No está bien, sin embargo...

A Maximiliano Gómez, amigo y
compueblano, ante su muerte

Está bien que el pájaro se canse,
que entristecido ruede de la rama
empolvado el plumaje
y se desgaje
en un vagido oscuro en la mañana.

Está bien si la fruta picoteada
se desprende del tallo y viene a tierra
y encolada su dulzura;
siempre queda
el mundo en grave paz,
no ocurre nada.

Y también está bien que el viento venga,
badajo gris golpeando una campana
de lluviosa oquedad
y la mañana
en húmedos repiques se detenga.

Todo está bien: la ingrávida melena
que vela el dulce rostro adolescente,
el amor en la cama y de repente
un pájaro cantando en otra rama.

Está muy bien la sangre derramada,
la boca del fusil, la mano negra
de pólvora y de llanto,
y la mirada
fija sobre el cadáver en la tierra.
Bien que estalle la paz o que la guerra
sea ganada por todos libremente,
bien por el día que empieza tristemente,
bien por la puerta que al pobre se le cierra.

Todo está bien, el saco, la corbata,
la soda para el whisky, la cortina,
Herp Alpert en mis manos
y la fina sordina
de la lluvia en los tejados.

Bien está lo perdido y lo ganado,
la sal y el agua, el fin, de lo vivido,
los rostros olvidados y el olvido
que nos cubre
de polvo de pasado.

Bien está que juguemos torpemente
a cara o cruz, a llanto o alegría,
bien que la luz sea máscara del día,
y el día rostro amargo del presente.
Que estemos hechos de ayer, de escurridiza
y caduca materia condenada,
de sangre triste, de sangre aprovechada,
de piel enamorada
y enfermiza.


Está bien la paloma en la cornisa,
el beso en la mejilla, la mirada
espejo de la risa
y la imprecisa
frontera entre la noche y la alborada.

Bien la mujer que siempre me acompaña,
bien la mesa del pobre, el agua fresca,
el pan elemental, la simple araña,
bien que llueva, que escampe,
y que anochezca.
Hay que aceptar el mundo en su inviolable
redondez planetaria o de moneda,
justa es la soledad, es aceptable
la vida y el cansancio que nos queda.
Lo que no puede ser, lo que no entiendo
es que tú, como un pájaro cansado
de mucha libertad, de haber cantado
en el árbol más alto y más abierto,
mueras así, de un modo tan sencillo,
tan en paz, tan sin plomo, ni cuchillo,
que a mí se me haga extraño
que has muerto...!

Mayo 24, 1971

 

©2003 Ediciones del Cielonaranja webmaster@cielonaranja.com