PEDAGOGÍA Y LITERATURA
(UNA COLECCIÓN DE JOSÉ MARTÍ)
Emilio Carilla
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Es posible que el ingente trabajo editorial que realizó Pedro Henríquez
Ureña en los últimos años de su vida no le haya permitido un nivel
parejo en todas sus ediciones. Es posible. Pero también debemos
reconocer que cuando su tarea se centraba en autores americanos, el
nivel crecía. Como es fácil notar en la selección de José Martí que
publicó la Editorial Losada en 1939.
Por descontado, para valorar su tarea debemos
colocarnos en la actitud de críticos comprensivos del carácter de esos
libros y de la intención que guiaba a Pedro Henríquez Ureña a
prepararlos. Sospecho que no siempre se ha captado la gran utilidad que
estas ediciones tienen. Y, como ejemplo, me parece adecuado reparar
precisamente en esta selección de la prosa martiana.
José Martí, Nuestra América.
Introducción de Pedro Henríquez Ureña.
De sobra sabemos que la significación patriótica de un
autor (hispanoamericano o de otras latitudes) no siempre refleja una
obra “escrita” de paralela permanencia. Afortunadamente, no es ése el
caso del presente volumen, que, estoy seguro, constituye para los
lectores que ya lo conocen, un renovado goce. Y, para los nuevos
lectores, la posibilidad de un singular descubrimiento.
Quizás la última afirmación parezca exagerada, y hasta
puede determinar una afirmación con asomos de sorna: ¿Quién no conoce
obras de José Martí? Respondo —y opino con conocimiento de causa—:
muchos... En parte como consecuencia del carácter periodístico que tuvo
originariamente la mayoría de sus escritos. Y digo esto, también, sin
olvidar que Martí suele ser autor de lectura obligatoria en ciertos
ciclos de enseñanza.
En fin, me parece feliz la idea de la Editorial Losada
de Buenos Aires de reeditar el volumen que Pedro Henríquez Ureña
preparó en 1939 para una de las colecciones, la de los “Grandes
escritores de América”, entre las varias que dirigió en esa Editorial.
(Colección que, es bueno decirlo, fue el anticipo del más ambicioso
plan que preparó para el Fondo de Cultura Económica, de
México).
Aunque hoy nos parezca extraño, Henríquez Ureña
preparó este libro reuniendo diversos ensayos y críticas de las
entonces muy dispersas páginas en prosa de nuestro autor. En nuestros
días, con varias ediciones de obras más o menos “completas” del
escritor cubano, la tarea resulta mucho más descansada. En concreto, y
a continuación de la breve y certera nota preliminar, Henríquez Ureña
encabezó los materiales de José Martí con un ensayo de nombre y
contenido revelador, y de allí sacó el título general del volumen. A
ese ensayo agregó trabajos de diferente conformación y carácter
(discursos, semblanzas, reseñas de libros, crónicas), si bien con la
transparente unidad que les confiere el estilo de Martí.
No olvidemos el contenido temático que anuncia el
título: Nuestra América,
denominación subjetiva que, según nos recuerda Henríquez Ureña en otro
lugar, Martí acuñó y otros, posteriormente, repitieron. El nombre
presenta, y con frecuencia contrapone, los dos amplios ámbitos:
“Nuestra América” (particularmente, Hispanoamérica) en relación a “La
otra América” (la América de habla inglesa). Las dos, bien conocidas
por el patriota cubano, aunque no sea muy asidua la confrontación en
las páginas del presente volumen.
Desfilan por el libro variedad de tiempos y lugares;
manifestaciones literarias de la América Prehispánica, héroes militares
y escritores del siglo XIX, los diversos sectores geográficos de la
América española... Por supuesto, no es casual que Henríquez Ureña haya
atendido especialmente —y en primer término dentro de la recopilación—
a escritos de Martí vinculados a la República Argentina. Como es de
conocimiento general, Martí nunca estuvo en nuestro país, si bien es
justo recordar que fue Cónsul de la Argentina en Nueva York durante un
breve período (1890-1891).[1]
Y que, entre su nutrida labor periodística, ocupa sitio destacado la
serie de colaboraciones que publicó el diario La Nación, de
Buenos Aires.[2]
Ahora bien, como las crónicas y reseñas que vemos en
la presente recopilación fueron escritas por Martí en la década del 80
y los primeros años del 90, descubrimos en las páginas “argentinas” de
Martí una visión bastante coherente de lo que fue nuestra Generación
del 80. Claro que no estamos frente a una obra sistemática, o elaborada
como un tratado, sino frente a breves ensayos y semblanzas;
determinados, sobre todo, por libros y noticias que le llegan. Pero
esto no es obstáculo para que, a través de su lúcido pensamiento y su
brillante prosa, tengamos un cuadro animado de aquel momento argentino.
