Placeres Muertos
Había una vez un novel cuentista, muy
elogiado por la prensa cultural y los editores de cyber-revistas
literarias. Su nombre se convirtió en objeto de culto luego
de publicar en un Espacio Pagado un manifiesto sobre las seis maneras
más económicas para suicidarse, muchos creyeron que
se trataba de alguna nueva estrategia de marketing para vender seguros
de vida. No era así.
Su nombre volvió a sonar dos semanas después de aquella
afrenta, luego de que por lo menos quince personas se mataran sin
dejar cartas ni ninguna explicación más que aquel
recorte de prensa ensangrentado. El confesó que sólo
bromeaba y que nunca atentaría contra su vida, luego fue
demandado por las familias de los difuntos, pero la fama lo cubrió
bajo su faldón y nunca recibió ningún rasguño
ni una simple amenaza telefónica que alterara el ritmo de
sus pesadillas nocturnas, pareciera como si también estuviera
protegido por el gobierno o por algún militar encumbrado,
él juraba que era desafecto al Sistema (¿?)
Su primer libro se publicaría en menos de una semana - edición
de bolsillo de segunda color negro grasiento - era una colección
de trece cuentos pretendidamente malditos en donde el autor se regodeaba
con la muerte en sus diversas manifestaciones. Sin embargo, a pesar
de los elogios que de vez en cuando recibía por encargo a
través de la prensa y de programas culturales de TV y radio,
si revisábamos detenidamente sus relatos, nos percataríamos
inmediatamente de que estos escritos no eran más que unas
burdas copias del estilo de Quiroga, con sus finales trágicos
y desgarradores. Por otra parte, era notable su poca dedicación
a la revisión de la redacción de los mismos, bastaba
con leer un par de párrafos para decepcionarse y detenerse
en la lectura.
No quiero que la “puesta en circulación “ se
realice dentro de una desabrida librería - café del
centro de la ciudad, dijo el autor endiosado, vestido como siempre
de negro incluyendo las uñas, mientras sus súbditos
se arrodillaban complacientes y a la vez le mataban el calor con
sus abanicos de mano:
Quiero que se celebre en el Cementerio de la Máximo Gómez,
delante de la tumba del Barón, a El le debo mis inspiraciones
cuando no estoy lo suficientemente “high”. Al principio
hubo cierta reticencia de la editora, cierta indecisión de
los editores culturales y cierta mala actitud de los cybereditores,
pero al fin y al cabo, su talento y don de mando volvieron a imponerse,
los demás callaron y como siempre obedecieron dócilmente.
El día 22 de mayo a las nueve treinta de la noche, fue celebrada
la puesta en circulación del libro “Placeres Muertos”,
la entrada fue necesariamente por la Avenida Máximo Gómez.
Hubo mucho espacio para parquear carros, ya que la mayoría
de los asistentes eran viles y sudorosos peatones, entre ellos:
estudiantes universitarios, rockeros de todas las tendencias, matronas
villamelleras, varios curiosos de Villas Agrícolas....todas
las ex del autor, quienes iban acompañadas de sus parejas
actuales lo cual ocasionó ciertos percances con la Seguridad
que pretendía mantener a los intrusos dentro de un círculo
de espinas. No podía faltar la familia unitaria, la madre
se mantuvo todo el tiempo llorando emocionada (aunque nunca había
leído nada de su hijito) mientras escondía su rostro
detrás de un abanico para evitar saludar a aquellas hipócritas
quienes en algún momento antiguo pudieron ser sus nueras,
gracias al Demonio se cumplieron sus pronósticos y su hijo
posiblemente llegaría a viejo solterón y sin querencias,
quizás por insoportable o quizás por ser un dependiente
afectivo quien nunca pudo superar sus percances conductuales por
más terapias recibidas o cambios de consultorios.
Para la ocasión se ubicó un mesón delante de
la tumba del respetado Barón en donde se sentó el
autor totalmente vestido en negro con unas gafas semioscuras, encima
dos bocinas gigantescas alteraban la quietud de los difuntos gracias
al metal caribeño de JLS. Debajo, un centenar de girasoles
mustios flanqueaban el área desde donde el cuentista acariciaba
un ejemplar de su libro, a través de un micrófono
cornudo intentaba explicar a los invitados de qué trataba
su obra, mientras que su séquito – ubicado en un área
exclusiva detrás suyo - simplemente asentía o aplaudía
mecánicamente.
El público casi no prestaba atención, se inquietaron
preguntándose por qué la tierra temblaba, de donde
emergían esos hedores a letrinas repletas de huevos podridos,
alguien señaló el asfalto, se apretó la nariz,
se persignó y buscó a los culpables en las oscuridades
del Cielo... ¿qué pudo ver usted que no pude ver yo?
Los muertos emergieron de sus tumbas reclamando el espacio que les
correspondía según el Tribunal de Tierras... no lucieron
tan regios porque la verdadera Muerte era asquerosa y no tenía
nada que ver con maquillados dentro de un ataúd de baratija...al
principio salieron de a docenas rompiendo lapidas y nichos sin impórtales
que las cruces de cemento se resquebrajaran, luego centenares quienes
se dirigieron hacia la multitud que corría desaforadamente
hacia la salida, algunos sostenían palas y aplastaban cabezas
cercanas, cuando acertaban algún golpe la victima caía
arrodillada sosteniendo sus sesos y luego se desplomaba, la sangre
vertida hacía resbalar a ciertos desesperados que casi alcanzaban
la puerta, rodaban por el suelo y eran aplastados quedando tan aplastados
como purés humanos sin sal .... otros agarraban tridentes
y ensartaban carnes sin importar la edad o el color siempre y cuando
estuviera fresca o jugosa... los muertos más acuciosos vistieron
sus galas manchadas de sangre, lodo y pus para impresionar, otros
avanzaron desnudos destilando lombrices o larvas de gusanos por
todos los poros, otros danzaban con su epidermis incompleta debido
a las mordidas continuas de gusanos hambrientos quienes segundos
después se desintegraban al contacto del oxígeno nocturno.....
Se acercaron hasta el escritor y mientras el publico huía
temiendo cualquier contacto físico con aquellos despreciables
“invitados”= ; (o creían huir, ya que algunos
cayeron estrepitosamente dentro de las grietas) éste abrió
los brazos emocionado, ya que jamás imaginó que sus
musas le felicitarían en persona, con abrazos, besos y demás
caricias.
Sacó de su bolsillo un porrito de marihuana y una botella
de “Night =
Train”, apenas la noche comenzaba y no pensaba pasarla solo.
Caminó hasta la salida tropezando ocasionalmente con algunos
cuerpos todavía calientes. Se detuvo delante del portón;
miró hacia ambos lados de la avenida, quizás alguna
de sus “ex” se salvó del Holocausto y podría
acompañarle a su apartamento hasta el amanecer.
© Iván de Paula 11/08/02
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El ataúd
Doña Pringamosa
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