La
obra narrativa es la parte menos reconocida del hacer literario de
Tomás Hernández Franco Franco (1904-1952). A pesar de sus grandes
desigualdades, siempre mantuvo la maestría en el oficio. Con “El hombre
que había perdido su eje”, publicado en París en 1926, accedemos
definitivamente a la primera gran oleada vanguardista del siglo XX:
marcado por el dadaísmo, el cine y la vida cotidiana de un París de
entreguerras, con todos los ingredientes de la “generación perdida”,
Hernández Franco nos permite asomar a la eclosión del industrialismo y
sus nuevos sujetos. A Hernández Franco se le reconoce por su poema
“Yelidá” (1942), uno de los fundamentales de la poética dominicana. Sin
embargo, “El hombre que había perdido su eje” es también una obra
amplia y compacta, de rupturas en términos del lenguaje, los sujetos,
sus acciones, el paisaje. No sólo homenaje al genio de Chaplin, sino al
cuerpo en sus extremos de noches y placeres y agonías. “Cibao” fue su
última obra. A pesar del retroceso formal en torno a su primer libro,
los temas típicos de la “literatura de la tierra” son tratados con
fineza.
Tomás Hernández Franco (1904-1958), poeta, narrador, ensayista. Nació en Tamboril, un campo de Santiago delos Caballeros, en el Norte de la República Dominicana. A los 17 años marcha a París, a estudiar Derecho. En la capital francesa no sólo comienza a estudiar, sino también a boxear y a consumir todo tipo de alcoholes. Vivirá en Francia hasta 1927. Desde 1930, cuando se instala Rafael L. Trujillo en el poder, comenzando así su “Era”, Hernández Franco se convierte en uno de sus principales ideólogos. Sus problemas con el alcohol lo llevaron, sin embargo, a una serie de vaivenes burocráticos y vitales. En 1942 publica en San Salvador “Yelidá”, su gran obra poética.