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El texto y su época: estudio sociográfico de Cosas Añejas

Rita Tejada

Luther College

Cosas añejas es una de las obras representativas de la literatura dominicana del siglo XIX y la mayor producción de César Nicolás Penson, quien nació en Santo Domingo, el 22 de enero de 1855.  Sus padres fueron William Penson Herrera y Juana Dolores Matos.  Penson hizo sus primeros estudios en el Colegio San Luis Gonzaga y posteriormente se graduó de abogado.  Ejerció su carrera y desempeñó varias funciones en la Judicatura.  También se dedicó a la enseñanza y colaboró con Salomé Ureña de Henríquez en el “Instituto de Señoritas”.  El 29 de abril de 1880 se casó con Francisca Antonia Rodríguez Montaño, con quien procreó 18 hijos.  Desde muy joven, Penson se aficionó al periodismo y a la literatura.  En 1875 publicó el periódico La Idea, órgano de la Sociedad “Amigos del País”, de la que fue miembro notable.  En 1882 fundó El Telegrama, primera publicación diaria de la República Dominicana, la cual tuvo una existencia efímera.  Creó, además, los periódicos El Diario del Ozama (1883) y La Lucha Activa (1886).  También colaboró en los principales periódicos de la época.  En la literatura se distinguió como escritor y poeta, hizo incursiones en la crítica literaria, realizó estudios filológicos y folklóricos y traducciones de obras francesas e italianas.  Murió en 1901.

I.                   Cosas añejas en la literatura dominicana

Esta obra recoge tradiciones dominicanas de fines del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX.  César Nicolás Penson recopiló un conjunto de acontecimientos que permanecían depositados en archivos o en la tradición oral del pueblo. 

Al referirse a la importancia de Cosas añejas, José Alcántara Almánzar señala:

Su valor principal es histórico.  Si nos atenemos a la rigurosidad que debe observar la historia novelada, como la de acogerse siempre a documentos y datos exactos, salta a la vista que el intento en Penson es de tono menor en este sentido.  Pone énfasis fundamentalmente en ciertos acontecimientos –en su opinión importantes- y se basa casi con carácter exclusivo en la transmisión oral, al confiar en las relaciones hechas por ancianos en conversaciones directas para echar los cimientos de sus tradiciones.  No obstante, al autor trata de hallar aquí y allá, elementos descriptivos (ruinas, calles, iglesias, etc.) que fortalezcan y ubiquen correctamente la acción de sus relatos. [1]

En su estructura, la obra de Penson se compara a las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma y ambos textos se inscriben dentro de un tipo de escrito que surge durante siglo XIX y que busca “rescatar” el pasado y las tradiciones de las sociedades criollas en Hispanoamérica.

II.               Cosas añejas y sus contextos

1.       Contexto sociográfico

Con el título de Cosas añejas. Tradiciones y Episodios de Santo Domingo. Santo Domingo, Imp. Quisqueyana, 1891, X-270-LXXVII páginas, (Prólogo de Manuel de J. Galván, notas y apéndices), el 8 de marzo de 1891 sale la reseña de esta obra en el periódico El Teléfono.  Este periódico de cuatro páginas trae ese día una portada con grandes anuncios de la ferretería “El Gran Candado”, vendedora de “cimento portland en barriles y en cuñetes de un quintal”; de la compañía de ‘aseguros de vida del Canadá’ “The Sun” y del aceite “Luz de Diamante”.  Se anuncian, además, ofreciendo sus servicios en pequeños recuadros, José Joaquín Pérez, notario público; Federico Hohlt, corresponsal del Banco Alemán; Alberto Gautreau, cirujano y Federico Giraudi, profesor de piano, entre otros.  Se avisaba también la llegada de 12 “armoniums” al Bazar de Aybar Hermanos.

En la página dos El Teléfono presenta su editorial titulado “El Mensaje”, donde comenta el mensaje publicado por el presidente en ese entonces, Ulises Heureaux, conmemorando el 27 de febrero, día de la independencia dominicana.  Bajo la columna de “Sueltos”, sin firma, en esa misma página aparece textualmente esta noticia:

PUBLICACIONES

Como ofrenda á los dias de la patria, el Sr. César N. Pénson

ha publicado las primeras entregas del libro que con el título

de “Cosas Añejas”, comprende varios episodios y tradiciones

del pais. Laborioso ha sido el trabajo del ilustrado Sr. Pénson,

recojiendo aquí y allá esas tradiciones que coleccionadas, vienen

hoy á dar empuje á nuestra naciente literatura.Recomendamos

este libro a nuestros conciudadanos; merece ayuda eficaz quien

en noble empeño se esfuerza y trabaja en provecho de las letras nacionales.

En El Teléfono del 15 de mayo de 1891, en la página tres, se anuncia:

Cosas Añejas.

Tradiciones y episodios

de Santo Domingo.

por

César Nicolás Pénson.

Con un prólogo de D. Manuel de J. Galván

Esta obra, especialmente nacional, y de amena literatura, se está publicando actualmente, y se distribuye por entregas de 32 páginas en 8ª. Mayor.

De venta, casa del autor, Regina 19.A 15 cts. La entrega.¡A suscribirse, que se agota!

Importante: EL PAGO ES AL CONTADO, Y AL PRECIO DE CADA ENTREGA.Sin este requisito no podrá continuarse la edición de la obra.No cuesta más que $1.50 en cuatro meses.

En la página 3 de El Teléfono del 12 de abril de 1891, aparece este anuncio:

Cosas Añejas.

Tradiciones y Episodios de

Santo Domingo.

por

César Nicolás Penson.

Se participa que estando ya agotados las DOS PRIMERAS ENTREGAS de esta obra [700 ejemplares] por el favor que el público le ha dispensado, y reservadas las pocas que aun quedan para algunos suscritores, NO SE REPONDRAN entregas que se pierdan á ningún suscritor, por no ser posible y redundar además en perjuicio de la empresa.También se suplica á los que no hayan tomado mas que las dos primeras entregas y no quieran continuar la suscripción, que tengan la bondad de revender esas entregas, que harán falta.

Por la Agencia,

JOSE CRUZADO

Estos dos anuncios nos ofrecen el dato de que esta obra, en su primera edición, se vendió al público en cuatro partes y que el punto de venta era la misma casa del escritor.Se sabe que Penson se proponía publicar toda una serie de narraciones pero sólo publicó las once que integran su obra, tal como ha llegado hasta nosotros.

Cosas añejas sale a la luz pública en plena dictadura de Ulises Heureaux (Lilís), quien había arribado a su tercery consecutivo mandato el 27 de febrero de 1889.Durante este período, el General Heureaux se dedicó a prestar atención a las relaciones exteriores de su gobierno.En el año que nos ocupa (1891), Lilís firmó un tratado comercial con los Estados Unidos.En su trasfondo se estaría gestionando el arrendamiento de la bahía de Samaná, situada al noreste de la República Dominicana.La visita en julio de un barco de guerra norteamericano provocó una gran agitación popular contra el proyecto.Muy molesto, Heureaux publicó una declaración en la Gaceta Oficial en la que negaba la existencia de ofertas de venta o arrendamiento de la bahía.Además, el dictador se vio obligado a dejar sin efecto el tratado firmado con los norteamericanos, ya que los países europeos con los que la República Dominicana mantenía relaciones comerciales se opusieron al mismo, alegando que lesionaba sus intereses.

