El Universo por Encargado (proto-poema para villanos)
Marcio Veloz Maggiolo

Primera Parte
(reclamo material)

Introito

(Cierta vez, en un barrio llamado Villa Francisca se entablaron en cruda discusión dos venduteras. La primera cayó aplastada por los insultos de su oponente. La segunda, como era Semana Santa, recogió del suelo los insultos que no dieron en el blanco y pidió a Dios que se los cambiara por agua bendita y quinielas de la Lotería Nacional. Entonces, comenzó a llover, y la vendutera muerta resucitó entre el griterío de las marchantas.

Yo me dije: algún día alguien escribirá sobre esto, pero no lo hice; por lo tanto esta historia nada tiene que ver con los poemas pero como es graciosamente bonita la puse en mi balcón de palabras para que los viejos amigos del recuerdo pudiesen nuevamente verla y volver a mirar al través del barrio.)

Terminada la historia, pensé en los resucitados de la Sagrada Escritura, y Jehová me dijo en sueños: "anda, escribe unos poemas sobre Villa, y sobre la historia de los villanos y villanas; y habla un poco de cómo te encargué hacer un universo y no pudiste, y dejaste en la nada a Crisaura, medio hermana de Eva, mujer la Crisaura sin esqueleto, podrida ella en algún lugar de tu tiempo, porque tiempo te dí, y lo usaste a medias, como usé yo el mismísimo tiempo mío cuando creé mi universo, sólo que nunca dije de quién fue el encargo y tú sí que fuiste capaz de hablar un poco más y decir que el encargo fue mío. Si ves a la Crisaura dile que tu penar y tu examen para el pase de curso es conseguirle marido hecho de tierra. Que en eso se parecen nuestras historias de barrio". Con Jehová hablo a veces, y no soy profeta, pero él gusta de molestar a los que tienen avidez de saber. No debería en verdad publicar estos textos parecidos a poemas que a la vez parecen parte de universales chismes. Pero es un modo de hablar. Si alguien te encarga un universo tienes que hacerlo con las gentes que conociste, con aquellas que vivieron en la historia dentro de la cual te criaron. Si alguien te encarga un universo debes encarar un modelo. El que los demás se molesten no es ya tu problema. Simplemente se molestan porque o tienen que aceptar lo que dices, o quisieran, ellos, crear su propio universo, pero son lerdos, lentos, incapaces, fatulos, insidiosos, obscenos, y todo cuanto pueda caber en palabra de arzobispo; porque son poco imaginativos, y no creen realmente en Dios, ni en las cosas extemporáneas que podrían ocurrir cuando los tiempos se mezclan, se trastruecan, se i-rredimen, se movilizan, se corrompen, y se achican. Aquí, por eso, primero son las historias de barrio, y luego las relativas a la creación.

I

Dentro de su botella
Torcuato Alcaraván transpiraba palabras.
Su mundo transparente apenas corregía esa luna aplastante
y ese fastidio, azul; comenzando a ser noche
programaba los actos, porque
Torcuato Alcaraván, textículo-versículo protegido y geniado
sintióse brevemente contraído
en un inmenso tiempo irresponsable mojado de azucenas
entrando en su botella, genio y tanto
en transparente amor, como quien pasa de una palabra al viento.
Alcaraván Torcuato se murió en su botella
cuando intentó salir en razón de su luna podrida de llamados
y lentas nubes
de fétido claror
hacia unos cielos donde eructaban voces
que le llaman estando en su botella,
por tanto se hizo nube, se puso a hacer canciones,
no escuchó los deseos de quienes le pedían
que se fuese al carajo,
pero un día unos hombres hallaron la botella y
abrieron el tapón en donde un esqueleto diminuto
reía. Y vieron un pequeño plano con la lupa,
Villa Francisca dijeron, como si hubiesen encontrado la isla
del tesoro. Y se creó nuestro barrio.

