VERACRUZ-CIUDAD MÉXICO, 1906-1916.

1906: Se traslada a Veracruz y poco tiempo después a Ciudad México, con el deseo de dedicarse completamente a la literatura.
Colabora en El Imparcial y en Savia Moderna, El Diario, Nosotros.  Co-editor de la Revista Crítica

1908: Traduce Estudios griegos, de Walter Pater  y logra la primera edición mexicana de Ariel, del uruguayo José Enrique Rodó, un texto fundamental en el momento de pensar la relación de las jóvenes repúblicas latinoamericanas con los Estados Unidos.

Inicia amistad de Alfonso Reyes, que durará para el resto de su vida. El Epistolario de ambos contendrá la historia intelectual de América Latina en los primeros cuatro decenios del siglo XX.

1909: Es uno de los fundadores del Ateneo de México.

1910: En México asiste a la intranquilidad social y política de los últimos años del gobierno de Porfirio Díaz y al estallido de la Revolución.
En la revista Savia Moderna publica su ensayo teatral El nacimiento de Dionisos. Esbozo trágico a la manera antigua (1909).

Desarrolla una intensa labor como conferencista, profesor y periodista.

La Librería Ollendorff, de París, publica Horas de estudio.

1911: Co-fundador de la Universidad Popular Mexicana

1914:  Se recibe de abogado.

"Comprenderá Ud. que, aunque vivo en México, soy dominicano.
El malestar crónico de mi país me obliga a buscar aires más puros en éste, aunque desde lejos sigo trabajando por el mío, y rara vez publico mis escritos en el exterior, solamente, sino, que los hago aparecer al mismo tiempo aquí y en Santo Domingo."

Carta de PHU a Marcelino Menéndez y Pelayo, 1909..

Pero en el grupo a que yo pertenecía, el grupo en que me afilié a poco de llegar de mi patria (Santo Domingo) a México, pensábamos de otro modo. Éramos muy jóvenes (había quienes no alcanzaran todavía los veinte años) cuando comenzamos a sentir la necesidad del cambio. Entre muchos otros, nuestro grupo comprendía a Antonio Caso. Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Acevedo el arquitecto, Rivera el pintor. Sentíamos la opresión intelectual, junto con la opresión política y económica de que ya se daba cuenta gran parte del país. Veíamos que la filosofía oficial era demasiado sistemática, demasiado definitiva para no equivocarse. Entonces nos lanzamos a leer a todos los filósofos a quienes el positivismo condenaba como inútiles, desde Platón, que fue nuestro mayor maestro, hasta Kant y Schopenhauer. Tomamos en serio (¡Oh blasfemia!) a Nietzsche. Descubrimos a Bergson. a Boutroux, a James, a Croce. Y en la literatura no nos confinamos dentro de la Francia moderna. Leímos a los griegos, que fueron nuestra pasión. Ensayamos la literatura inglesa. Volvimos, pero a nuestro modo, contrariando toda receta, a la literatura española, que había quedado relegada a las manos de los académicos de provincia. Atacamos y desacreditamos las tendencias de todo arte pompier, nuestros compañeros que iban a Europa no fueron ya a inspirarse en la falsa tradición de las academias, sino a contemplar directamente las grandes creaciones y a observar el libre juego de las tendencias novísimas; al volver, estaban en aptitud de descubrir todo lo que daban de sí la tierra nativa y su glorioso pasado artístico.
Bien pronto nos dirigimos al público en conferencias, artículos, libros (pocos) y exposiciones de arte. Nuestra juvenil revolución triunfó, superando todas nuestras esperanzas... Nuestros mayores, después de tantos años de reinar en paz, se habían olvidado de luchar.
PHU, La influencia de la Revolución en la vida intelectual de México.

“El Ateneo de la Juventud representó un intento y la consumación del esfuerzo por resignificar la cultura y los problemas de México… Sus objetivos se centraron en la necesidad de trabajar en favor de la cultura y el arte. Para lograrlo organizarían reuniones públicas en las cuales se daría lectura a trabajos literarios, científicos y filosóficos. Asimismo sus miembros escogerían temas para dar lugar a discusiones y a la difusión de las ideas.
Pedro Henríquez Ureña es entre los ateneístas uno de los autores más representativos de las preocupaciones que recorrieron esta organización cultural: el problema de la identidad nacional y de la identidad hispanoamericana. Sin duda, el replanteamiento del problema de la identidad se desenvolvió en los albores del siglo XX, bajo la presencia de un doble escenario: la pérdida de la última colonia española que cuestionó profundamente los lazos aún existentes entre el nuevo continente y España, y por otra parte la reflexión heredada del siglo XIX en torno al referente mestizo como sinónimo de identidad nacional”

Laura Moya López, La identidad cultural hispanoamericana en la "Utopía de América"

 

“Cuando lo encontré por primera vez en la redacción de Savia Moderna, me pareció un ser aparte, y así lo era. Su privilegiada memoria para la poesía –cosa tan de mi gusto y que siempre me ha parecido la prenda mayor de una verdadera educación literaria– fue en él lo primero que me atrajo. Poco a poco sentí su gravitación imperiosa, y al fin me le acerqué de por vida. Algo mayor que yo (cinco años), lo consideré mi hermano y a la vez mi maestro. La verdad es que los dos nos íbamos formando juntos, pero él siempre unos pasos adelante”.

Alfonso Reyes, Pasado inmediato.

Aportes fundamentales: Arielismo - Utopía - Historiador - Filólogo - Filosofía - Editor

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