Las noticias que aparecen en los periódicos de ese año constituyen una buena fuente para conocer los contextos político, económico, social, histórico y cultural de la época.Veamos algunas noticias que aparecen en El Teléfono:El 4 de junio el periódico editorializa sobre la llegada, procedente de Francia, de la primera moneda nacional que Lilís había mandado a acuñar.Esta moneda de plata de baja ley (era fundamentalmente cobre), terminaría arruinando a muchos y contribuiría a desacreditar al gobierno lilisista. Paz, Orden y Progreso” [2] , el país trataba de incorporarse a los adelantos del momento.En un ejemplo de esto, El Teléfono del 10 de mayo, página dos, inserta un aviso en el que se exhorta a los habitantes de Santo Domingo a suscribirse al acueducto, “… un gran progreso que todos debemos apoyar”.En ese mismo periódico, con fecha del 19 de julio, “De la ‘Cartera de Viaje’ de un íntimo amigo nuestro recién llegado de las comarcas del Cibao”, se reproducen apuntes relativos a los progresos que han tenido Puerto Plata, Santiago, Moca y La Vega:

“En Santiago: “Ya la verdaderamente progresista “Progresista del Yaque” ha dotado á la ciudad con una ancha y cómoda calzada de ladrillos que de la Iglesia Mayor lleva al Cementerio… En Moca pude admirar dos mejoras: la reedificación del hermoso local de la Sociedad ‘Luz del Porvenir’ y el bellísimo templo ‘El corazón de Jesús’ que bajo la acertada dirección del Pbro. J. Luis Pérez se levantó en poco tiempo como por arte de magia… En La Vega hay ya muchas casas de mampostería de sólida y airosa construcción entre ellas las de Don Uladislao Fernández, Don Hermógenes Garcia, Don Silvestre Guzmán, Don Joaquín Gómez y la casa “Consistorial”… En Puerto Plata: Los primeros trabajos del Ferro-Carril Central, cuyo primero tramo debe unir a Santiago y á Puerto Plata, como que tiene electrizados á los laboriosos habitantes del distrito que, regocijados y llenos de ardor, pugnan por demostrar que merecen que el silvido de la locomotora retiemble en sus fértiles y poéticos campos.”

La vida cultural del país registra ese año la celebración de los 20 años de la “Sociedad Amigos del País” (El Teléfono del 18 de mayo), la selección de José Gabriel García como miembro de la Academia Venezolana de la Historia (El Teléfono del 11 de marzo), y la llegada de la escritora española Emilia Serrano, Baronesa de Wilson (El Teléfono del 7 de junio).

En noticias de carácter cívico, El Teléfono del 1 de octubre y sus números sucesivos, hasta diciembre, dan cuenta del listado de personas que forman una junta con el propósito de reparar la bóveda del templo de Santa Bárbara, destruida por un temporal.El editorial de este periódico, fechado el 11 de octubre, impele al gobierno a pagar los sueldos atrasados a los empleados públicos desde septiembre de 1890 hasta mayo de 1891.En El Teléfono del 15 de noviembre, página tres, se publican unas notas estadísticas sobre la relación de “defunciones habidas durante el año transcurrido del 1 de noviembre del pasado (1890) al 31 de octubre del presente, entre esta ciudad y sus ya anexidades de San Carlos, fijada á la entrada del Cementerio católico por su celoso guardián, el progresista señor José Maria Albert”, y que da cuenta de 479 defunciones, 267 varones y 212 hembras; 250 adultos y 229 niños.

En lo científico, en 1891 se funda la Asociacion Médica Dominicana.

La literatura mundial registra en ese año la publicación de El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde y Las aventuras de Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, entre otros.En el plano religioso, León XIII publica De Rerum Novarum.

    • Contexto significativo: ideas y conflictos

A través del análisis de los editoriales y algunas noticias sueltas insertas en El Teléfono, podemos darnos cuenta del antihaitianismo de la época, actitud de la que Penson se hace partícipe con su obra.En 1891, el gobierno dominicano mantenía una pugna constante y en todos los órdenes (político, económico y social) con el gobierno haitiano.El 18 de mayo, en su página tres, El Teléfono publica un artículo titulado “Siempre los mismos”, una crítica a los haitianos, quienes – dice este periódico – “aferrados á las preocupaciones de raza, no entienden la civilización sino á su manera.” En una noticia suelta, se lee:

“Haití está de plácemes con sus revoluciones y sus desórdenes; á cada instante se arma la de Cristo es Dios, y la sangre corre como cerveza en matrimonio.Paso al progreso!…”3

Las noticias antes citadas aluden, en un tono cargado de ironía, a la supuesta condición de inferioridad del pueblo haitiano, y lo presentan como pueblo inculto y, sobre todo, violento.

En la obra de Penson se percibe claramente el sentimiento antihaitiano que en esa época se fomentaba a nivel gubernamental y del cual la prensa se hacía eco.César Nicolás Penson era un asiduo colaborador de El Teléfono y otros periódicos, y su libro no escapa a esos influjos, como podemos percibir en los pasajes que aparecen a continuación, correspondientes a narraciones de Cosas añejas

…una casa solariega de antaño, tan azotada como todas por el salvajismo haitiano… [4] (“Drama horrendo”).

Allí vicios, allí crímenes, allí escándalos y algazara aromatizados con mucho aguardiente, sobre todo prácticas supersticiosas y además la castiza brujería que entre mañeses es sacramental y nacional; y por complemento, ranchos nauseabundos y bailes salvajes. [5] (“Las vírgenes de Galindo”)

“¡Profanación!” y “El santo y la colmena” son dos narraciones en las que Penson enfatiza la osadía y la actitud sacrílega atribuidas al pueblo haitiano, aspectos que sobresalen aún más en la tradición “Las vírgenes de Galindo”. Cuando se encuentran los cadáveres de las niñas salvajemente asesinadas, Penson escribe:

A la natural compasión uníase sorda ira reconcentrada, creídos como estaban de que los perpertradores eran haitianos, porque el instinto infalible del pueblo había señalado uno, dos o más entre ellos, ira que era fermento del odio de una raza hacia la raza enemiga eterna del nombre quisqueyano. [6]

En contraposición a este antihaitianismo, el escritor subraya sus sentimientos de filiación hacia la Madre Patria. Por ejemplo, en la narración que lleva por nombre “Barriga Verde”, Maese Polanco se asombra cuando el señor Escribano le propone ir a España

Maese Polanco se rascó la cabeza y quedó pensativo.Después de todo estaba satisfecho de que un principal caballero como aquel hubiese puesto su atención en su humilde persona, ya le retozaba allá en lo más recóndito el deseo de ver aquella madre España, que tan mal nos gobernada, pero que tenían en tan felices tiempos sobre el corazón los indomables hijos de esta tierra. [7]

En “¡Profanación!”, ante los desmanes hechos por los hermanos Ponthieux y sus amigos –todos haitianos- en las ruinas del Monasterio de San Francisco, Penson expresa:

Calaverada insigne, a modo de reto a las eminentes memorias que significaba semejante sitio, lanzado por dominadores del suelo patrio en desdoro de sus envidiables timbres, y a todo lo que era recuerdo del pasado poderío español que era el de nuestra raza en la América Latina.

