Un autor por descubrir: Freddy Miller Otero (1918-1959).
SUS TEXTOS
El lago de los patos (Cuento)
La mecedora azul
(Cuento)
Poema del loco
aburrido
SOBRE FREDDY MILLER OTERO
Miguel
D. Mena: Freddy Miller Otero en color sepia
Ángela Peña:
Obsesionado con Freddy Miller
Ángela Peña: Que cómo
estoy
EL LAGO DE LOS PATOS.
El día salió vestido de gris. Plomizo. Oxidado. Exactamente como el alma de Sandalio, que contemplaba pensativo su mundo interno en el espejo de la naturaleza antojadiza.
Ni un soplo. Ni un deseo de existir. Ni siquiera un acento en toda la extensión del paraje. A la izquierda del rancho, un pedazo de cristal ovalado: El Lago de los Patos. Al frente, un horizonte rubio: el maizal. Y detrás, un símbolo social: el pantano.
Sobre todo esto, los ojos del hombre (placa sensible del observador testarudo).
Las chicharras no se han dado cuenta de que el sol ha vuelto a tibiar las cosas. Callan. Engañadas por la máscara de noche que amansa el silencio.
Las hojas duermen un sueño verde y húmedo. El arado descansa al pie de un caobo. Y sólo la simiente escondida en el conuco se afana en vivir, poniendo a la tierra la ayuda de su experiencia biológica.
Sandalio contempla sus años de trabajo fuerte. Años crudos. Años negros. Años increíbles.
Esa inmensa cabellera de espigas doradas representaba el supremo esfuerzo del campesino. El hambre hecha esperanza. El cansancio.
La fuerza del músculo pobre se había agotado en levantar ese manto de oro que vestía la sabana. Antes frías, desnuda.
Ahora había riqueza. Lluvia de espigas. Fruto de luchas. Era el final de un sueño de bronce, sonoro y fuerte. De una voluntad inquebrantable. De un pedazo de vida.
Había llegado el momento de segar el fruto. La hora había sonado. Pero había sonado gris. Oxidada como el día. Exactamente igual que el alma de Sandalio.
(Las ideas se agrupaban en su mente. Confusas. Deformes. No había posibilidad de llevar su cosecha al mercado. Sencillamente, porque unos hombres le dijeron unas palabras de argumentación. Le hablaron de una guerra. Del transporte. De la escasez de combustible. En total, de cosas ajenas a su ambición, que era vender el horizonte rubio que había cosechado; el pedazo de vida que había perdido. El hambre hecha esperanza.
¿Qué tenía él que ver con transportes ni combustibles ni otras idioteces???... Otra cosa: ¿Por qué peleaban los hombres???... De seguro la refriega había empezado por cuestión de familia. Alguna mujer ofendida en su honor daría lugar al asunto. Tal vez la hermana o la novia de alguien... El caso es que su cosecha estaba perdida).
Ahora vio Sandalio la negrura del paisaje. Se había equivocado al creer que el maizal era rubio como un pedazo de sol. Su vista le había engañado. ¡El maizal! El maizal estaba formado de cosas negras: miserias, esfuerzos perdidos, esperanzas muertas, y un dolor..., el dolor de no comprender por qué a veces suceden las cosas.
Así, angustiado, observó el pantano, y le pareció ver que de su seno salían los hombres de ciudad, los hombres que sabían, los hombres malos. Esta caravana surgía del lodo corrompido y pasaba ante el rancho, sin mirarlo. Sin volver la cabeza un momento hacia el maizal de la sabana.
...Era una caravana larga. Horrorosa. Bárbara. Cerró los ojos y quedó lacerado. Impotente. Amarrado al rancho de canas.
El día continuó gris. Oxidado y plomizo. Exactamente como el alma de Sandalio.
Ni un soplo. Ni un deseo de existir. Ni siquiera un acento en toda la extensión del paraje.
A la izquierda del rancho, el cristal ovalado siguió impasible. Inmóvil. Sonámbulo. Pero ya entrada la noche se sintió molesto por la presencia de un pájaro negro en su orilla...
...Y tanto, que lo espantó con un ruido violento de sus aguas.
Fue un chapuzón furioso que rompió en pedazos el cristal de su espejo!