Todo pensamiento es una soledad y un aislamiento. Toda soledad, una renunciación y una agonía.
(Escribo
por hallar una voz que me defina; que me diga quien soy y alce mi
nombre, mi rótulo mortal, con exactitud y propiedad interior de
contenido).
Pero en él sitio real en donde despierto me procuro; en
este sitio, el sueño —inmensa flor ideal que se deshoja— cae lento y
pesado lo mismo que una sombra.
¿Misterio? ¿Existencialismo? No: ojo íntimo; ojo sepulto que de súbito enceguece sin ver ni adivinar.
Y
es que para ser, o bien, para existir, no basta sólo pensar. Hay
urgente necesidad de otro menester. No tan riguroso, ni precisamente
tan solitario en su agonía.
(Escribo por hallar una voz; no un pensamiento).
En la voz —mi voz— oscuramente, siempre me descubro como algo más que una soledad. O que una muerte viviente.
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Paisaje con un merengue al fondo
Elegía por la muerte de Tomás Sandoval
Esta canción estaba tirada por el suelo
Muerte viviente
Rústica, 5 x 5, 176páginas..
ISBN-10: 9945085417
ISBN-13: 978-9945085419