Los ejemplos anteriores indican que Penson respondía a una concepción propia de su tiempo, por lo menos en lo referente al antihaitianismo, aunque no encontramos más justificación que lo literario para su hispanofilia.El antihaitianismo de Cosas añejas ha originado juicios contradictorios entre los intelectuales dominicanos. Así, Joaquín Balaguer se identifica con la nota antihaitiana de la obra de Penson y da a entender incluso que en Penson opera un instinto protector de la nacionalidad y la territorialidad dominicana. [8]

José Alcántara Almánzar se opone de manera tajante a la ideología que, según afirma, se vierte en la obra:

…César Nicolás Penson traduce los esfuerzos de la burguesía por estructurar un nuevo sentimiento –paralelo a la mencionada hispanofilia- destinado a refrendar una política de uso externo: el racismo antihaitiano.Hubo luchas entre Haití y República Dominicana.Todo el mundo lo sabe.Guerras, invasiones, destrucción, pillaje, muerte.Como en todas las guerras.Pero también había ocurrido con España, Inglaterra, Francia, con España de nuevo y con los Estados Unidos más de una vez en pleno siglo XX.El hecho de un enfrentamiento de pueblos en el que uno luchaba por su liberación del yugo colonial (Haití) y el otro servía de punta de lanza a la dominación metropolitana (Santo Domingo); el hecho de que uno expresara la opinión de sus gobernantes de que “la isla debe ser una e indivisible” (Haití) y otro luchara por la reafirmación económica, política y cultural y defendiera esa identidad de cualquier otro país (Santo Domingo), no es óbice para el fomento de un sentimiento –racista a todas luces- que ha estropeado el acercamiento de dominicanos y haitianos y su integración en la consecución de objetivos comunes.Toda esta mistificación, este prejuicio antihaitiano es creación de la clase dominante con el propósito de allanarse un terreno que facilite su dominación.Penson insiste en Cosas Añejas no sólo en el carácter brutal de la Ocupación Haitiana, sino en el peligro que para los dominicanos representa la presencia del negro en el oriente de la Isla: por su inferioridad, por su salvajismo, por su carencia de valores humanos positivos.Penson se hace instrumento de la burguesía para desarticular la posible y futura unidad de los explotados de Haití y República Dominicana. Su obra expresa con creces su filiación europeizante. [9]

 

Además del antihaitianismo, en Cosas añejas aparecen una serie de ideas y concepciones propias de la época y a las que el escritor alude a veces de manera velada. Las tradiciones “Drama horrendo” y “El martirio por la honra”, por ejemplo, recogen el tema de la honra como símbolo de una clase social que es capaz de llegar hasta el crimen con el propósito de preservar su buen nombre.Algunos conflictos, tales como el adulterio que aparece en “Muerte por muerte”, permiten a Penson hacer digresiones al respecto: “Es rasgo característico de las adúlteras el acordarse del deber sólo para ser altivas con los amantes.” [10] En “La Muerte del Padre Canales”, crimen cometido por Juan Rincón, hombre al que la justicia había dejado impune de un asesinato anterior, Penson se permite hacer una crítica a la sociedad que se vale de sus influencias para evadir la justicia. También externa sus juicios personales en torno a la política:“Notáronse muchas señales de gran movimiento y algazara en la ciudad, cosa que extrañó a todos, sin saber a qué atenerse, y temiendo un percance, dados los vuelcos y caprichos de una antojadiza señora que dizque política la llaman unos pueblos en infancia política del Nuevo Mundo, y que nos trae a mal traer va ya para medio siglo.” [11] (“Bajo Cabello o un rasgo audaz”).Penson también manifiesta abiertamente sus inclinaciones partidistas y critica a los gobierno rojo-baecistas cuyos errores eran arreglados- decía Penson-, por los gobiernos azules: “Las papeletas habían traído la ruina y la ruina el cambalache, el cambalache… sabe Dios lo que traería. ¡Pero siempre con los azules en el gobierno había esperanzas de algo! ¡Sé que fui muy azul, y a mucha honra!” [12]

3. Contexto estructural

Este libro está compuesto por once narraciones que Néstor Contín Aybar, en su Historia de la literatura dominicana, clasifica en tradiciones (“Drama horrendo”, “Barriga Verde”, “La muerte de Padre Canales”, “El martirio por la honra”, “Los tres que echaron a Pedro entre el pozo”,“Muerte por muerte” y “Las Vírgenes de Galindo”) y episodios (“Bajo Cabello o un rasgo audaz”, “¡Profanación!”, “Entre dos miedos” y “El santo y la colmena”). Todas las tradiciones, a excepción de “Barriga Verde”, se subdividen en dos o más capítulos. Al final el libro se complementa con unas “Notas del autor”, donde hace explicaciones a cada una de las tradiciones y episodios de su obra. Aparecen, además, unas coplas alusivas a la tradición “Los tres que echaron a Pedro entre el pozo” y una copia de la sentencia a los supuestos asesinos de “Las Vírgenes de Galindo”. La edición que utilizamos presenta, bajo el título de “Abreviaturas”, una interpretación de las abreviaturas con que designa Penson a las personas que le sirvieron de fuente para realizar sus narraciones.

  • Contexto formal: lenguaje, técnica narrativa, personajes y ambiente

En su libro, Penson se vale de formas del lenguaje culto e intercala frases, modismos y vocabulario populares.En las notas que añade al final de la obra, él realiza una labor filológica en la que explica muchos términos, tales como desgaritada, tutumpoten, animita, aciguatado, picúa, ñapa; frases como “pagar la jaba que el burro se comió”, “esos fueron los tres que echaron a Pedro entre el pozo”; o la jerga de los jugadores de barajas (“rabones”, “árboles de galera”, “gurupié”, “mato a mi cochino”, entre otros).

Penson utiliza moldes narrativos tradicionales, es decir, uso del narrador omniscente y el ordenamiento cronólogico de los hechos y, como dijimos antes, el autor aprovecha los sucesos narrados para insertar su opinión personal sobre cualquier asunto de la vida política, social o cultural del momento. Desde las primeras páginas del libro destacan la descripción de ambientes y la caracterización de personajes bien logrados.En breves palabras, el autor hace una descripción física, sicológica y moral de los principales personajes de sus tradiciones.Veamos algunos ejemplos:

 

Era el niño, al decir de unos deudos sobrevivientes del honrado menestral, lo que se llama un botón de rosa; muy blanco, sonrosado, de ojos azules, pelo rubio, nariz perfilada, cara redonda y lleno de carnes.Parecía inteligente. [13] (Descripción de Barriga Verde).

Era un hombre de regular estatura, grueso, de tez extremadamente blanca, cara redonda, con el pelo canuco, y que contaba poco más o menos de cincuenta y seis a cincuenta y ocho años de edad… Era de carácter, si no díscolo, al menos bastante malo, por lo cual tenía siempre sus disputas y se granjeó no pocas dificultades. [14] (Descripción del Padre Canales).

Doña Jacinta era vástago de buena familia.Blanca, gruesa, alta, y aunque algo entrada en edad, quedábanle buenas señales de que había sido real moza. Señora de costumbres a la antigua, misa diaria, rezo al alba, trisagio, novena y tercios y ayuno en cuaresma además de las vigilias; era su trato ameno y de genio alegre. [15] (Descripción de doña Jacinta Cabral en “Las Vírgenes del Galindo”).

Todos los personajes existieron, aunque la tradición, por los hechos en los que se vieron envueltos, ha tendido a exagerar en sus protagonistas algunos rasgos que Penson a su vez reinterpreta e idealiza.El escritor recurre al procedimiento de incorporar acontecimientos políticos que sucedieron en el momento al que alude la narración, o a mencionar figuras destacadas de la historia dominicana como una forma de recordar al lector la veracidad de lo narrado.Un ejemplo de ello lo encontramos en la tradición “La muerte del padre Canales”:

Sabido es que en esa época, de todos los conventos existentes aquí, sólo el de Dominicos y el de Jesuitas teñían, es decir, que eran aulas donde se formaba la juventud.Pero aunque San Francisco no tuviese tal privilegio, el Padre Perozo que era, …, hombre de letras, se había hecho cargo de dar por su cuenta la instrucción que era de rigor entonces a algunos jóvenes; y asistían a sus bancos, entre otros, el Dr. D. José Núñez de Cáceres, el primero en la verdadera independencia de Santo Domingo, alta gloria nuestra, el Dr. Faure, aquel Asesor general que protestó contra la entrega de Ogé y Chavanne y el Sr. José Joaquín Del Monte, padre del distinguido literato Sr. D. Félix Ma. Del Monte.