Como ejemplo, vale su comentario al Mensaje Presidencial de Roca, del
año 1883. En otro plano, la reseña escrita por José Martí con motivo de
la aparición del libro de Alfredo Ebelot, La Pampa, es
excelente testimonio de la atracción que ejercía en el cubano. La
reseña no sólo da una idea general del contenido del libro, sino que
agrega —algunos desencuentros aparte— muy vivos comentarios de Martí
sobre la realidad finisecular del campo argentino. Así, no resulta
exagerado decir que la obra de Ebelot, simpática en sí misma, “mejora”
a través de la versión que trasmiten los párrafos que
comentamos.
Si por un lado, tales páginas pueden halagar nuestra
condición de argentinos, sería injusticia no recordar muchas otras que
el volumen trae: el discurso sobre Bolívar; las semblanzas de Páez, de
Cecilio Acosta, de Rafael Pombo; la nota crítica sobre un poema de
Pérez Bonalde; la breve noticia sobre México en 1882...
En fin, habría que citar, prácticamente, todos los títulos.
Resalta y da lustre al libro la rica prosa martiana,
ya lejos de la típica prosa romántica. Y resalta, tanto en el trabajado
andar de sus corrientes colaboraciones periodísticas como en la un poco
más empinada voz de sus discursos. Aunque sea fácil encontrar ejemplos,
he aquí dos testimonios. El primero corresponde a su semblanza del
ríoplatense Juan Carlos Gómez:
Hay seres humanos en quienes el derecho encarna y llega a ser sencillo
e invencible, como una condición física. La virtud es en ellos
naturaleza, y puestos frente al sol, ni se deslumbrarían, ni se
desvanecerían, por haber sido soles ellos mismo, y calentado y
fortalecido con su amor a la tierra... Aman por cuantos no aman; sufren
por cuantos se olvidan de sufrir. La humanidad no se redime sino por
determinada cantidad de sufrimiento, y cuando unos la esquivan, es
preciso que otros la acumulen, para que así se salven todos. De estos
hombres fue ese magno del Plata, que acaba de caer, no en la tumba,
sino en la apoteosis...
El segundo, a su discurso A Bolívar:
Como los montes, era
él ancho en la base, con las raíces en el mundo, y en la cumbre
enhiesto y afilado, como para penetrar mejor en el cielo rebelde. Se le
ve golpeando, con el sable de puño de oro, en las puertas de la
gloria...
Ahora que —como dije— la Editorial Losada tuvo la
feliz idea de reeditar esta importante selección de José Martí debida a
la diligencia de ese otro gran americano que se llamó Pedro Henríquez
Ureña, me parece oportuno recordar que en 1939 (es decir, el mismo año
en que Don Pedro publicó su volumen), la Editorial Estrada publicó
igualmente otra notable selección de Martí. Me refiero a las Páginas
selectas (prosa y verso) del autor cubano, edición a cargo de Raimundo
Lida, que lleva, además, un sustancioso prólogo.[3]
Como vemos, son sólo estos dos únicos títulos (y no
cuesta encontrar otros volúmenes y estudios),[4] el aporte argentino al
mejor conocimiento de Martí que ofrece tributos dignos de señalarse,
aunque tanto Henríquez Ureña como Raimundo Lida no hayan tenido como
meta niveles muy ambiciosos. Pero bien sabemos que la calidad del
crítico tiene también ocasión de manifestarse en el volumen de
intención didáctica, o en la obra de difusión cultural.
En el caso particular de Pedro Henríquez Ureña, no
como reparo (y, más bien, como apetencia personal), pienso que hubiera
sido útil precisar el origen bibliográfico de cada trabajo incluido,
junto al lugar y fecha de elaboración (que sí se dan). Y, como el
tiempo no corre en vano, agregar algunas notas explicativas a las pocas
que la edición incluye. Pero, aclaro, esto no deja de ser una
minucia.
Bienvenida, pues, esta reedición que liga dos nombres
tan caros a la mejor tradición americana, como son los de José Martí y
Pedro Henríquez Ureña. Y que no casualmente se da en un volumen
titulado Nuestra América.
Título que refuerza, si cabe, la afinidad ideal entre Martí y Henríquez
Ureña.
[1] Cf. Estanislao S. Zeballos,
noticia, Revista de Derecho, Historia y Letras IX [Buenos
Aires, 1901] 82).
[2] Cf. Frida Weber (de Kurlat),
“Martí en ‘La Nación’ de Buenos Aires”, Revista Cubana (La Habana,
1937) X.
[3] Es bueno tener presente que
Raimundo Lida, a la inversa de lo que ocurrió con Pedro Henríquez
Ureña, no tuvo especial inclinación por este tipo de tarea. Sin duda,
fue la riqueza de Martí lo que lo decidió a hacer su edición. Y el
resultado, como es fácilmente adivinable, fue también óptimo.
[4] No pretendo agotar las
referencias bibliográficas. Sólo agrego el “Homenaje” a Martí publicado
por la revista Humanitas de Tucumán en el año 1953. Es decir, con
motivo del Centenario de su nacimiento.
Tomado de: Emilio Carilla: Pedro Henríquez Ureña. Signo de América. Santo Domingo: Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, 1988.