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UNA CASA SE DESCASCARA: LA CASA PEYNADO

Miguel D. Mena

Postal de 1929, donde se señalan las calles que circundan este edificio llamado "Casa Peynado".

Los espacios de la Ciudad Colonial dominicana  son como la piedra de Sísifo: por más que pongas una edificación en su lugar, siempre volverás al punto en que algo falla, algo se descascara, y entonces tendrás que volver al mismo párrafo que habrás escrito una, dos, miles de veces.

El vivir fuera de Santo Domingo impone el rigor de siempre regresar con el corazón en la mano. Se sale con la conciencia del vértigo, la pérdida, de si las piedras o la gente o los colores o las texturas estarán en sus antiguos o consabidos lugares. Uno siempre vuelve con una sensación cuasi metafísica, como esperando que el tiempo no transcurra, lo que bien podría ser la confirmación de que en verdad nunca estuve lejos.

Todo se complica cuando el devenir del tiempo no conlleva un mejoramiento de la calidad vital. "Pasa el tiempo y las ideas se desarrollan", dice, más o menos, el dicho alemán. Pero sí, los dominicanos estamos bien lejos de la racionalidad germánica y más cerca de aquello que Kant anotó como la "racionalidad caribeña", aún y sin nunca haber salido de la gélida ciudad de Königsberg.

El cruce de las calles 19 de Marzo y Mercedes siempre fue una delicia. La antigua Iglesia Evangélica y la Librería Dominicana –ambos los ámbitos esenciales del inolvidable librero Julio E. Postigo-, aquel parquecito tan delicioso, con todo y estatua de María Trinidad Sánchez, ese edificio que se despliega, imponente, con una de las fachadas más hermosas del Santo Domingo colonial.

En París adquirí una postal de 1929, donde se ve nuestra esquina en cuestión. El paisaje no ha cambiado sustancialmente. El hombre de bombín se esfumó, pero tanto el edificio que ahora nos preocupa como el que está debajo, en la esquina Lu  perón, aún se mantiene.

En octubre del 2007 aún se sentían los efectos del viejo proyecto de Pinturas Popular, de adecentar con sus productos nuestras fachadas coloniales. Para el 2008, y en vista de las elecciones presidenciales, vino un zarpazo de colores: mudado un comité del PLD, un cuarto del edificio se teñiría de morado.

Desde hace más de un año los vecinos, viandantes y los amantes de la ciudad han tenido que asumir la discordancia de los colores. Y no sólo eso: las autoridades siguen fracasando con su mar de disposiciones. Ni Patrimonio Monumental, ni la Secretaría de Cultura, ni el Ayuntamiento, han asumido las leyes de ornato ni de paisajismo que desde hace decenios deberían regir en la Ciudad Colonial. ¿Avanzamos? Ahora sólo recuerdo la lucha de años de Jean-Louis Jorge por pintar el frente de su casa, no muy lejos de aquí, de color rosado. No es que esta ciudad se uniformice con un blanco colonial –o brutal-, pero sí deberíamos asumir que habitar y poseer en esta zona también tiene sus responsabilidades ante la historia y los ciudadanos.

Postal de los años 30, calle Mercedes.

La "Casa Peynado" también se diluye en las contiendas políticas. Aún en octubre del 2007 se percibían los brochazos de Pintura Popular. En el 2008, el espacio ocupado por una iglesia evangélica fue asumido por un comité del PLD, que procedió a pintar su local sin tomar en cuenta ni las disposiciones municipales que rigen en esta parte de Santo Domingo, su "Ciudad Colonial". Para completar la imagen de descuido de este edificio que en el 2010 cumplirá su centenario, pueden observarse las otras pintadas que ha sufrido su parte inferior. La foto inferior fue tomada por el arq. Pablo Bonnelly a finales de diciembre del 2008.

La casa Peynado

Arq. Enrique Penson

La hermosa casa, de dos plantas, situada entre las calles 19 de Marzo, Luperon y Mercedes, frente al parque María Trinidad Sánchez, S.D., compitió, en el concurso municipal de fachadas de casas construidas en el 1911, con la realizada por Osvaldo Báez para el Sr. Amadeo Rodríguez, en la calle 30 de Marzo (T. Ramón Báez L.)
El Lic. Francisco J. Peynado fue el propietario de la casa cuya construcción realizó el Ing. Andrés Gómez Pintado (T. Eduardo Matos Diaz , LD, 31-1-99). La edificación se levantó durante los arlos 1910 y 1911 (ET, 15-7-1910). El Sr. Peynado y su familia se ofrecían, en su nueva residencia, el 21 de diciembre de 1911 (LD, 21-12-1911). Después, el edificio fue ocupado por la Superintendencia de Instrucción Publica (RLCA, núm. 111,4-5-1919).

La casa fue proporcionada para instalar en la primera planta las oficinas del propietario y en la segunda su morada. El frente de la calle 19 de Marzo tiene 19.30 m de longitud, el de Las Mercedes 8.70, y el de La Luperón 11.40. La altura de piso a techo es de 4.45 m. Hay cuatro puertas de entrada y salida: dos en la calle Mercedes y otras dos en la Luperon. El primer piso tiene cuatro balcones con balaustres, a ras con la pared de la calle 19 de Marzo. El vestíbulo está localizado en la entrada este de la calle Mercedes. A él conducen dos puertas interiores del primer nivel; arrancando aquí una hermosa escalera que lleva al segundo piso, cuyo pretil de madera fue estropeado por el huracán Georges, en 1998.

Los balcones de la segunda planta coinciden, uno a uno, con los huecos de muro del primer piso, estando protegidos por barandas de cintas metálicas curvadas, que ostentan, en su centro, una chapa con una flor de lis. Algunos tabiques medianeros fueron tumbados, parcialmente, para obtener un salón de reuniones al servicio de la asociación religiosa  que ocupó el local. Tiene cocina con chimenea para conducir a la atmosfera el humo de carbón vegetal. Una escalera simple, metálica y vertical, permite subir al techo de concreto.

La   construccion   original   previó al almacenamiento de las aguas de lluvia, que caían sobre el tejado, y su ulterior uso doméstico.

Interiormente, todas las paredes están revestidas de yeso, y los pisos de mosaicos importados.
El Sr. Peynado y su familia participaron, en marzo de 1925, el cambio de residencia a su quinta en la av. Independencia, km 2 (LD, 18-3-1923

Pese a las restricciones de espacio, el discurrir del tiempo, fenómenos naturales, modificaciones impropias y falta de mantenimiento, se advierte el encanto que tuvo en sus años pasados, en el interior tanto como en el exterior.

Enrique Penson: Arquitectura dominicana 1906-1950, tomo I. Impresora Medyabite, Santo Domingo, 2005. pp. 347.

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