Miguel D. Mena: Introducción a la Página de Evangelina Rodríguez
Evangelina Rodríguez: Le Guerisseur: Cuento Chino Bíblico Filosófico (cuento)
Evangelina Rodríguez: ¿Se tendrá mi castillo de naipes? (ensayo)
Evangelina Rodríguez: "La canción del bosque", "La canción del bosque" (poesía)
Antonio Zaglul: Despreciada en la vida y olvidada en la muerte
José Ramón López: Prólogo a "Granos de Polen"
Ángela Peña: Evangelina Rodríguez
José Ramón López
Los libros no necesitan prólogo. Cuando son malos, no hay elogio que los encarame, ni padrino que los salve. Si son buenos me ha parecido siempre el prologuista un pedante que se monta en ajeno corcel brioso y sale de paseo á lucirse, como propietario, de un bridón que no es suyo y que resulta superior a su fortuna.
El libro de Evangelina Rodríguez es de los de la segunda categoría que acabo de citar y, como no soy un pedante no me encaramo sobre él, sino que lo pongo sobre mi cabeza y exhibido ante la admiración de las gentes algunas de las innumerables bellezas que contiene.
Aunque la factura literaria es soberanamente buena, no es libro literario, porque los libros son lo que constituye su nota culminante y lo que sobresale en el de Evangelina es la ciencia legítima, la que observa, estudia y aplica incontinenti el remedio eficaz para el daño que exista.
Y este libro es un milagro brotando de un cerebro tan joven y, al parecer con tan poca experiencia de la vida. Observaciones hay en él tan sutiles, tan profundas, tan definidoras de lo que anda por el mundo casi amorfo é inexpresivo que uno se asombra de que una mujer intachable y de pocos años las haya advertido al pasar, sin mezclarse en el maremagnun donde viven los casos observados.
La labor realizada en este libro le da nueva y más útil fortuna á una ciencia ya estudiada por otros tratadistas. Es una obra de Sociología; pero derivada de las ciencias que le sirven de basamento; Biología, Economía, Higiene, Moral y cuantos conocimientos forman la intrincada raigambre de la Sociología. La Mujer, la Madre es el molde sagrado la humanidad, y Evangelina la sigue, la estudia con cariño y esmero desde que lanza el primer vagido en el mundo hasta que termina la divida misión de formar hombres física y moralmente, de crear elementos para la completa organización de las sociedades humanas.
El escollo contra el cual se estrellan, generalmente estos estudios científicos es la aridez artística que predomina en ellos. A veces el libro es utilísimo; pero el lector, a poco de comenzada la lectura, no puede combatir el sopor, y el libro se cae de las manos. En este del Licenciado en Medicina Señorita Evangelina Rodríguez, no. Quizá espontáneamente ha hecho en Sociología fundamental lo que Tácito hizo en, sus libros de Historia. El romano prefería, á hablar por su cuenta, hacer que hablaran sus personajes. Evangelina pone en acción sus ejemplos y sus observaciones. Cada uno de ellos tiene al margen el caso observado, moviéndose los individuos que realizaron el acto. Y me causa admiración sin límites recordar esos hechos, porque yo, hombre canoso, pasé rozando con muchos de ellos, sin advertirlos, y ahora que esa jovencita los diseca es cuando caigo en cuanta de lo que verdaderamente ocurría sin llamarme la atención. Y ella no vivió esos documentos humanos, ni los tuvo más cerca de sí que los que están vecinos de un mismo pueblo que residen en barrios diferentes.
En nuestra América latina el libro de Evangelina Rodríguez es un libro trascendental. No son las leyes, no es la fuerza quien puede regenerar este nidal de nociones, donde los errores y los vicios son la almohada sobre la cual reposa esta humanidad. Es la Mujer, es la Madre quien, desconectando al hijo del ambiente maléfico puede hacerlo sano para que, adulto ya, sea miembro útil de una sociedad saludable. Nuestra regeneración, lo repito, no está en las leyes, sino en las costumbres que la madre puede arraigar en el tierno corazón de los latino-americanos del porvenir.
Muchos piden a gritos cultura, caminos, industrias, todo lo que propende al mejoramiento intelectual y económico.
Yo pido, además, como pide el libro de Evangelina: ¡Madres! ¡Madres! para que sea realzado el mejoramiento moral que es del que estamos mas necesitados.