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En el seno de gruta deleitosa,
que ser me parecía la mansión
de algún hada divina, misteriosa,
escuché la melódica canción
del bosque, que cruzaba presurosa:
"Se alegra el campo: elevan sus arrullos
las tórtolas y cantan ruiseñores;
por doquiera resuenan los murmullos
del céfiro, que un beso da a mis flores
i entreabre cariñoso mis capullos
El alba asoma. Su amplio murmurio
es homenaje fiel que me presenta;
parece que me dice: dueño mío!
al besar mi ramaje, que se ostenta
ornado con las perlas del rocío.
Que el artista en la hora matutina
me contemple un instante desde lejos:
tomará inspiración la mas divina,
del sol—aun escondido—a los reflejos,
envuelto entre vapores de neblina!
Aquí bajo el frescor de mi follaje
el ave su morada leve cuelga,
tejida con residuos del ramaje,
i en amoroso afán su prole alberga
entre abundoso, nítido plumaje.
De continuo una lira estoy tañendo,
i cuantas dulces notas a ella arranco,
aunque vuelvan fugaces, como hendiendo
van las concavidades del barranco,
el eco allá las sigue repitiendo.
Cuando surgen airados vendavales,
si el río se dilata turbulento
por la lluvia empañados sus cristales;
si me ataca con furia el recio viento
deshaciendo mis densos bejucales,
al alcance, me muestro mas sonriente;
que si un tanto su ira me despoja,
reciben mas caudal mis claras fuentes,
i mas verdor se ostenta en cada hoja,
i mas rumores lanzan mis torrentes
Las almas de pesares siempre llenas,
venid, que no hay aquí melancolía:
yo no guardo dolor, no encierro penas;
raudales solo doy de melodía,
mas dulces que canciones de sirenas.
No arrullados por dicha ni fortunas:
venid; sosegareis aquí vuestra alma
cuando en quietud i soledad la luna,
símbolo de dulzuras y de calma,
baje a besar la faz de la laguna.
Al sereno compás de mis canciones,
que a pura dicha i al consuelo invitan,
envolved en la faz los corazones:
en mi seno los vicios no se ajitan
ni se revuelven torpes las pasiones...."
Sobre el mullido césped reclinada
seguía yo en tanto, con la idea anhelosa
de morar para siempre en la encantada
gruta, por ser Calipso, ser la diosa
del bosque deliciosa enamorada.
Mas todo en torno mío se fué apagando;
apenas si soplaba un cetirillo,
el sol sus rayos mustios ocultando,
mientras en canto destemplado el grillo
el paso de la noche iba anunciando.
Ufana me alejé. ¡Yo vi la huella
pintada allí del Ser Omnipotente
tras esa fiel Naturaleza bella;
i nunca, nunca olvidará mi mente
el himno de los bosques de Quisqueya!
Evangelina RODRIGUEZ.
Una canción señora,
que más que flor es perla
del joyel de mi espíritu,
como único presente
que te puedo ofrecer:
Mi compañera eres,
pues de mi patria un hijo
por dulce compañero
de tu preciosa vida
supistes escoger.
Si en el ara sagrada
de las castas virtudes,
depositas el arca
que conserva el honor
del mancebo amoroso
y gentil caballero
que a los pies decidido
te rindió el corazón?
Para entonces llamarte
de Quisqueya la hija,
la india brava escogida
donde duerme Colón.
Ya verás la sorpresa
que te guarda mi salva
en que el rey que la habita,
el gentil ruiseñor,
en un duelo de trinos
se despide la hembra
¡con querella de amor!
en que cantan del día
once horas sin tregua
hasta ver al más débil
cara al sol descender,
en la justa gloriosa,
desgarrado el pulmón.
¡Oh mis noches son claras,
perfumadas y tibias,
como nítidas novias
rebujadas en sedas
terciopelos y tul.
¡Qué de luz en los cielos,
que se visten de rosa,
oro, grana y topacio
cuándo nace y se muere
el gran Rey de la luz!
Mi canción va vestida
del rocío de mis matas
del verdor de sus rayos
del perfume de granjas
con la flor de azahar.
Mas, perdona señora,
que te cante mi acento
el recuerdo lejano
que no puedo olvidar
como cantan las plumas
la canción de las aves
de quien fueron vertido,
como cantan las conchas
la canción de la mar.
Si en el ara sagrada
de las castas virtudes
depositas el arca
que conserva el honor,
del mancebo amoroso
y gentil caballeros
que a los pies decidida
te rindió el corazón?
Para entonces llamarte
de Quisqueya la hija
la que besa el Caribe,
la Primada escogida,
donde duerme Colón.
EVANGELINA RODRÍGUEZ.
París, Febrero 7 1925.