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Arborización - Desarborización  en Santo Domingo.
Omar Rancier

 

Resulta absurdo considerar que árboles que han dado sombra a mas de una generación por decreto municipal se conviertan en arboles prohibidos, esto resulta tan absurdo como considerar que la palma real, que fuera símbolo de una tiranía que aun tenemos demasiado fresca, es el mejor de los árboles y que puede convertirse en símbolo verde de una ciudad cada vez mas gris.

Los argumentos, traídos de las especulaciones académicas que no dejan de ser una visión teórica por mas documentada que sea, de considerar árboles prohibidos ( doloroso nombre para cualquier especie viva, ¿se podrá prohibir la naturaleza?) algunas especies  porque, después de mas de 5, 10 o 50 años de dar un servicio de belleza climatizada , rompen las aceras o tapan algunas cañerías o no resisten los vientos huracanados que nos depara Eolo cada 12 meses ; no pueden ser mas banales.

Sin embargo, en algunas partes  árboles sin ese doloroso calificativo municipal de árbol  prohibido , han sido derribados, como ha sucedido con algunos almendros – que por cierto resisten muy bien los huracanes – caobas y robles , que han sido convertido en leña, aunque nunca se sabe para que leñador, victimas de esa visión académica reductivista y elementalmente determinista de algunos técnicos que no acaban de entender que los modelos no se pueden transplantar de una cultura a otra..

A estos árboles  prohibidos se les condena porque hacen daño a la ciudad, porque no son “cívicos” como la palma que ha sido encampanada a la visión ideal de la tropicalidad colonial por algunos arquitectos imbuidos en la búsqueda de nuestra versión urbana, que esta muy claramente expuesta en ese agredido Gazcue, sin palmas pero sí con almendros, caobas , robles y la tan vapuleada acacia.

La pregunta sería si son los árboles malditos o prohibidos, como se les califica desde la municipalidad,  lo que hacen daño a la ciudad o es la ciudad que nos hace daño a todos, incluyendo a los árboles prohibidos?

Si las aceras se rompen por los arboles y por ende hay que eliminarlos, el mismo argumento se puede aplicar a los carros ( y en ese caso no solo ganaría la ciudad sino también la naturaleza), porque rompen las calles, porque el asunto es de mantenimiento y sensibilidad urbana  y no simplemente de paisajismo, después de todo a las aceras hay que darle mantenimiento, y no me refiero al feo y resbaladizo estampado que quieren introducir a la fuerza en todos los espacios públicos, igual que se les da mantenimiento a las calles ( a veces ).

Si bien es positivo que se haya asumido una reglamentación sobre arborización para Santo Domingo, la misma debe aplicarse con un claro criterio de discernimiento urbano; árboles con más de una generación dando servicio deben considerarse sus aportes antes de ser simplemente sustituidos, después de todo el árbol, dice una arquitecta española, es un acto cultural.

La normativa debiera aplicarse con todo el rigor en las nuevas urbanizaciones ( lamentablemente el Distrito no tiene tierra, y eso lo saben muy bien en el Consejo de Regidores que se han auto designados para aprobar  proyectos rechazados por la Oficina de Planeamiento Urbano y  que violan las propias normas municipales);  en situaciones de desastre  ( los cubanos han resuelto los problemas causado por los huracanes con un efectivo programa de poda ) o cuando falta la arborización; sin embargo, la manera en que se está “desarborizando” o si se quiere “ palmarizando” la ciudad de Santo Domingo, levanta mucha suspicacia y pone entredicho la sensibilidad y el entendimiento sobre la dinámica urbana a favor de una actuación totalmente determinista y poco consensuada, y por tanto poco democrática y mas opaca que transparente.

 Una última interrogante quisiera dejar planteada ¿No son peligrosas las palmas por las pencas que puedan caerse haciendo daño a cualquier transeúnte fugaz en busca de una sombra mas tupida? Seguramente los técnicos responderán que no porque se tiene programado podas regulares. Como se ve es una cuestión de mantenimiento y de gestión al fin y al cabo, lo que hace la diferencia y lo que permite que se entienda la ciudad sin tener que acudir a argumentos absurdos ni a medidas draconianas.

Con esto de la  aplicación del llamado plan de arborización del Distrito Nacional me viene a la mente la frase de Don Emiliano Tejera cuando supo de la muerte de su hijo, uno de los asesinos del presidente Mon Cáceres, Luís Tejera, quien fue literalmente descuartizado a machetazos por la guardia presidencial del asesinado presidente. Cuando Don Emiliano supo la manera en que ajusticiaron a su hijo se cuenta que solo dijo: “Bien muerto pero mal matado”