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LAS CATEGORÍAS EXISTENCIALES DE LA CIUDAD DE SANTO DOMINGO.
Omar Rancier

 

Hipótesis

Si la ciudad es un reflejo de la sociedad y la sociedad está conformada por personas, entonces las categorías existenciales propias del individuo deben, de alguna forma, reflejarse en la ciudad.

De manera que las categorías existenciales dominicanas, si las hay, deben, no sólo  reflejarse sino también haber contribuido a la conformación del espacio físico y social de la ciudad de Santo Domingo.

 

Marco Teórico

 

Las categorías existenciales del ser dominicano se sitúan en  la supervivencia, entendida esta como el conjunto de acciones que sistemáticamente ejercitadas permiten la existencia misma al nivel mas elemental.

La sociedad dominicana se ha constituido a partir de grupos sociales que interaccionan en un esquema conformado dentro de una jerarquía dominante en la cual la cúspide es compartida por los políticos y los empresarios , la base la constituyen los grupos marginados, donde el inmigrante haitiano representa el nivel inferior  y el centro, cada vez mas reducido y continuamente alimentando la amplia base de supervivientes, lo conforma una pequeña burguesía urbana y rural, que detenta en si misma casi la totalidad de los deberes sociales, sobre todo los impositivos.
Dentro de este simple esquema, las categorías o clases existenciales se organizan a partir de la posesión medios de producción y/o de bienes materiales, cuya calidad y cantidad determinan la posición relativa de cada nivel con respecto a la supervivencia.

Las categorías tales como las espirituales y culturales, sostenidas por las iglesias y por reducidos grupos de intelectuales,  han caído en un desuso forzadas por la vigencias de  las nuevas categorías del consumo, la moda, la política y le economía, o se han plegado a ellas de forma tal que es difícil distinguir donde termina una y comienza la otra

La supervivencia es la categoría que permite el ser de la base de sustentación social dominicana; el consumo y la moda responden a las categorías por las cuales vive la clase dominante y la economía es la que le permite detentar el poder.

La política, desvirtuada para siempre de sus características platónicas por un constante ejercicio contaminante de violación sistemática, entra en contubernio con las categorías por las cuales existe y es, la clase dominante: el poder, la política, el consumo y la moda.

El ejercicio de estas categorías se da sostenido por todo un sistema represivo que se convierte en la estructura disipativa y disuasiva que se expresa como una interface de gobernabilidad entre la cúspide y los estratos inferiores de la mencionada jerarquía.

La democracia como categoría de gobernabilidad ha sido doblegada por el tandem sincrónico que se establece entre las otras categorías, sobre todo la supervivencia, la política y la economía, cuyo manejo coordinado determina la detentación del poder.

Toda este accionar social está contenido dentro del envase espacial que conocemos como ciudad.

Cada una de las estructuras urbanas responden a un sistema de apropiación del espacio que ocurre como respuesta a la construcción  de los procesos que permiten el accionar social de las  diferentes categorías existenciales.

 

La ciudad de Santo Domingo

 

Santo Domingo de Guzmán, fundada en la rivera este del rio Ozama en el lustro final del siglo XV, por el Adelantado Bartolomé Colón; fue mudada y consolidada posteriormente en el sitio que conocemos hoy como Ciudad Colonial, en el decenio inicial del siglo XVI, por Frey Nicolás de Ovando Comendador Mayor de la Orden Militar de Alcántara y figura fundacional que concentró en su persona el poder político, el poder militar y el poder religioso..

Como ha planteado Miguel de Mena, las ciudades medievales tuvieron por modelo el tipo tomista de ciudad, o sea aquella que representara en su organización el cuerpo místico de Nuestro Señor.

En Santo Domingo, de acuerdo a Miguel de Mena, la cabeza, representada por la orden de los Franciscanos se ubica hacia el norte y los pies, en la figura de los Dominicos se aposentan hacia el sur, entre ambos extremos se desarrolla la policéntrica ciudad, trazada a cordel, con sus rectas calles, su traza semirregular y su magnificente escala, que hizo que el Arzobispo Geraldini en su libro, “Itinerario por las Regiones Subequinocciales” la comparara con Florencia.

La primera apropiación del territorio, la definición del lugar, desde un principio nos habla de las categorías del poder (la iglesia y la milicia) como definidoras de los espacios urbanos de Santo Domingo.

Las estructuras principales en la conformación de las ciudades son sus espacios públicos, y en Santo Domingo, como en todas las ciudades medievales antes que ella y el resto de las ciudades americanas, después, el poder comparte primordialmente ese espacio y lo configura a su imagen.

La ciudad, concebida como el escenario para montar un dominio sobre el territorio insular y sus pobladores originales, fue desde sus inicios una estructura de poder.

En la primera época de Santo Domingo, como en la primera época de todas las ciudades, la categoría conformadora de su espacio es, pues, el poder. Lo espiritual y lo económico, acompañan el poder  y el ocio  no era una categoría a considerar.