II

Allá, sentado en su silla de jaspe
y masticando un chicle mañanero
Nerón rugió:
matad a ese villano, y
nosotros aquí en Villa Francisca nos pusimos en guardia.
Ya habíamos, gracias a Alcaraván, debutado en la Historia.
Aunque éramos isleños la palabra nos caía como lava del Etna,
y fue cuando estallé: ¿Cómo que no conocen a Nerón
quien en el siglo tal quemará a Roma?
¡Cómo que no conocen a Nerón, sóis grandes come-légamos!
Y ellos, compungidos, con un mapa en el culo me miraron
y cagáronse en Roma y en la historia.

III

La vergüenza de Ulises era morir
sin que Penélope conociera de su nuevo priapismo.
Por eso se inventó esas historias con barcos de papel
narradas por Gionó. Nunca dijo que llegó a las Antillas
y allí aprendió otra lengua entre arawacos
y que toda la Odisea no fue sino una historia
narrada por un indio hermafrodita y adaptada en Itaca.
Os juro que Ulises fue un carajo,
comió casabe con hormigas azules
y se ayuntó con indias antillanas
que hiciéronle olvidar el sudor de Penélope.
Está en las crónicas habladas de los macorijes y taínos
que luego España adocenó
que un tal Ulises, bailando el areíto, pobló estas tierras
y era de lejos.
Entró por el Ozama, y caminó las calles de un Borojol aún no inventado
por el sexo del futuro.
Retornó a su mar un buen día arrastrado por tres huracanes
y se murió pensando en las papayas
en amarillo intento
de volver. Milenios después, en la biblioteca circulante de Villa Francisca, leímos La Odisea.

IV

Oiganlo bien:
Hubo una vez un cuervo azul que inventaba poemas.
Hubo ese cuervo azul que tuvo una gran influencia
sobre Poe, y cierta literatura rubia;
luego ese cuervo murió de un efisema
porque fumaba a medio tiempo en demasía.
Nunca Edgar Allan se dio cuenta de que su cuervo
fuese su maestro y de que le dictase
aquel catálogo de conchas,
su única obra científica conocida.
Poe estaba loco cuando pensó en La Thule
y alimentó walkirias en su médula
para que Palés Matos le chupara los tuétanos en suaves burundangas antillanas.
En Europa se sabe poco de esto porque
los europeos son incultos del Mediterráneo hacia abajo
debido a un norte-sur desesperante.
Palés creó walkirias blanquinegras, mulatas,
y el fatal cuervo azul se murió de risa
porque había escrito un cuento para Poe
y éste escribió una especie de fábula interminable
copiando lentamente el azul tornasolado de las plumas.
Las plumas de Poe y las del cuervo
están en Charlottesville, Virginia
en donde Arnold del Greco las cuidó no sé hasta cuándo,
preguntando siempre si Yelidá realmente había existido.
En 1900 y tantos, alguien le regaló, en Villa Francisca
una pluma de cuervo, fue entonces cuando escribió Yelidá,
impulsado por un alcohólico gesto de solidaridad con Poe.

V

Napoleón La Tortué
era haitiano;
vivía en Villa Francisca y liberó el barrio
de una invasión de chulos en 1953.
Erguido, con una mano entre la chaqueta cuajada de remiendos, descalzo,
roído, hediondo a chamusquina, medio encorvado,
lanzaba petardos pétreos con su otra mano hábil
contra aquellos que pene en mano invocaban violencias,
matrices, pretendidos orgasmos, demografías latentes.
Napoleón La Tortué con su otra mano hábil los apedreaba
como a perros, tal Ulises Heureaux apedreó al enemigo
demostrando, eso sí, que se podía ser general y bacilo creciente
en un barrio de chulos, en un barrio antillano, aunque se fuese manco.
Napoleón La Tortué decía (su apodo era Popó)
que si hubiese nacido en Francia habría liberado a Montparnasse
y hubiese subido a lo alto de Sacre Coeur
y lanzado andanadas de piedras sobre Pigalle.
Napoleón el magnífico, según el antillano,
no era más que un mico sin valor
porque para vencer hubo de usar la pólvora.
Se dejó envenenar y nunca tuvo un momento de fidelidad en su lecho.
Aquí, en nuestro barrio, hubiera tenido que batirse y morir,
sí, morir como un héroe.