El ambiente en que acontecieron los hechos es recreado con fidelidad, ya que el autor no escatima en mencionar calles, en describir edificios del Santo Domingo de los siglos XVIII y XIX, o en incorporar elementos característicos de la época, como esta descripción de una volanta:

Bajo el arco de la histórica puerta del Conde, hoy del 27 de Febrero, pasaba en espléndido día de primavera, una de aquellas pesadas y macizas volantas, especie de carromato, elevado, de dos ruedas y sin muelles, tirados por briosa mula, que en aquella época llamaban, como a todo carruaje, según queda dicho, y rodaba con rumor sordo por el enlodado camino de Güibia o San Jerónimo.

O esta magnífica descripción de una casa de la época y su mobiliario:

El interior era tosco, amplio, de enrevesada distribución con muchas puertecitas, arcos, claraboyas, ventanejos y cuartucos.Las gruesas vigas al aire, las paredes blanqueadas con cal, alto arco en la entrada de la pared maestra provisto de formidables puertas; el friso por mitad de los muros, al óleo, de color oscuro, piso ladrillesco, cantederas en la sala con libros, y muchos palos de hamaca incrustados en las paredes.En fin, fortaleza por fuera yclaustro por dentro: tales eran estas grandes casas y casi todas las de esta histórica villa…El mobiliario original y recargado de la época, en que descollaban los tures, especie de sillones de caoba con asiento y respaldo de cordobán asegurado con tachuelas de cobre, adornaba profusamene la sala, en la cual se abrían unos balconcillos rechonchos.

En ocasiones, Penson recurre a sus propias vivencias para describir la atmósfera de una narración, como se observa en el siguiente pasaje, correspondiente a “Entre dos miedos”:

¡Cuadro temeroso aquel!Figúrate que había tiros por un lado y cólera por otro.Semejante época, por estas especialidades, merecería ser calificada así, la del cólera, el sitio y el cambalanche…Teníamos, además, un hambre macha; y se dieron casos en que por comer yuca amarga unas mujeres, y no advertirlo, se las llevó el demonche, esto es que se envenenaron.

Era hacía 1868, en mi tiempo, y puedo contarlo sin consultar oráculos ochentañales, y una de las tantas revueltas que como decoraciones de teatro dábamos al mundo en espectáculo casi diariamente, había venido a sitiar la Capital heroica en cañonazos clásicos.

En todas las tradiciones sobresalen las costumbres apreciables en la sociedad de la época:

 

En esa época (1836) no era cosa extraña hallarse a cada paso con personas entregadas a la devoción en público, tuvieran o no motivo para ello, que frecuentaban sacramentos, que hacían del templo su habitual morada, que vestían silicio y ensayaban todo linaje de penitencias, que iban entra la multitud como seres fuera del contacto impuro de lo mundano; especie de santos escapados, a quienes el pueblo sin mala intención, apellidaba “beatos”. [16] (“La muerte del Padre Canales”).

Su casa era el rendez-vous de la buena sociedad; y todas las prima-noches allí se charlaba en regla, se jugaba a la brisca y al burro, se ponían juegos de prendas, se discurría todo género de pasatiempos, se gastaban buenos refrescos, enredábanse aventuras amorosas, se conspiraba, llovían las finezas, y el gracejo y el salero se derrochaban allí como en la tierra de María Santísima. [17] (“Las vírgenes de Galindo”).

Sobre hábitos alimenticios encontramos estos pasajes

 

…entre ambos trabajaban el pan de huevo entonces muy en boga, [18] (“La muerte del Padre Canales”) …satisfacieron su hambre con buenas comidas de aquellas sabrosas de la época, remojadas con suculento chocolate y jengibre de la tierra. [19] (“Barriga Verde”); Grandes postas de carne del norte, con aditamento de patatas con profusión, galletas, arroz, queso, y los criollos y sacramentales pastelitos de harina y catibía que se oían armoniosamente chirriar en lagos de manteca [20] (“Bajo Cabello o un rasgo audaz”).

Las descripciones de las modas sobresalen por su exactitud en los detalles:

Podemos verla al venir de misa y entrar por el ancho portal, con su elegante traje de sarga negra provisto de ruedo de magnífico terciopelo, abrochado a la espalda y cerrado hasta la barbilla, de estrecha manga ajustada a la muñeca y levantada y abombada en el antebrazo por armadores de tela engomada.Cubría su pie calzado de negra seda; y era su peinado altísimo, sujeto con peineta de concha descomunal claveteada de puntitas de oro. La tradicional mantilla rebujaba no sin gracia los contornos de su espalda. [21] (“El martirio por la honra”).

La siguiente descripción está hecha con gran ingenio y humor:

 

¡Vamos!, ¿y el sexo feo?¡Su vestimenta tenía que ver!Estrechos pantalones de casimir, casacas largas y puntiagudas, de altísimo talle y escasa tela por delante y ridículas si Dios manda, co cuello de pana amparando las orejas íbanse riendo unas de otras; y esto, por más que el chaleco ombliguero y cuadrado, sobre el cual descansaba la gruesa cadena de oro del reloj, pugnaba por guardar cierta gravedad y parecía decir a las piezas sus vecinas; “¡quietos, señores!”Arriba, la camisa de lino, de cuello levantado más alto que la barbilla y como un istmo que la unía al pantalón, el ampuloso, revuelto y rumboso gregorillo entre cuyos vuelos relucían como ojo de gato en la oscuridad, varios botonazos de oro como soles o algunas esmeraldas.La corbata, ancha, de olán batista, bien podía servir de pañales para un caso ocurrente; y elegantes botas crujían por dentro del pantalón, o si no eran los zapatos bajos de becerro en întimo coloquio con medias negras de seda; y no se quedaban en zaga los pañuelos de batista bordados que aguantaban el ímpetu de las descargas de las narices atarugadas de rapé, muy bueno es verdad, como de la tierra. [22] (“Las vírgenes de Galindo”).

  • Romanticismo y Cosas añejas

El romanticismo dominicano es la mejor expresión cultural que se produce en el XIX, en cuanto a literatura y arte insular, y fue, como en Europa y América, una expresión genuina de amor local, de estimación histórica, de exaltación patriótica y sujeción lírica.Movimiento tardío respecto a otras latitudes, se nutre del nativismo, criollismo, indigenismo, intimismo y de una serie de postulados civilizadores y de formalidades del clasicismo academicista.

José Alcántara Almánzar refiere que en la decadencia del romanticismo surgen tres subcorrientes: el nativismo, el costumbrismo y el tradicionismo.Este último él lo caracteriza en los siguientes términos: “El tradicionismo retrocede en el tiempo a fin de rescatar las formas de vida, las costumbres y los modos de pensar y sentir de los hombres del pasado para ofrecerlos, convertidos ya en legado artístico, a las generaciones del presente y del porvenir.Esta subcorriente presenta relatos, cuadros y novelas, los episodios o sucesos que permanecían depositados en documentos y archivos, cartas y relaciones, o se diluían lentamente en las mentes de testigos oculares de épocas pretéritas.” [23]

Tanto las características del romanticismo como las del tradicionismo pueden ser constatadas en Cosas añejas.El amor local se manifiesta en la descripción del ambiente y las costumbres del Santo Domingo colonial, a lo que se añade la evocación de cosas ya perdidas, como descripción de la volanta que citamos antes.La estimación histórica se percibe en el hecho de que el autor no vacila en incorporar nombres de personajes históricos y fragmentos de la historia dominicana en las narraciones.Esta afirmación se puede comprobar en “la muerte del Padre Canales”, “¡Profanación!”, “Entre dos miedos”, “Los tres que echaron a Pedro entre el pozo”, “Las vírgenes de Galindo”, “Muerte por muerte” y “El santo y la colmena”.La exaltación patriótica la observamos cuando analizamos las ideas y conflictos que contiene la obra.La sujeción lírica se encuentra en las imágenes románticas que emplea el autor en las narraciones (ver “Las vírgenes de Galindo”, “Muerte por muerte”, “Drama horrendo” y “El matirio por la honra”).De esta última tradición se extraen los siguientes pasajes:

La joven aquella era hoja de rosa.De cutis con el color y la tersura del melocotón, de húmedos y brillantes ojos, labios de flor de granado, nariz de forma escultórica como de estatua griega, y frente de curva sueve sobre la cual posaban amorosamente rizos cabellos castaños.Su talle erguíase airoso como brote de palma nueva en movimiento blando y como ésta, llena de majestad.

