentimiento nacional, el medio de estimular en todo su patriotismo vivo y sano. Es el foco donde se elabora la unidad de la nacionalidad[47]. Esto él lo había previsto y él mismo nos lo dice cuando se queja de que el gobierno dominicano no ha sabido sacar partido de las fiestas patrias, para inculcar el espíritu de unidad y el sentimiento de nacionalidad:

Claro que el gobierno dominicano está a mil leguas de esa idea, cuando ni siquiera ha sabido sacar partido de la existencia consuetudinaria de las fiestas patrias de febrero, para educar, guiar, y hacer fructífero el sentimiento de autonomía nacional, que vibra en los aniversarios de la lucha victoriosa contra los haitiano[48].

Eugenio María pone todo su empeño en encauzar todo el amor a la libertad que encuentra en nuestro pueblo, para hacer de sus habitantes hombres capaces de organizar el país, hombres capaces de llevar una administración recta y metódica:

Lo que hoy hacemos no es más que darnos cuenta de lo que hay que hacer, para dar estabilidad a la administración pública. Apenas si empezamos a comprender cómo de la absoluta desorganización en que nos encontramos no se puede llegar a la organización de nuestra vida nacional sino a fuerza de administración recta, sana de intenciones y metódica en sus procedimientos[49].

Han sido muchos los hombres que como Hostos han sacrificado todo por nuestra patria. Sin embargo, hoy cuando otros aspectos de la dominicanidad se hacen más relevantes, cuando tratamos de hurgar en el pasado, en busca de homogeneidad, cuando luchamos más que nunca por la organización total del país, nos encontramos impacientes esperando el cumplimiento de las profecías de Hostos:

El siglo no va a permitirnos seguir por donde vamos. Por donde vamos se llega a la barbarie corrompida, crapulosa, leprosa, lacerada, y nada más que con ver los antecedentes de este siglo, se está viendo que él no puede permitirnos esa obra de corrupción y destrucción...[50]

¿Cuándo cesará la barbarie corrompida, crapulosa, leprosa, y lacerada en nuestra nación? ¿Cuándo llegará ese día en que seremos una gran nacionalidad?

¿Es esto un castigo como creía Hostos? ¿Hará el tiempo que cambiemos nuestro sentimiento de inferioridad por el sentimiento de culpabilidad o por el de castigo?

"El tiempo castiga los crímenes que el hombre olvida, y tú estás, Santo Domingo, castigada por el tiempo”[51].

NOTAS:

1 Emilio Rodríguez D.: Hostos en Santo Domingo, vol I, p. 131.

2 Emilio Rodríguez D.: Hostos en Santo Domingo, vol. II, p. VII.

3 Eugenio M. De Hostos: La Peregrinación de Bayoán, vol. VIII, p. 123.

4 Ibid. p. 62.

5 Emilio Rodríguez D.: op. cit. p. X.-

6 Luis María Oráa: Renuncia de Hostos a la Literatura, p. 25.

7 Emilio Rodríguez D.: op. cit. p. LXII.

8 Ibid. p. XXVI

BIBLIOGRAFÍA

Azevedo de, Fernando: Sociología de la Educación, Fondo de Cultura Económica, México, Buenos Aires, Quinta Edición.

Henríquez Ureña, Pedro: "La sociología de Hostos". América y Hostos, Cultural, S.A.

Habana, Cuba, 1939.

Hostos, Adolfo de: Tras las huellas de Hostos. Editorial Universitaria, Puerto Rico 1966

Hostos, Eugenio M.: La peregrinación de Bayoán, Obras Completas Vol, VIII. Cultural S.A. Habana, Cuba. 1939.

Magdaleno, Mauricio: "Hostos, Acontecimiento de América". América y Hostos Cultural S.A. Habana, Cuba. 1939.

Oraá, Luis María: "El hombre revolucionario según Eugenio María de Hostos". El Nacional de ¡Ahora! . Suplemento Cultural 3 de Mayo de 1970.