VI

Entrando
en la tienda "El Cepillo" (calle París a esquina Licey).
Víctor Hugo escupió. Buscaba a Luperón
para meterlo en alguna novela. Sólo encontró bachatas y maipiolas.
Cansado, como los dioses de Tomás Hernández Franco,
(visitaba Puerto Plata de incógnito)
"rota toda esperanza" se fue hacia su carajo
y allá en París gritó en pleno Congreso:
Soy Víctor Hugo, nieto de prietos, hijo de mulato
y no pude encontrar sombras sino realidades,
ese es un paisito con oestes y sures muy desarticulados,
muy jodidos,
y desde ese momento se fue quedando mudo.
Alguien le habló en indostano y no respondió,
alguien le habló en la lengua maya del Petén
y ni pizca.
Alguno lo mandó al carajo y ni siquiera entendió
porque desconocía el arameo, el guaraní y cosa rara,
hasta el griego antiguo. Estaba indiotizado.
Por eso, como si fuese salido de un bolero de Alfredo Sadel,
"se fue marchitando y muriendo dulcemente".
Lo llevaron a Perlachaise con una pena honda
y nadie le dijo que en Villa Francisca, el profesor Chuchú Corder,
miembro del Trío Ensueño, hablaba de sus obras
y decía que Luperón y Víctor se habían ya conocido en París mientras leíamos aquí El Hombre que Ríe, cuando antes o después Agustín Lara componía su inmenso bolero, Señora Tentación, provocando suicidios.

VII

Con el corazón en la mano,
como el reloj en el tango de Alberto Castillo,
Cuauthemoc esperó a los hispanos para morir.
Ellos no sabían que el gran emperador tenía
su corazón en la mano, y que no sufría tardanzas.
Lanzar su corazón contra el enemigo sería un acto de innobleza,
una notable falta de educación. Se lo entregó a Cortés
antes de que se lo llevaran en martirologio hacia Las Higueras
en donde cierto Zapata lo vio desde un balcón y exclamó:
¡No es un muerto más, es un corazón! Y el eco repercutió en Villa Francisca, San Carlos y Galindo en las voces de Los Tres Ases.
Y así, el rumor se esparció por las Antillas
y cotorras doradas
volaron por un cielo de aceite de coco y futura melaza.
Cuauthemoc llegó a su final cantando el himno nacional
de México.
Era muy patriota; la Malinche lo sabía y lo amaba en silencio.
No pudiendo tenerlo amó a Cortés.
Fue una venganza en tiempo de danzón, un despecho,
una hedionda maroma con sexo sin copales cantada alguna vez
por Barbarito Diez y naturalmente difundida por Jorge Negrete.
La discusión ha continuado, y continuará
cuando se erijan las estatuas de Carlos Gardel
y José Mojica, acá, en Villa Francisca,
en donde ya iniciamos una recolecta
que terminará en el año
dosmiltreintaytres, si es que la Santa Madre Iglesia
no intercede.

VIII

¿De dónde vienes?, le dijo Judas a Jesús:
¿No sabes acaso que cada año te queman?, contestó el Señor.
Vengo de Villa Francisca, un barrio antillano, de ver cómo ardes.
Te meten pólvora dentro, te sazonan con cohetes chinos,
te encienden.
Oh, no es posible, dijo Judas.
Sí que es posible. Entonces lo vimos transitar por las calles del barrio;
todos sabíamos quién era, Judas el de Iscariot.
El cura párroco le llamó, pero Judas no quiso.
El sargento le dijo que la Era de Trujillo era para entenderse
con la Iglesia.
"Yo inventé un poco eso" y bajó a la sala principal
de la Lotería Nacional
y allí vio el gran muñeco
que Ramón Saviñón mandaba a hacer cada año.
Judas con tafetán, sedas, turbantes sobrios y sonrisa amañada
funcionario de ahora.
Buscó a Mon y le dijo:
¿Qué mierda es esta Mon?, ¿quién coño eres tú para quemarme?
Entonces Mon gritó: ¡sacad a este loco de mi despacho,
llamad la guardia, colgadlo!
Y Judas retornó sonriente. Había resistido el tiempo
y el sábado moría. Lo quemaban, y miles de estudiantes
miraban su incendiado cuerpo.
Taciturno, cansado, le dijo a su edecán en arameo:
me cago en la historia, oh filisteos,
mientras Jesús volvía a resucitar y se le vería muerto de risa
por los siglos de los siglos.