Los naranjos y granados en flor despedían perfumes sabeos por lo penetrantes y suaves, cubriendo el recién barrido suelo de un alfombrado de blanquísimo nácar los primeros.

Estos dos anuncios nos ofrecen el dato de que esta obra, en su primera edición, se vendió al público en cuatro partes y que el punto de venta era la misma casa del escritor.  Se sabe que Penson se proponía publicar toda una serie de narraciones pero sólo publicó las once que integran su obra, tal como ha llegado hasta nosotros.

Cosas añejas sale a la luz pública en plena dictadura de Ulises Heureaux (Lilís), quien había arribado a su tercer  y consecutivo mandato el 27 de febrero de 1889.  Durante este período, el General Heureaux se dedicó a prestar atención a las relaciones exteriores de su gobierno.  En el año que nos ocupa (1891), Lilís firmó un tratado comercial con los Estados Unidos.  En su trasfondo se estaría gestionando el arrendamiento de la bahía de Samaná, situada al noreste de la República Dominicana.  La visita en julio de un barco de guerra norteamericano provocó una gran agitación popular contra el proyecto.  Muy molesto, Heureaux publicó una declaración en la Gaceta Oficial en la que negaba la existencia de ofertas de venta o arrendamiento de la bahía.  Además, el dictador se vio obligado a dejar sin efecto el tratado firmado con los norteamericanos, ya que los países europeos con los que la República Dominicana mantenía relaciones comerciales se opusieron al mismo, alegando que lesionaba sus intereses.

Las noticias que aparecen en los periódicos de ese año constituyen una buena fuente para conocer los contextos político, económico, social, histórico y cultural de la época.  Veamos algunas noticias que aparecen en El Teléfono:  El 4 de junio el periódico editorializa sobre la llegada, procedente de Francia, de la primera moneda nacional que Lilís había mandado a acuñar.  Esta moneda de plata de baja ley (era fundamentalmente cobre), terminaría arruinando a muchos y contribuiría a desacreditar al gobierno lilisista.

Bajo las influencias de “Paz, Orden y Progreso”[2], el país trataba de incorporarse a los adelantos del momento.  En un ejemplo de esto, El Teléfono del 10 de mayo, página dos, inserta un aviso en el que se exhorta a los habitantes de Santo Domingo a suscribirse al acueducto, “… un gran progreso que todos debemos apoyar”.  En ese mismo periódico, con fecha del 19 de julio, “De la ‘Cartera de Viaje’ de un íntimo amigo nuestro recién llegado de las comarcas del Cibao”, se reproducen apuntes relativos a los progresos que han tenido Puerto Plata, Santiago, Moca y La Vega:

“En Santiago: “Ya la verdaderamente progresista “Progresista del Yaque” ha dotado á la ciudad con una ancha y cómoda calzada de ladrillos que de la Iglesia Mayor lleva al Cementerio… En Moca pude admirar dos mejoras: la reedificación del hermoso local de la Sociedad ‘Luz del Porvenir’ y el bellísimo templo ‘El corazón de Jesús’ que bajo la acertada dirección del Pbro. J. Luis Pérez se levantó en poco tiempo como por arte de magia… En La Vega hay ya muchas casas de mampostería de sólida y airosa construcción entre ellas las de Don Uladislao Fernández, Don Hermógenes Garcia, Don Silvestre Guzmán, Don Joaquín Gómez y la casa “Consistorial”… En Puerto Plata: Los primeros trabajos del Ferro-Carril Central, cuyo primero tramo debe unir a Santiago y á Puerto Plata, como que tiene electrizados á los laboriosos habitantes del distrito que, regocijados y llenos de ardor, pugnan por demostrar que merecen que el silvido de la locomotora retiemble en sus fértiles y poéticos campos.”

 La vida cultural del país registra ese año la celebración de los 20 años de la “Sociedad Amigos del País” (El Teléfono del 18 de mayo), la selección de José Gabriel García como miembro de la Academia Venezolana de la Historia (El Teléfono del 11 de marzo), y la llegada de la escritora española Emilia Serrano, Baronesa de Wilson (El Teléfono del 7 de junio).

En noticias de carácter cívico, El Teléfono del 1 de octubre y sus números sucesivos, hasta diciembre, dan cuenta del listado de personas que forman una junta con el propósito de reparar la bóveda del templo de Santa Bárbara, destruida por un temporal.  El editorial de este periódico, fechado el 11 de octubre, impele al gobierno a pagar los sueldos atrasados a los empleados públicos desde septiembre de 1890 hasta mayo de 1891.  En El Teléfono del 15 de noviembre, página tres, se publican unas notas estadísticas sobre la relación de “defunciones habidas durante el año transcurrido del 1 de noviembre del pasado (1890) al 31 de octubre del presente, entre esta ciudad y sus ya anexidades de San Carlos, fijada á la entrada del Cementerio católico por su celoso guardián, el progresista señor José Maria Albert”, y que da cuenta de 479 defunciones, 267 varones y 212 hembras; 250 adultos y 229 niños.

En lo científico, en 1891 se funda la Asociacion Médica Dominicana. 

La literatura mundial registra en ese año la publicación de El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde y Las aventuras de Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, entre otros.  En el plano religioso, León XIII publica De Rerum Novarum.

2.      Contexto significativo: ideas y conflictos

A través del análisis de los editoriales y algunas noticias sueltas insertas en El Teléfono, podemos darnos cuenta del antihaitianismo de la época, actitud de la que Penson se hace partícipe con su obra.  En 1891, el gobierno dominicano mantenía una pugna constante y en todos los órdenes (político, económico y social) con el gobierno haitiano.  El 18 de mayo, en su página tres, El Teléfono publica un artículo titulado “Siempre los mismos”, una crítica a los haitianos, quienes – dice este periódico – “aferrados á las preocupaciones de raza, no entienden la civilización sino á su manera.” En una noticia suelta, se lee:

“Haití está de plácemes con sus revoluciones y sus desórdenes; á cada instante se arma la de Cristo es Dios, y la sangre corre como cerveza en matrimonio.  Paso al progreso!…”[3]

Las noticias antes citadas aluden, en un tono cargado de ironía, a la supuesta condición de inferioridad del pueblo haitiano, y lo presentan como pueblo inculto y, sobre todo, violento.

En la obra de Penson se percibe claramente el sentimiento antihaitiano que en esa época se fomentaba a nivel gubernamental y del cual la prensa se hacía eco.  César Nicolás Penson era un asiduo colaborador de El Teléfono y otros periódicos, y su libro no escapa a esos influjos, como podemos percibir en los pasajes que aparecen a continuación, correspondientes a narraciones de Cosas añejas:

…una casa solariega de antaño, tan azotada como todas por el salvajismo haitiano…[4] (“Drama horrendo”).

Allí vicios, allí crímenes, allí escándalos y algazara aromatizados con mucho aguardiente, sobre todo prácticas supersticiosas y además la castiza brujería que entre mañeses es sacramental y nacional; y por complemento, ranchos nauseabundos y bailes salvajes.[5] (“Las vírgenes de Galindo”).