Mas adelante en el tiempo, la ciudad se encierra en sus murallas y la estructura del poder militar domina el desarrollo de la ciudad hasta la primera República, cuando las fuerzas económicas comienzan a organizarse en una incipiente burguesía urbana que aun dos siglos después ha sido incapaz de completar esa organización y construir una ideología del poder autentica e independiente de las actuaciones de los países centrales.

 

Santo Domingo y la Pobreza

 

Durante el interregno entre el siglo XVII  y el siglo XIX, se comienzan a bosquejar las estructuras fundamentales de la supervivencia dominicana, unas estructuras que respondían a una situación de pobreza y abandono que equiparó las situaciones del amo y del esclavo y fue capaz de producir esa comunidad mulata reivindicada por Corpito Pérez Cabral en su libro del mismo nombre.

En el periodo comprendido entre  los siglos XVII y el XIX hasta la epoca conocida como de la España Boba la supervivencia desplaza al poder simple y llano como la categoría dominante.

En términos de ciudad esto se expresa en la pobreza de las construcciones que conforman el tejido urbano de esa época y en el deterioro de la imagen del poder a través de sus edificaciones, característica que acompañará la existencia del Estado dominicano hasta nuestros días.

 

La Burguesía Urbana y la Ciudad

 

Luego del largo periodo de la España Boba, la conformación de una burguesía urbana dependiente económica y culturalmente de las metrópolis coloniales, comienza a definir unas demandas espaciales diferentes a las demandas tradicionales hasta esa época .

Estas demandas tienen que ver con la categoría del ocio, que hasta el momento no habia sido importante en la ciudad de Santo Domingo.

Teniendo como modelos las plazas y bulevares europeos, la incipiente burguesía urbana dominicana de inicios del siglo XX, trata de construir sus espacios de ocio y desarrolla el Paseo Padre Billini, que pone la ciudad en contacto con el mar por vez primera y de esa manera pauta el uso futuro que se le dará al borde marino en Santo Domingo

Al mismo tiempo se asume los espacios públicos como salones sociales y ceremoniales , además de continuar con su uso de espacios oficiales articuladores del poder.

 

Trujillo y la Ciudad

 

Si bien a principios del siglo XX la categoría del ocio, que tiene que ver principalmente con la traducción local  de la moda europea, asume su presencia en el ámbito urbano de Santo Domingo, con la dictadura de Trujillo, segunda figura fundacional de la ciudad, las categorías de poder y supervivencia  se implantan por sus fueros; una depende de la otra y la represión, como interface social adquiere su verdadera magnitud en la sociedad dominicana, luego de las primeras experiencias consolidadas en el largo gobierno de Ulises Hereaux.

La pervivencia de la dictadura fue producto del ejercicio represivo del poder, poder que se expresa en las edificaciones del Estado trujillista, bautizadas por el régimen como “palacios” y configuradas arquitectónicamente por Henri Gazón Bona, cuyas edificaciones cumplen con las invariables establecidas por Bruno Zevi para la arquitectura fascista y en la ciudad se manifiesta en la articulación una serie de piezas urbanas de carácter monumental, sobre todo el grupo de edificaciones que se construyeron en 1955 con motivos de la celebración del 25 aniversario del gobierno de Trujillo como los conjuntos de la Feria de la Paz, la Feria Ganadera de Guillermo González , el campus de la Universidad de Santo Domingo, el complejo de la Secretaría de Estado de Educación y el Palacio de Bellas Artes que definen una manera de actuación que se repetirá en futuras gestiones como política de un Estado que se debatirá a caballo entre la experiencia de un gobierno presidencialista fuerte y la experiencia, débil y mediatizada, de la democracia.

En la Era de Trujillo se desarrolla además la primera modernidad dominicana, respondiendo a la modernidad sin ideología y eminentemente formal que produce Norteamérica, en un esquema que contradice la oposición a la modernidad por parte de las dictaduras, tanto de derechas como de izquierda, que se da en Europa; y es entendible por cuanto Trujillo fue producto de la primera ocupación norteamericana en 1916.

La modernidad sirvió de contrapunto propagandístico y semántico a la dictadura, cuya arquitectura tuvo dos imágenes potentes: la imagen del poder dictatorial encarnado en la arquitectura de factura fascista de los “palacios” de Gobernación, del Partido Dominicano y de la Policía Nacional y la imagen “democrática” y técnica que encontramos en el cuerpo principal de la arquitectura escolar de la época, en los hospitales y en los hoteles.

