Lo que no quiso decir
el lírico quisqueyano (sobre José J. Pérez)
Salomé Ureña de
Henríquez
Libro de Américo
Lugo
Temas políticos
(sobre el libro de Alejandro Angulo Guridi)
El día de
América
El propósito de la
Normal
Moral social
(FORMATO PDF, LIBRO COMPLETO)
HOSTOS, que su semilla fructifique
Yvelisse Prat-Ramírez de Pérez
Cuando el 30 de junio de 1985 encabecé como secretaria de Educación, junto al Presidente Jorge Blanco, el traslado de los restos de Eugenio María de Hostos al Panteón Nacional, cité en mi discurso una frase lapidaria del Maestro: ‘‘ni aún el Placer de la verdad es tan grande como el placer de la justicia’’.
Repito hoy esas mismas palabras, en el umbral del homenaje que rinden las autoridades de la Secretaría de Educación al señor Hostos, 17 años justos después de ese traslado.
Nada más justo que recordar y honrar, a quien se consagró a educar por un imperativo categórico que surgía casi con fuerza de su concepto de la moral y de la sociedad, entregado a la causa antillana sin reservas ni temores, con la fe que sólo ilumina a los precursores y a los mártires: Padre y Maestro, conductor y amigo de aquellos primeros normalistas que se constituyeron en una de las generaciones más recias y puras del acontecer dominicano.
Como discípula que fui -y sigo siendo en mis recuerdos- de Urania Montás, quien estudió a su vez bajo la orientación de Luisa Ozema y Eva Pellerano, alumnas predilectas de Salomé Ureña de Henríquez, llegó a mis venas intelectuales y morales la savia hostosiana, que se fortaleció al cursar durante mi bachillerado la ‘‘Moral Social’’ y la ‘‘Sociología’’ del Sr. Hostos.
Durante toda mi vida, desde esa lejana adolescencia, he tratado de profundizar en mis lecturas para extraer la sustancia más pura y más fuerte de las obras de Eugenio María de Hostos; para conocer y admirar su apostolado, que trascendía de las aulas para abrazar en una sola escuela-patria a la República Dominicana, a Puerto Rico y a Cuba. Leí con entusiasmo a los autores que han escrito sobre él, y recuerdo en este momento con emoción y reverencia a Juan Bosch y a Manuel Maldonado Denis, con quienes conversaba con mucha frecuencia acerca de sus investigaciones sobre el Maestro, unidos en el respeto y el amor que le profesábamos.
En la actualidad, estudio y aprecio al Profesor Ángel Villarini, ilustre académico puertorriqueño que ha logrado construir una teoría pedagógica en la que se integran mis dos grandes maestros: Hostos y Paulo Freire. Para los hostosianos, hubo días difíciles en que tuvimos que abroquelarnos en una defensa firme y dura frente a los que quisieron desnaturalizar su obra y su figura venerables.
Al paso del tiempo, las críticas e insidias contra el Maestro se han ido desvaneciendo como esguinces de agua súbita, absorbidas por la marea de respeto y reconocimiento que va colocando en su justa altura a quien tanto dio a la construcción de nuestra patria.
Se le reconoce ya su condición de dominicano, dada por las constituciones de 1878 y de 1890, pero sobre todo, por triple nacionalidad antillana; Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico fueron por igual patrias reales para su grande e inflamado corazón. Y a esta patria suya y de sus hijos que es la República Dominicana, dio su obra más concreta y tangible, la Escuela Normal que fue fragua de la reforma educativa nacional.
¿Qué era materialista, que era ateo? Nadie más idealista que el Maestro iluminado, errante en pos del ideal de integración antillana, sacrificando cuanto de dulce y material hay en la vida por esa ‘‘Utopía’’ de la Magna Patria que luego enalteció nuestro Pedro Henríquez Ureña. Y ese ideal lo incubaba mientras platicaba con Dios a su manera en las largas meditaciones que según Pedro Troncoso Sánchez sostenía muchas tardes en la Catedral, ‘‘a los pies de la imagen del Crucificado’’.
Laico, sí, pero jamás ateo, porque el ateísmo niega la libertad de creer en Dios, y Hostos era el más fervoroso creyente en la libertad humana.
Lo que emerge a lo largo de los años acerca del Sr. Hostos, lo que permanece de él después de limpiada su silueta histórica de vanos prejuicios y de actitudes mezquinas y envidiosas, es su condición de Maestro. Patriota. Apóstol de la libertad antillana, ‘‘reformador de alma ciclópea’’, como le llama Joaquín Balaguer: ‘‘Varón egregio de los que más ha amado al pueblo dominicano’’, como lo calificó Manuel A. Amiama, y símbolo de protesta contra toda opresión, perseguido por los tiranos de nuestra historia: Lilís en vida, muerto ya, Trujillo.
Eugenio María de Hostos. Un símbolo, para decirlo todo, de lo que somos o de lo que debemos querer ser los latinoamericanos: hijo rebelde de España, de la que amamos y defendemos lengua y cultura como expresión de identidad frente a penetraciones foráneas, de cara a la homogenización cultural a que nos quiere someter el neoliberalismo: defensor de una moral que trasciende lo particular para consustanciarse con la sociedad que es la nación y es a la vez la humanidad: generoso, franco, leal, apasionado, amador de la gente, creyente empecinado de la libertad y del futuro de estas patrias dolientes. Y puro.
Cuando en su obra magnífica, ‘‘Hostos, el Sembrador’’ Juan Bosch exclamó ‘‘Pobre sembrador antillano, semilla y flor él mismo, el ciclón no lo dejó recoger su cosecha’’ tuvo en parte razón, y lo demuestran así las quiebras y carencias, no sólo de la educación, sino de la sociedad misma dominicana.
Pero pienso que el polen no era infértil. En ocasión del homenaje que el domingo 30 rinde la Secretaría de Educación al Maestro, quiero reiterar mi terca y viva esperanza en nosotros/as dominicanos y dominicanas, tocados/as por ese hálito fecundo de amor, de ideales, de ciencia y de moral que Hostos intentó insuflar a nuestra patria. Lo digo, con las palabras de Salomé, discípula dilecta, al despedir al Sr. Hostos en su partida a Chile.
‘‘Germinará la simiente que dejas en el surco, y los frutos del porvenir se fecundarán con la savia de tus doctrinas pedagógicas’’.
Lograr esto, sería hacer, como a Hostos le gustaba, un acto de justicia.
(La autora es educadora)
Listín Diario, Sábado 29 de Junio del 2002
Pedro Henríquez Ureña:
Sociología de Hostos
Chiqui Vicioso:
Eugenio María de Hostos: Otra mirada
Chiqui Vicioso: Hostos, el
periodista
Diómedez Núñez
Polanco: Hostos y Bosch en la dominicanidad
Basilio Belliard:
Bosch y Hostos