“¡Profanación!” y “El santo y la colmena” son dos narraciones en las que Penson enfatiza la osadía y la actitud sacrílega atribuidas al pueblo haitiano, aspectos que sobresalen aún más en la tradición “Las vírgenes de Galindo”. Cuando se encuentran los cadáveres de las niñas salvajemente asesinadas, Penson escribe:

A la natural compasión uníase sorda ira reconcentrada, creídos como estaban de que los perpertradores eran haitianos, porque el instinto infalible del pueblo había señalado uno, dos o más entre ellos, ira que era fermento del odio de una raza hacia la raza enemiga eterna del nombre quisqueyano.[6]

En contraposición a este antihaitianismo, el escritor subraya sus sentimientos de filiación hacia la Madre Patria.  Por ejemplo, en la narración que lleva por nombre “Barriga Verde”, Maese Polanco se asombra cuando el señor Escribano le propone ir a España:

Maese Polanco se rascó la cabeza y quedó pensativo.  Después de todo estaba satisfecho de que un principal caballero como aquel hubiese puesto su atención en su humilde persona, ya le retozaba allá en lo más recóndito el deseo de ver aquella madre España, que tan mal nos gobernada, pero que tenían en tan felices tiempos sobre el corazón los indomables hijos de esta tierra.[7]

En “¡Profanación!”, ante los desmanes hechos por los hermanos Ponthieux y sus amigos –todos haitianos- en las ruinas del Monasterio de San Francisco, Penson expresa;

Calaverada insigne, a modo de reto a las eminentes memorias que significaba semejante sitio, lanzado por dominadores del suelo patrio en desdoro de sus envidiables timbres, y a todo lo que era recuerdo del pasado poderío español que era el de nuestra raza en la América Latina.[8]

Los ejemplos anteriores indican que Penson respondía a una concepción propia de su tiempo, por lo menos en lo referente al antihaitianismo, aunque no encontramos más justificación que lo literario para su hispanofilia.  El antihaitianismo de Cosas añejas ha originado juicios contradictorios entre los intelectuales dominicanos. Así, Joaquín Balaguer se identifica con la nota antihaitiana de la obra de Penson y da a entender incluso que en Penson opera un instinto protector de la nacionalidad y la territorialidad dominicana.[9]

José Alcántara Almánzar se opone de manera tajante a la ideología que, según afirma, se vierte en la obra:

…César Nicolás Penson traduce los esfuerzos de la burguesía por estructurar un nuevo sentimiento –paralelo a la mencionada hispanofilia- destinado a refrendar una política de uso externo: el racismo antihaitiano.  Hubo luchas entre Haití y República Dominicana.  Todo el mundo lo sabe.  Guerras, invasiones, destrucción, pillaje, muerte.  Como en todas las guerras.  Pero también había ocurrido con España, Inglaterra, Francia, con España de nuevo y con los Estados Unidos más de una vez en pleno siglo XX.  El hecho de un enfrentamiento de pueblos en el que uno luchaba por su liberación del yugo colonial (Haití) y el otro servía de punta de lanza a la dominación metropolitana (Santo Domingo); el hecho de que uno expresara la opinión de sus gobernantes de que “la isla debe ser una e indivisible” (Haití) y otro luchara por la reafirmación económica, política y cultural y defendiera esa identidad de cualquier otro país (Santo Domingo), no es óbice para el fomento de un sentimiento –racista a todas luces- que ha estropeado el acercamiento de dominicanos y haitianos y su integración en la consecución de objetivos comunes.  Toda esta mistificación, este prejuicio antihaitiano es creación de la clase dominante con el propósito de allanarse un terreno que facilite su dominación.  Penson insiste en Cosas Añejas no sólo en el carácter brutal de la Ocupación Haitiana, sino en el peligro que para los dominicanos representa la presencia del negro en el oriente de la Isla: por su inferioridad, por su salvajismo, por su carencia de valores humanos positivos.  Penson se hace instrumento de la burguesía para desarticular la posible y futura unidad de los explotados de Haití y República Dominicana. Su obra expresa con creces su filiación europeizante.[10]

Además del antihaitianismo, en Cosas añejas aparecen una serie de ideas y concepciones propias de la época y a las que el escritor alude a veces de manera velada. Las tradiciones “Drama horrendo” y “El martirio por la honra”, por ejemplo, recogen el tema de la honra como símbolo de una clase social que es capaz de llegar hasta el crimen con el propósito de preservar su buen nombre.  Algunos conflictos, tales como el adulterio que aparece en “Muerte por muerte”, permiten a Penson hacer digresiones al respecto: “Es rasgo característico de las adúlteras el acordarse del deber sólo para ser altivas con los amantes.”[11]  En “La Muerte del Padre Canales”, crimen cometido por Juan Rincón, hombre al que la justicia había dejado impune de un asesinato anterior, Penson se permite hacer una crítica a la sociedad que se vale de sus influencias para evadir la justicia. También externa sus juicios personales en torno a la política:  “Notáronse muchas señales de gran movimiento y algazara en la ciudad, cosa que extrañó a todos, sin saber a qué atenerse, y temiendo un percance, dados los vuelcos y caprichos de una antojadiza señora que dizque política la llaman unos pueblos en infancia política del Nuevo Mundo, y que nos trae a mal traer va ya para medio siglo.”[12] (“Bajo Cabello o un rasgo audaz”).  Penson también manifiesta abiertamente sus inclinaciones partidistas y critica a los gobierno rojo-baecistas cuyos errores eran arreglados- decía Penson-, por los gobiernos azules: “Las papeletas habían traído la ruina y la ruina el cambalache, el cambalache… sabe Dios lo que traería. ¡Pero siempre con los azules en el gobierno había esperanzas de algo! ¡Sé que fui muy azul, y a mucha honra!”[13]

3. Contexto estructural

Este libro está compuesto por once narraciones que Néstor Contín Aybar, en su Historia de la literatura dominicana, clasifica en tradiciones (“Drama horrendo”, “Barriga Verde”, “La muerte de Padre Canales”, “El martirio por la honra”, “Los tres que echaron a Pedro entre el pozo”,  “Muerte por muerte” y “Las Vírgenes de Galindo”) y episodios (“Bajo Cabello o un rasgo audaz”, “¡Profanación!”, “Entre dos miedos” y “El santo y la colmena”). Todas las tradiciones, a excepción de “Barriga Verde”, se subdividen en dos o más capítulos. Al final el libro se complementa con unas “Notas del autor”, donde hace explicaciones a cada una de las tradiciones y episodios de su obra. Aparecen, además, unas coplas alusivas a la tradición “Los tres que echaron a Pedro entre el pozo” y una copia de la sentencia a los supuestos asesinos de “Las Vírgenes de Galindo”. La edición que utilizamos presenta, bajo el título de “Abreviaturas”, una interpretación de las abreviaturas con que designa Penson a las personas que le sirvieron de fuente para realizar sus narraciones.

4.      Contexto formal: lenguaje, técnica narrativa, personajes y ambiente

En su libro, Penson se vale de formas del lenguaje culto e intercala frases, modismos y vocabulario populares.  En las notas que añade al final de la obra, él realiza una labor filológica en la que explica muchos términos, tales como desgaritada, tutumpoten, animita, aciguatado, picúa, ñapa; frases como “pagar la jaba que el burro se comió”, “esos fueron los tres que echaron a Pedro entre el pozo”; o la jerga de los jugadores de barajas (“rabones”, “árboles de galera”, “gurupié”, “mato a mi cochino”, entre otros).

Penson utiliza moldes narrativos tradicionales, es decir, uso del narrador omniscente y el ordenamiento cronólogico de los hechos y, como dijimos antes, el autor aprovecha los sucesos narrados para insertar su opinión personal sobre cualquier asunto de la vida política, social o cultural del momento. Desde las primeras páginas del libro destacan la descripción de ambientes y la caracterización de personajes bien logrados.  En breves palabras, el autor hace una descripción física, sicológica y moral de los principales personajes de sus tradiciones.  Veamos algunos ejemplos:

Era el niño, al decir de unos deudos sobrevivientes del honrado menestral, lo que se llama un botón de rosa; muy blanco, sonrosado, de ojos azules, pelo rubio, nariz perfilada, cara redonda y lleno de carnes.  Parecía inteligente.[14] (Descripción de Barriga Verde).

