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BRETÓN Y FOURIER VÍA HAITÍ
David Puig

 

En 1937, deambulando por las calles de París en una de sus caminatas voluntariamente sin sentido, André Bretón descubría la estatua de Fourier erguida sobre la avenida de Clichy. Dos años más tarde, estallaba la segunda guerra mundial y en marzo de 1941, Bretón partía del puerto de Marsella con destino a Nueva York. Preocupado por su familia y por los espacios de libertad que progresivamente se cerraban, Bretón dejaba su país sin fecha de regreso mientras los alemanes derribaban en Clichy la estatua de Fourier.

Bretón compensó los desagrados de una larga travesía por una serie de encuentros afortunados. En Casablanca simpatizó con Levi-Strauss, un jóven antropólogo de 33 años quién también se dirigía hacía los Estados Unidos; en Martinica, discutió largamente con el poeta Aimé Césaire con quién descubrió la flora de la isla; finalmente, la última escala del viaje, en Ciudad Trujillo, fue para Bretón el escenario de una sorprendente aventura onírica: en sus sueños, el poeta surrealista se veía transformado en Emiliano Zapata, preparándose «con su ejército a acoger a Toussaint Louverture » para « devolverle los honores que se merecía ».

Al igual que Bretón, decenas de artistas cruzaron el Atlántico expulsados de Europa por el remolino de la guerra. Rodeado de admiradores, Bretón intentó reconstruir en tierras americanas su cenáculo surrealista y creó una revista cuyo nombre fue un verdadero programa de batalla (VVV, Victoria sobre el nazismo, Victoria sobre las fuerzas de opresión social  y Victoria sobre « todo lo que se oponía a la liberación del espíritu » ). Para sobrevivir, Bretón trabajó desde marzo de 1942 en el Office of War Information como encargado de un programa de radio transmitido en Francia vía la BBC.

A pesar de sus múltiples ocupaciones, Bretón vivió un destierro triste y solitario. Problemas materiales y sentimentales complicaron su existencia, y sus esfuerzos por dar vida a su movimiento poético resultaron poco éxitosos. Estas contrariedades no frenaron sin embargo su producción literaria. Además de escribir textos importantes como los “Prolégomènes à un troisième manifeste du surréalisme ou non” y Arcane 17 , Bretón, desencantado con el marxismo oficial de la Unión Soviética pero igualmente crítico ante el capitalismo, se interesa en los Estados-Unidos por las ideas de Fourier y plasma en su Oda dedicada al creador del falansterio sus anhelos de libertad y de un socialismo fraternal. Aunque siempre se opusó categoricámente a una poesía histórica y temática, Bretón renuncia a sus principios en su Oda a Fourier , dejándose llevar por el aura del hombre admirado. Entre imágenes que remiten a la situación europea y visiones del oeste americano, Bretón presenta la docrina de Fourier y exalta al artífice de una sociedad libertaria en la cual la expresión de las pasiones no encontraría resistencia alguna.

Tras la derrota del régimen nazi y ante su inminente regreso a Europa, Bretón decide viajar a Haíti para impartir una serie de conferencias. Desde su llegada al país, el 4 de diciembre de 1945, Bretón despierta el interés de intelectuales y artistas haitianos. Un clima de tranquila efervecencia acompañó las primeras semanas de su estadía y hasta principios de enero sus días transcurrieron al ritmo de entrevistas y tertulias. Fascinado por la isla y extremadamente conmovido por la miseria, Bretón se convencía de la alianza necesaria entre los pueblos de color y la revolución surrealista. Por su proximidad con los “orígenes”, los negros y los indios debían jugar un papel fundamental en la reconstrucción del entendimiento humano. Como Fourier en 1823, Bretón establecía un puente entre Haíti y la vanguardia.

El 1° de enero de 1946, el periódico La Ruche , fundado por René Depestre, edita un número especial dedicado a Bretón. Junto a una serie de artículos de corte “anti-imperialista”, La Ruche reproduce el discurso pronunciado por el poeta francés el 14 de diciembre en un banquete organizado en su honor: después de elogiar a Lam y a Césaire, Bretón había destacado el potencial revolucionario de la juventud y la confianza depositada por el surrealismo en las nuevas generaciones. El gobierno haitiano, sintiéndose amenazado por la publicación, prohibe al día siguiente la difusión de La Ruche y encarcela a sus principales redactores. En signo de protesta, los estudiantes se declaran en huelga y gracias al apoyo de obreros y militares imponen la renuncia del presidente Lescot.

Aunque la leyenda quiso atribuirle la entera responsabilidad de lo sucedido, Bretón quedó recluido en las alturas de Pétionville durante la revuelta y retomó su ciclo de conferencias una vez el orden restablecido. El 25 de enero, tras su cuarta intervención, dedicada al tema de la libertad en las filosofías de Saint-Simón, Enfantin y Fourier, Bretón evoca ante su auditorio a su recién terminada Oda a Fourier. Al señalar que en ella había tratado de recrear el ideal socialista que poco a poco se desvanecía, Bretón rendía un vibrante homenaje a Fourier en tierras haitianas. Al día siguiente, Haíti journal resumía la velada: “Una vez más [Bretón]...ha situado para nuestros hombres de letras y en particular para nuestra juventud, las tésis de Saint-Simon, de Enfantin y de Fourier, que une literatura burguesa interesada se ha encargado de ridiculizar” Cien años tras el infructuoso proyecto de fundar un falansterio en Haíti, el espíritu de Fourier llegaba a Puerto Príncipe en las maletas de Bretón: en medio de la agitación, ganaba por unos días las calles de la ciudad y el corazón de sus rebeldes.

Pero los sueños revolucionarios se desvanecerían rápidamentente a ambos lados del Atlántico. En Haïti, la revuelta estudiantil desembocaba en el poder de una junta militar. Bretón, tras deshacer el camino andado en 1941, llegaba a París y confirmaba lo presentido durante su estadía americana: en la pos-guerra no habría espacio para una revolución libertaria inspirada por los principios del utopista de Besançon. A pesar de los esfuerzos de reconstrucción del estado francés, el pedestal de la estatua de Fourier quedaría vacío en la concurrida avenida de Clichy.