IX

Papío Bodden decía que la historia es redonda
y se repite.
Un buen día el viento del parral en Galilea se amorató de uvas.
Un mal día (el mismo día) el viento del guayabo en Puerto Plata,
se llenó de hormigas y perfumes.
Cruzando hacia otra tierra Remigio Pérez se cayó en la olla,
su ratoncita lo siente y lo llora;
tal pasó con Scévola, se tragó los papeles de la conjura y
dejó quemar su mano. Un sacrificio infame.
Paco Escribano, allí, en el cine Julia, se burlaba del pueblo,
cero invasión decía.
Julio César, cómico de la legua, se dejaba matar, hasta tú bruto.
La historia es tan pequeña y redondeada que hubo césares
y cómicos unidos en lucha sindical con la palabra.
No me digáis, no pretendáis, el tiempo nace aquí como en París.
Tiene un origen mismo y fantasioso.
estopa en el cañón, zas, disparas y matas,
nada más. Alguien, encargando universos, nos vigila.

X

El tanque de guerra avanza,
de pronto los dos niños de pancita negra,
aquí en Villa Francisca -los hijos de Gabriela-
debajo de la oruga. Oh milagro. El tanque se detiene
saca dos tetas blancas, con estrellas de almidón comprimido y las mete en las bocas de ambas ánimas.
Oh tanque amamantando.
Oh tanque, cuánto te necesita el universo,
Oh tú, querido tanque, ¿sabe tu leche a pólvora?
Leche de los caminos, invento de la ONU,
Leche-aceite 4O, Premium proteinizada, sin plomo,
emulsión flatulenta pero es leche.
Oh, el inventor, traedlo, condecoradlo acaso.
Maternal artefacto.
Pero suena el cohete, el semen enemigo,
la bazuca se dice, la voz de lo contrario
y el tanque cae herido y se desploma
deja da amamantar lo aplasta todo.

XI

Las mariposas son sumamente putas.
Hacen el amor miles de veces en setenta y dos horas.
Son dueñas de la seda y como se sabe vuelan de flor en flor.
Mi maestra Albertina , año 2894, nos dice que la mariposa
es un alma en pena.
Mi maestra Albertina, año 1235, nos dice que la mariposa
es simbólica.

Tomo en cualquier época la ramita y las destruyo.
Tomo sus alas y las pego en mi álbum de mariposas. Desamo las mariposas.
Somos unos niños malos y la maestra nos da reglazos en las manos.
Tomo las alas y las pego tejiéndolas en el papel para una novia.
Albertina revisa nuestros cuadernos llenos de mariposas
pegadas con almidón de yuca.
Y revisa las calles de Villa cubiertas con sus alas.
Alfombra glamorosa.
Nuestros padres vienen a la escuelita
en donde la maestra, mirándolos, nos acusa.
Como castigo hemos bebido aceite de ricino, buches de purga,
hemos inaugurado diarreas impredecibles.
Hemos cagado el barrio.
Las mariposas siguen pasando en junio sobre Villa Francisca y
hay luto porque el mes de San Juan es mes de muertos.
He aquí que una inigualada mariposa negra entra casa por casa.
Todos la matan porque da la fiebre. Trae mala suerte.
La maestra la persigue con su escoba.
Yo no la mataría, es tan grande y tan bella que merece vivir.

Santo Domingo, año sacro de 1993

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