 

Balaguer y la Ciudad

 

El próximo periodo histórico donde se estructuran nuevas categorías existenciales, las mas nocivas, es del 1966 al 1979, durante los gobiernos del Dr. Balaguer, tercera  y última, hasta la fecha, figura fundacional de Santo Domingo

Balaguer contamina la categoría de supervivencia de toda la sociedad con la superimposición las categorías del consumo y moda, a través del fomento del entreguismo mas abyecto y la consolidación a una nueva burguesía de matriz constructivo-militar, que asumen como modelos los patrones de una cultura norteamericana en su mas alto grado de sociedad de consumo.

La categoría que consolida Balaguer es la del economisismo consumista que empieza a levantar el emblema maquiavélico  de que “el fin justifica los medios”, sobre todo si ese fin es enriquecerse en una sociedad terriblemente permisiva con el dinero.

La expresión urbana de ese momento histórico la pautan los grandes proyectos habitacionales del Estado, algunos de ellos habitacionales de lujo como los complejos Anacaona de Eduardo Selman o los apartamentos del antiguo campo de Polo del Hotel Embajador de los hermanos Borrell; los grandes movimientos migratorios producto del desequilibrio de la inversion del Estado entre la ciudad, el mayor receptaculo de esa inversión y el campo, abandonado a su suerte y empobrecido, con su secuela de marginalidad urbana y la creación de un cordón de miseria en Santo Domingo y por  los grandes centros monumentales urbanos, algunos de ellos cercados, como la Plaza de la Cultura o el Centro Olímpico, pregonando desde ese momento la privatización del espacio público y otros centrados en un esfuerzo de resemantización urbana así mismo monumental, como los proyectos de la cabeza del Puente Duarte, el Parque Independencia, que fue cercado además y la Fortaleza Ozama, todos lugares que tuvieron una gran significación en la guerra por el retorno de la democracia de 1965.

La Ciudad Contemporánea.

Esta contaminación social es finalmente el detonante para la desorganización espacial de la ciudad de Santo Domingo.

La perdida de las competencias municipales, la omnipresencia del gobierno central dirigido por la visión mesiánica del gobernante de turno, desde la visión urbana monumental neo - trujillista hasta la visión vial  neoliberal , crearon un proceso de entropía urbana galopante que se ha materializado en grandes proyectos viales absurdos y en un irreversible proceso de marginalidad  social y espacial que ha envuelto en sus diferentes escalas, desde la marginalidad de los barrios autoconstruidos hasta la marginalidad mental de la burocracia anquilosada y clientelista, a la ciudad de Santo Domingo y se ha convertido en su principal característica.

Ese modelo de contaminación a tomado cuerpo en una sociedad imbuida por un increíble afán de hacer dinero, cuyo espacio ha sido planificado por los sueños de niños de gobernantes, que públicamente algunos y por sus actuaciones otros, han abjurado del país que el destino le deparó nacer.

De las categorías existenciales de la ciudad de Santo Domingo, obviamente la supervivencia ha sido, históricamente, la categoría dominante.

Una supervivencia que se inicia a partir del abandono sufrido por Santo Domingo de parte de las autoridades coloniales y que ayuda a conformar una dominicanidad no muy a menudo reconocida  y actualmente contaminada por una práctica política paternalista y normada por  una corrupción administrativa que ha permitido la creación de grupos económicos poderosos que han trasladado esa práctica al sector privado.
Incluso, lo que es aun mas peligroso, esta práctica de corrupción cuyo norte ha sido hacer dinero a toda costa, ha permeado el accionar de todos los sectores de nuestra sociedad de tal forma que cada núcleo funciona solo de acuerdo a los intereses particulares, dejando los intereses sociales a otras instancias que a su vez tampoco les interesa.

Esto se ha manifestado en la ciudad a través de una apatía generalizada y caracterizada por el irrespeto a las normas mas elementales de convivencia, la privatización de los espacios públicos, el deterioro de las edificaciones del Estado y el predominio de la visión vial sobre la ciudad.

La ciudad como expresión social ha devenido en un espacio de materialización de todos los errores y deformaciones productos de una gestión política deficiente, corrupta y dependiente; si bien es cierto que la participación ciudadana garantiza la transparencia de los procesos al introducir un componente de gestión democrática, no es menos cierto que la simple transparencia no asegura la corrección de dichos procesos y a veces lo que presenta es el nivel de contaminación que poseemos en todos los niveles de la pirámide social dominicana.

La ciudad contemporánea  de Santo Domingo se acerca peligrosamente, en la definición de sus categorías al concepto de la Ciudad Genérica, pero asumida desde un país subdesarrollado, camino al cuarto mundo, donde la honestidad es cada dia mas un articulo de arqueología social.

La única reacción posible frente a un proceso tan poderoso es el enfrentamiento total que intente desmontar o por lo menos detener el mecanismo puesto andar por Trujillo, refinado por Balaguer, redefinido por los perredeistas y modernizado por las administraciones  peledeístas.
Un mecanismo que ha supuesto el deterioro del espacio urbano, la perdida de la calidad de vida , el desorden en el tránsito y la perdida irreparable del principio de autoridad.