Era un hombre de regular estatura, grueso, de tez extremadamente blanca, cara redonda, con el pelo canuco, y que contaba poco más o menos de cincuenta y seis a cincuenta y ocho años de edad… Era de carácter, si no díscolo, al menos bastante malo, por lo cual tenía siempre sus disputas y se granjeó no pocas dificultades.[15] (Descripción del Padre Canales).

Doña Jacinta era vástago de buena familia.  Blanca, gruesa, alta, y aunque algo entrada en edad, quedábanle buenas señales de que había sido real moza. Señora de costumbres a la antigua, misa diaria, rezo al alba, trisagio, novena y tercios y ayuno en cuaresma además de las vigilias; era su trato ameno y de genio alegre.[16] (Descripción de doña Jacinta Cabral en “Las Vírgenes del Galindo”).

Todos los personajes existieron, aunque la tradición, por los hechos en los que se vieron envueltos, ha tendido a exagerar en sus protagonistas algunos rasgos que Penson a su vez reinterpreta e idealiza.  El escritor recurre al procedimiento de incorporar acontecimientos políticos que sucedieron en el momento al que alude la narración, o a mencionar figuras destacadas de la historia dominicana como una forma de recordar al lector la veracidad de lo narrado.  Un ejemplo de ello lo encontramos en la tradición “La muerte del padre Canales”:

Sabido es que en esa época, de todos los conventos existentes aquí, sólo el de Dominicos y el de Jesuitas teñían, es decir, que eran aulas donde se formaba la juventud.  Pero aunque San Francisco no tuviese tal privilegio, el Padre Perozo que era, …, hombre de letras, se había hecho cargo de dar por su cuenta la instrucción que era de rigor entonces a algunos jóvenes; y asistían a sus bancos, entre otros, el Dr. D. José Núñez de Cáceres, el primero en la verdadera independencia de Santo Domingo, alta gloria nuestra, el Dr. Faure, aquel Asesor general que protestó contra la entrega de Ogé y Chavanne y el Sr. José Joaquín Del Monte, padre del distinguido literato Sr. D. Félix Ma. Del Monte. [17]

El ambiente en que acontecieron los hechos es recreado con fidelidad, ya que el autor no escatima en mencionar calles, en describir edificios del Santo Domingo de los siglos XVIII y XIX, o en incorporar elementos característicos de la época, como esta descripción de una volanta:

Bajo el arco de la histórica puerta del Conde, hoy del 27 de Febrero, pasaba en espléndido día de primavera, una de aquellas pesadas y macizas volantas, especie de carromato, elevado, de dos ruedas y sin muelles, tirados por briosa mula, que en aquella época llamaban, como a todo carruaje, según queda dicho, y rodaba con rumor sordo por el enlodado camino de Güibia o San Jerónimo.[18]

O esta magnífica descripción de una casa de la época y su mobiliario:

El interior era tosco, amplio, de enrevesada distribución con muchas puertecitas, arcos, claraboyas, ventanejos y cuartucos.  Las gruesas vigas al aire, las paredes blanqueadas con cal, alto arco en la entrada de la pared maestra provisto de formidables puertas; el friso por mitad de los muros, al óleo, de color oscuro, piso ladrillesco, cantederas en la sala con libros, y muchos palos de hamaca incrustados en las paredes.  En fin, fortaleza por fuera y  claustro por dentro: tales eran estas grandes casas y casi todas las de esta histórica villa…El mobiliario original y recargado de la época, en que descollaban los tures, especie de sillones de caoba con asiento y respaldo de cordobán asegurado con tachuelas de cobre, adornaba profusamene la sala, en la cual se abrían unos balconcillos rechonchos.[19]

En ocasiones, Penson recurre a sus propias vivencias para describir la atmósfera de una narración, como se observa en el siguiente pasaje, correspondiente a “Entre dos miedos”:

¡Cuadro temeroso aquel!  Figúrate que había tiros por un lado y cólera por otro.  Semejante época, por estas especialidades, merecería ser calificada así, la del cólera, el sitio y el cambalanche…Teníamos, además, un hambre macha; y se dieron casos en que por comer yuca amarga unas mujeres, y no advertirlo, se las llevó el demonche, esto es que se envenenaron. 

Era hacía 1868, en mi tiempo, y puedo contarlo sin consultar oráculos ochentañales, y una de las tantas revueltas que como decoraciones de teatro dábamos al mundo en espectáculo casi diariamente, había venido a sitiar la Capital heroica en cañonazos clásicos.[20]

En todas las tradiciones sobresalen las costumbres apreciables en la sociedad de la época:

En esa época (1836) no era cosa extraña hallarse a cada paso con personas entregadas a la devoción en público, tuvieran o no motivo para ello, que frecuentaban sacramentos, que hacían del templo su habitual morada, que vestían silicio y ensayaban todo linaje de penitencias, que iban entra la multitud como seres fuera del contacto impuro de lo mundano; especie de santos escapados, a quienes el pueblo sin mala intención, apellidaba “beatos”.[21] (“La muerte del Padre Canales”).

Su casa era el rendez-vous de la buena sociedad; y todas las prima-noches allí se charlaba en regla, se jugaba a la brisca y al burro, se ponían juegos de prendas, se discurría todo género de pasatiempos, se gastaban buenos refrescos, enredábanse aventuras amorosas, se conspiraba, llovían las finezas, y el gracejo y el salero se derrochaban allí como en la tierra de María Santísima.[22] (“Las vírgenes de Galindo”).

Sobre hábitos alimenticios encontramos estos pasajes:

…entre ambos trabajaban el pan de huevo entonces muy en boga,[23] (“La muerte del Padre Canales”) …satisfacieron su hambre con buenas comidas de aquellas sabrosas de la época, remojadas con suculento chocolate y jengibre de la tierra.[24] (“Barriga Verde”); Grandes postas de carne del norte, con aditamento de patatas con profusión, galletas, arroz, queso, y los criollos y sacramentales pastelitos de harina y catibía que se oían armoniosamente chirriar en lagos de manteca [25] (“Bajo Cabello o un rasgo audaz”).

Las descripciones de las modas sobresalen por su exactitud en los detalles:

Podemos verla al venir de misa y entrar por el ancho portal, con su elegante traje de sarga negra provisto de ruedo de magnífico terciopelo, abrochado a la espalda y cerrado hasta la barbilla, de estrecha manga ajustada a la muñeca y levantada y abombada en el antebrazo por armadores de tela engomada.  Cubría su pie calzado de negra seda; y era su peinado altísimo, sujeto con peineta de concha descomunal claveteada de puntitas de oro.  La tradicional mantilla rebujaba no sin gracia los contornos de su espalda.[26] (“El martirio por la honra”).

La siguiente descripción está hecha con gran ingenio y humor:

¡Vamos!, ¿y el sexo feo?  ¡Su vestimenta tenía que ver!  Estrechos pantalones de casimir, casacas largas y puntiagudas, de altísimo talle y escasa tela por delante y ridículas si Dios manda, co cuello de pana amparando las orejas íbanse riendo unas de otras; y esto, por más que el chaleco ombliguero y cuadrado, sobre el cual descansaba la gruesa cadena de oro del reloj, pugnaba por guardar cierta gravedad y parecía decir a las piezas sus vecinas; “¡quietos, señores!”  Arriba, la camisa de lino, de cuello levantado más alto que la barbilla y como un istmo que la unía al pantalón, el ampuloso, revuelto y rumboso gregorillo entre cuyos vuelos relucían como ojo de gato en la oscuridad, varios botonazos de oro como soles o algunas esmeraldas.  La corbata, ancha, de olán batista, bien podía servir de pañales para un caso ocurrente; y elegantes botas crujían por dentro del pantalón, o si no eran los zapatos bajos de becerro en întimo coloquio con medias negras de seda; y no se quedaban en zaga los pañuelos de batista bordados que aguantaban el ímpetu de las descargas de las narices atarugadas de rapé, muy bueno es verdad, como de la tierra.[27]  (“Las vírgenes de Galindo”).