Oraá, Luis María: Renuncia de Hostos a la Literatura. Tesis presentada para optar por la Maestría en la Universidad de puerto Rico . 1970.

Sorokin, Pitirim: Sociedad, Cultura y Personalidad. Cultura e Historia. AGUILAR. Madrid, 1966.

Pratt, Henry: Diccionario de Sociología. Fondo de Cultura Económica. México-Buenos Aires, Tercera edición.

Rodríguez D., Emilio: Hostos en Santo Domingo, Vol, I. Imp. J. R. vda. García Sucs., Ciudad Trujillo, R.D. 1939.

Rodríguez D., Emilio: Hostos en Santo Domingo, Vol. II. Imp. J. R. Vda. García Sucs., Ciudad Trujillo, R.D. 1942.-

Rosario, S.J, Amable: El sentido de la dominicanidad en Eugenio María de Hostos. Revista Eme-Eme, Estudios Dominicanos, vol. 1, núm. 1, junio-julio 1972, pp. 64-81.



[1] Pedro Henríquez U.: “La sociología de Hostos”. América y Hostos, p. 150.

[2] Pitirim Sorokin: Sociedad, cultura y personalidad, p. 405.

[3] Emilio Rodríguez D.: Hostos en Santo Domingo, Vol. I. p. 130.

[4] Ibid. p. 131.

[5] Ibid. p. 131.

[6] Ibid. p. 132.

[7] Ibid. p. 132.

[8] Ibid. (Cfr.)

[9] Henry Pratt: Diccionario de Sociología, p. 196.

[10] Emilio Rodríguez D.: Hostos en Santo Domingo, vol. II, p. 3.

[11] Ibid. p. 40.

[12] Ibid. p. 140.

[13] Ibid. p. 140.

[14] Ibid. p. 140.

[15] Ibid. p. 201.

[16] Ibid. p. 139.

[17] Ibid. p.212.

[18] Ibid. p.269.

[19] Ibid. p.75.

[20] Ibid. p.87.

[21] Ibid. p.132-133.

[22] Ibid. p.133.

[23] Ibid. p.73.

[24] Ibid. p.66.

[25] Ibid. p.69.

[26] Ibid. p.68.

[27] Emilio Rodríguz D.: Hostos en Santo Domingo, vol. II, p. 3.

[28] Emilio Rodríguz D.: Hostos en Santo Domingo, vol. I, p. 78.

[29] Ibid. p. 94.

[30] Ibid. p. 277.

[31] Ibid. p. 284.

[32] Ibid. p. 148.

[33] Ibid. p.149.

[34] Ibid. p. 248.

[35] Ibid. p. 247.

[36] Ibid. p 275.

[37] Emilio Rodríguez D.: Hostos en Santo Domingo, Vol.  II. p. 54.

[38] Emilio Rodríguez D.: Hostos en Santo Domingo, Vol.  I. p. 71.

[39] Ibid. p. 103.

[40] Ibid. p. 125.

[41] Ibid. p. 124.

[42] Ibid. p.126.

[43] Mauricio Magdaleno: “Hostos. Acontecimiento de América”: “América y Hostos”, p. 225-226.

[44] Luis María Oráa: op. cit. p. 26

[45] Luis María Oraá: "El hombre revolucionario según Eugenio M. de Hostos"; El Nacional de ¡Ahora! p. A-5.-

[46] Adolfo de Hostos: "Tras las huellas de Hostos". p. 68.

[47] Fernando de Azevedo: Sociología de la Educación, p. 396.-

[48] Emilio Rodríguez D.: op. cit. p. 281.-

[49] Emilio Rodríguez D.: op. cit. Vol. II. p. 103.-

[50] Ibid. p. 103.-

[51] Eugenio María de Hostos: op. cit. p. 40.-


Pedro Henríquez Ureña: Sociología de Hostos
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