BUENOS AIRES, 1925-1930.

1925: Llega a Buenos Aires. Es nombrado profesor de Castellano y de Literatura General en el Colegio Nacional de la Universidad de la Plata.

Estrecha amistad con los jóvenes pensadores y creadores, entre ellos Jorge Luis Borges, Ezequiel Martínez Estrada, Raimundo Lida y José Luis Romero. Entre sus alumnos tendrá a Ernesto Sábato, Enrique Anderson Imbert, Aníbal Sánchez Reulet.

1926: Nace su hija Sonia.

[Sobre Argentina]: "… moderadamente, la vida es fácil y además tiene mucho de agradable porque hay cordialidad suficiente, y aun a veces grande”

Pedro Henríquez Ureña, Carta a Alfonso Reyes, 1925.

En la Argentina, en cambio, se puede tener éxito intelectual y material; pero el éxito no es más que una satisfacción egoísta, y se siente la relativa inutilidad de colaborar en una obra que de todos modos está bien encaminada, con muchos buenos trabajadores, y donde nadie hace individualmente mucha falta, porque el número empieza a bastar."
"Entre tanto hay países, como Santo Domingo, donde la labor de uno solo puede servir y hasta hacer falta, porque no son tantos los que trabajan."


Pedro Henríquez Ureña, Cultura argentina, 1927.

 

¿Hacia la utopía? Sí: hay que ennoblecer nuevamente la idea clásica. La utopía no es vano juego de imaginaciones pueriles: es una de las magnas creaciones espirituales del Mediterráneo, nuestro gran mar antecesor. El pueblo griego da al mundo occidental la inquietud del perfeccionamiento constante. Cuando descubre que el hombre puede individualmente ser mejor de lo que es y socialmente vivir mejor de como vive, no descansa para averiguar el secreto de toda mejora, de toda perfección [...]. Mira al pasado, y crea la historia; mira al futuro, y crea las utopías

Pedro Henríquez Ureña: La utopía de América (1925)

 

...no hay secreto de la expresión sino uno: trabajarla hondamente, esforzar­se en hacerla pura, bajando hasta la raíz de las cosas que queremos decir; afinar, definir, con ansia de perfección. El ansia de perfección es la única norma. Contentándonos con usar el ajeno hallazgo, del extranjero o del compatriota, nunca comunicaremos la revelación íntima; contentándonos con la tibia y confusa enunciación de nuestras intuiciones, las desvirtuare­mos ante el oyente y le parecerán cosa vulgar. Pero cuando se ha alcanzado la expresión firme de una intuición artística, va en ella, no sólo el sentido universal, sino la esencia del espíritu que la poseyó y el sabor de la tierra de que se ha nutrido.

Pedro Henríquez Ureña: Seis Ensayos en busca de nuestra expresión

Aportes fundamentales: Arielismo - Utopía - Historiador - Filólogo - Filosofía - Editor

escribir