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POEMAS DE HOMERO PUMAROL

 

"SECOND ROUND", poemario de Homero Pumarol

Miguel D. Mena

Leer, leer poesía: salir de sí, entrar en el "sí" posible del autor, constituirlo, constituirse. La lectura como un viaje, un trazo, una puesta en escena. "Mapear" me gustaría decir: "cartografiar" el espacio de la imagen, de los deseos, de los sueños, de lo posible.

Se lee como convocación: de fantasmas, de los objetos de siempre, de cauces abiertos aunque no del todo sospechados al momento de su conclusión eventual.

Antes de que me enfrascara como editor en la lectura, ordenación, ¿búsqueda?, de estos poemas, he tenido que estar saltando, por no decir brincando, entre esta miríada de abalorios, de cuentecitas de algo que no se sabe si alguna vez estuvo entero, pero que de alguna manera revela un corpus.

La posición de amigo, de contemporáneo, de conciudadano, de Homero Pumarol, me da algunas ventajas: el compartir claves, el encaramarnos en puentes, sin la constancia final de que en verdad sean puentes, porque, ¿se tiene constancia de que se llegará o se pasará a alguna parte?

Tanta cercanía vicia, en verdad, porque entonces la posición del lector tiende a atarse en la modorra de lo conocido y advertido y prevenido.

Y sin embargo puedo decir que ver este libro así, enterito, parado en su soledad, me permite asumirlo como el lector de al lado.

"Second Round" (2003) tira algunos cables a "Cuartel Babilonia" (2000), pero sólo algunos: la figura de Jack Veneno -en un poema antológico, ahora recuperado en su versión original-; la imagen de ciudad vigilada, a la que ahora se le descargan sus contenidos postmodernos, apocalípticos.

Los mundos de Homero Pumarol se han ampliado tanto que se han difuminado. Podría decirse que su experiencia mexicana, que comenzó por el 2002 y que todavía (2004) sigue, ha sido un catalizador decisivo. Sin embargo, antes y después, aquí está la insularidad, transfigurada en una sustancia kandinskiana donde el punto es lo esencial del plano. Todo es punto aquí. Pumarol no traza: puntea. No corre: brinca. De las figuras no le interesa la elipsis, sino la intersección. El tránsito del castellano al inglés, la deconstrucción de la Historia -de la que ha desaparecido el elemento narrativo y sólo queda la pieza arqueológica del dato-, el pastiche de las memorias, resueltas en una yuxtaposición de lo aquí real y lo aquí deseado, nos conduce a una lectura de épocas gravitantes alrededor de una búsqueda: la de la gravidez.

Ya el título es sugerencia de algo que se escenifica, que está pactado a una demostración de fuerza, de no caer, de sólo estarse tentando frente al vacío.

¿Se es, se está haciendo? A Homero Pumarol no le interesa el palco del oficiante. Sus gritos bien que pueden ser lo del chamán, los del predicador, o los del vendedor de alguna pomada milagrosa por la zona de Elías Piña. "Los poetas de Ciudad Nueva" y "Second Round" son textos bastante alegóricos al respecto: todo marcha sobre rieles, con la misma emoción con la que la máquina devora a los estudiantes y sus butacas en "The Wall", de Alan Parker - Pink Floyd. Cartografiar los escenarios, trazar la propiedad con que cada objeto debe moverse para luego diluirse, parece ser el guión del poema.

Mientras tanto hay música, retruécanos, voces que combinan la demolición con las ganas de que dejen a uno en paz, con apenas dos o tres palabras, sí, sólo unas y bien pocas.

En esta poesía se recuperan voces que se creían reducidas a la despensa de la Historia. Anteriormente , al pensar en esta poesía homérica, me había referido a sus deudas con Kerouac y Ginsberg. Parece que ahora a lo auditivo de "Cuartel Babilonia" se le agrega lo visual. Hay un concepto más detallado y al mismo tiempo mórbido de situaciones, personajes, tonalidades. El autor se enfrenta a la normalidad de lo trágico en la vida cotidiana, a lo absurdo que de tanto machacarse se normaliza, trasciende su sentido de absurdidad y ya es lo aceptado, por lo decir "lo correcto".

Reproducir la imagen de estos escenarios con una pasión puntillista parece ser la nueva pasión de nuestro autor. Yuxtaponer una escena a otra, a la manera del mejor Andy Warhol, es la nueva técnica. ¿Tendrá que ver esto con su oficios publicitario? ¿Se está filtrando algo de la neurosis palabrera a lo René del Risco? Si hay algo en común con aquel autor -gracias al cual los dominicanos entramos a la modernidad-, será este apuntalar a la potencia del signo urbano, a la relación de tensión del sujeto con su medio, a la introspección de un yo que se asume como tal y que con bastante fuerza renuncia, se distancia.

No se puede hablar de tradición o continuidad de Pumarol con del Risco -ni con el otro mascarón de proa de aquella generación de los 60, Miguel Alfonseca. Sin embargo, hay que resaltar el diálogo que aquí, en este poemario, se establece con las palabras perdidas de aquella generación aún perdida en lo más íntimo de las letras.

Si Pumarol vuelve por las zonas de ese diálogo, es porque hay una ciudad y un sujeto en su mismidad que se niega a reproducir, a dejar que su cuerpo sea atravesado acríticamente por los contenidos de la maquinaria del capital.

"Capricornio" es una gruesa raya de la desilusión y del reconocimiento. En "El monstruo de las galletas" la pantalla no es otra cosa que el que nos estén mirando, con toda la parafernalia kitsch que somos, en toda esta autorepresentación que creemos mítica cuando no es más que un estar haciendo lo que sea en un teatro vacío. "Poema con lentes sobre la chimenea" es poema para astronautas.

Homero Pumarol anda bien jazzeado. Es más cool que hot. Es más beat que free. En el rol del puma, Homero sólo quiere dejar que entre algún gato persa. Puede ser cualquiera. Será bienvenido.

Berlín, 16 de abril 2004.

Homero Pumarol: "Second Round". Diseño de Maurice Sánchez. Ediciones del Cielonaranja, Santo Domingo - Berlín, 2004. Impreso en Copy-Marca.

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