III.            Romanticismo y Cosas añejas

El romanticismo dominicano es la mejor expresión cultural que se produce en el XIX, en cuanto a literatura y arte insular, y fue, como en Europa y América, una expresión genuina de amor local, de estimación histórica, de exaltación patriótica y sujeción lírica.  Movimiento tardío respecto a otras latitudes, se nutre del nativismo, criollismo, indigenismo, intimismo y de una serie de postulados civilizadores y de formalidades del clasicismo academicista.[28]

José Alcántara Almánzar refiere que en la decadencia del romanticismo surgen tres subcorrientes: el nativismo, el costumbrismo y el tradicionismo.  Este último él lo caracteriza en los siguientes términos: “El tradicionismo retrocede en el tiempo a fin de rescatar las formas de vida, las costumbres y los modos de pensar y sentir de los hombres del pasado para ofrecerlos, convertidos ya en legado artístico, a las generaciones del presente y del porvenir.  Esta subcorriente presenta relatos, cuadros y novelas, los episodios o sucesos que permanecían depositados en documentos y archivos, cartas y relaciones, o se diluían lentamente en las mentes de testigos oculares de épocas pretéritas.”[29]

Tanto las características del romanticismo como las del tradicionismo pueden ser constatadas en Cosas añejas.  El amor local se manifiesta en la descripción del ambiente y las costumbres del Santo Domingo colonial, a lo que se añade la evocación de cosas ya perdidas, como descripción de la volanta que citamos antes.  La estimación histórica se percibe en el hecho de que el autor no vacila en incorporar nombres de personajes históricos y fragmentos de la historia dominicana en las narraciones.  Esta afirmación se puede comprobar en “la muerte del Padre Canales”, “¡Profanación!”, “Entre dos miedos”, “Los tres que echaron a Pedro entre el pozo”, “Las vírgenes de Galindo”, “Muerte por muerte” y “El santo y la colmena”.  La exaltación patriótica la observamos cuando analizamos las ideas y conflictos que contiene la obra.  La sujeción lírica se encuentra en las imágenes románticas que emplea el autor en las narraciones (ver “Las vírgenes de Galindo”, “Muerte por muerte”, “Drama horrendo” y “El matirio por la honra”).  De esta última tradición se extraen los siguientes pasajes:

La joven aquella era hoja de rosa.  De cutis con el color y la tersura del melocotón, de húmedos y brillantes ojos, labios de flor de granado, nariz de forma escultórica como de estatua griega, y frente de curva sueve sobre la cual posaban amorosamente rizos cabellos castaños.  Su talle erguíase airoso como brote de palma nueva en movimiento blando y como ésta, llena de majestad.[30]

Los naranjos y granados en flor despedían perfumes sabeos por lo penetrantes y suaves, cubriendo el recién barrido suelo de un alfombrado de blanquísimo nácar los primeros.[31]

La reconstrucción del marco epocal en el que se origina una obra literaria permite al lector obtener una versión más completa de dicha obra.  Esta investigación se limitó al estudio de la fecha de publicación de Cosas añejas (el año 1891), a través de libros de historia y del periódico El Teléfono.  Podemos afirmar que la hispanofilia de que se acusa a Penson podría asociarse a la nostalgia propia del fin de siglo, para la que todo tiempo pasado fue mejor, ya que no encontramos un culto explícito hacia lo español, por lo menos durante el año al que se restringe esta investigación.  Al aplicar el estudio del marco sociográfico al análisis del libro, sí pudimos corroborar la actitud antihaitiana que César Nicolás Penson acusa en su obra y que ha sido el elemento más cuestionado de la misma.  La actidud de Penson se correspondía a la manera de pensar y de sentir de su época.  Si se leen los periódicos de ese entonces, el antihaitianismo aflora a tono con las ideas de salvaguardar la territorialidad y la dignidad del país en un momento en que la prensa se hacía eco de conflictos entre los dos países.  A más de cien años de haber sido escrita, las circunstancias sociográficas que influenciaron la escritura de Cosas añejas hoy en día son material noticioso en la República Dominicana.  La gran similaridad que existe entre los discursos de la prensa y los intelectuales decimonónicos y la prensa y los intelectuales dominicanos del siglo XXI plantean la necesidad de mantener bajo constante análisis el antihaitianismo, la corrupción y el tráfico de influencias, y su vigencia como temas recurrentes en la sociedad dominicana.

Bibliografía

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Contín Aybar, Néstor. Historia de la literatura dominicana.  San Pedro de Macorís: UCE, Tomo II, 1983.

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González Pérez, Aníbal. "El periodismo en las Tradiciones peruanas de Ricardo

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Penson, César Nicolás. Cosas añejas.  Santo Domingo: Taller, 1972.

Welles, Sumner. La viña de Naboth.  Santo Domingo: Taller, Tomo I, 1975.



[1]               José Alcántara Almánzar,  Prólogo a Cosas añejas  II.

[2]               Valentina Peguero y Danilo de los Santos, Visión general de la historia dominicana. 26.

[3]               El Teléfono, 4 de junio de 1891, 3.

[4]              César Nicolás Penson. Cosas añejas (Santo Domingo, Taller, 1972) 3. Todas las referencias bibliográficas se refieren a esta edición.

[5]               Véase Cosas añejas 212.

[6]              Cosas añejas 244.

[7]               Cosas añejas 36.

[8]              Cosas añejas 80.

[9]              A este respecto, Balaguer escribe: “Tal vez la nota que mayor simpatía despierta en la colección de tradiciones de César Nicolás Penson es la de la sana emoción patriótica con que se exalta en ellas el nombre del país y con que se trata de excitar en el pueblo, mediante el contacto con la tradición, el sentimiento de su personalidad enervada.  Con frecuencia el apóstrofe violento interrumpe la narración e ilumina la frase que se llena de púas vengadoras, cuando el tradicionalista recuerda algún acto de piratería cometido contra algunos de nuestros monumentos artísticos por el salvajismo haitiano. La labor literaria de César Nicolás Penson no se halla sólo dirigida por el sentimiento de la belleza y por la pasión del anticuario.  Su obra se encuentra inspirada por un propósito más alto: el de defender, contra peligrosos factores que tenían su asiento en la parte occidental de la isla, nuestra fisonomía étnica e histórica.  Para eso se hizo tradicionalista y filólogo”. (Letras dominicanas 86-87).

[10]             José Alcántara Almánzar, Narrativa y sociedad en Hispanoamérica 14.

[11]              Cosas añejas 174.

[12]              Cosas añejas 28.

[13]              Cosas añejas 88.

[14]             Cosas añejas 32-33.

[15]              Cosas añejas 56-57.

[16]             Cosas añejas 196. 

[17]              Cosas añejas 53.

[18]             Cosas añejas 1.

[19]             Cosas añejas 101.

[20]             Cosas añejas 86.

[21]              Cosas añejas 49.

[22]             Cosas añejas 197.

[23]             Cosas añejas 50.

[24]             Cosas añejas 32.

[25]             Cosas añejas 21.

[26]             Cosas añejas 101.

[27]             Cosas añejas 101.

[28]             Valentina Peguero y Danilo de los Santos, Visión General 275.

[29]             José Alcántara Almánzar. Prólogo a Cosas Añejas I y II.

[30]             Cosas añejas 100.

[31]              Cosas añejas 97.