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TRUJILLO, “PIEZA MAESTRA” PARA LOS NORTEAMERICANOS

Minerva Isa


           

Un producto de la historia, una personalidad con marcados rasgos patológicos que dentro del contexto histórico es analizado, a treinta años de su muerte, por el historiador José Antinoe Fiallo.

“La discusión de la relación entre la personalidad y la historia siempre está al día y, efectivamente, hay personalidades que pueden acelerar o desacelerar la historia, que al ser expresión de un proceso muy específico, pueden jugar un papel muy relevante”.

“A Trujillo hay que entenderlo como una especie de pieza maestra, no se puede decir que los factores colectivos no fueron decisorios, éstos crean las condiciones, pero se puede afirmar que dentro de ese motor social muy complejo, un motor que no puede funcionar a plenitud si no hay determinadas piezas que completen ese engranaje, en ese caso, Trujillo, lo mismo que Balaguer y otros tipos de liderato político como Heureaux, Buenaventura Báez, ellos cumplen la función de reorganizar lo que en el lenguaje histórico y sociológico se conoce como una especie de equilibrio catastrófico, es decir, pueden organizar un determinado sistema político altamente concentrado”.

En el perfil de Trujillo, dice: “hay que considerar su capacidad de mando y para la organización de una estructura militar y política, el haber agregado a la función militar pura una función política mucho más extensa, el percibir que no podía ejercer un liderato efectivo sin una fuerza política efectiva. A partir del caudillaje militar comienza a transformarse en caudillo político”.

“Su personalidad juega un rol muy importante, pero para el paso de un aparato militar a uno político, o para la maduración de esa posibilidad, se debió también a que la crisis económica de 1929 barre con una gran cantidad de fuerzas políticas tradicionales y emergentes, como las de carácter nacionalista, algunas de tendencia socialista o presocialista, que se quedan rezagadas, que no se desarrollaron tan rápido como el proceso de formación del trujillismo como fuerza política”. Entonces agrega: “hay una serie de fuerzas políticas que necesariamente tienen que pactar o allegarse a Trujillo para sobrevivir.”

“La crisis mundial de 1929, permite a Trujillo cumplir una función de árbitro, y acentúa la posibilidad de que su liderato pueda cumplir un rol suprasocial, porque al atacar y debilitar a las fuerzas políticas tradicionales, al limitar la posibilidad de intervención directa norteamericana e impedir la rápida maduración de las fuerzas en gestión, hace posible que en la estructura militar él aparezca como el recurso de “reordenamiento y estabilización” de la sociedad.”

 

Tras el crack económico de 1929 “se produce un reordenamiento político global que beneficia ese tipo de liderato carismático, autoritario como el de Trujillo, que venía gestándose a través de un proceso muy largo, muy escondido en algunas de sus facetas, sobre todo en su perfil sicosocial, que se forja desde el seno familiar con todos esos conflictos racistas y culturales que coinciden en su familia”, indica Fiallo.

“En el seno familiar confluyen los ancestros españoles y haitianos, renegando el tirano de estos últimos. Su política frente a Haití, algunos rasgos de su estética personal, el presentarse blanco teniendo un perfil mulato, es producto de todos esos elementos desgarradores que se van conformando en la personalidad de un individuo, de un adolescente, que no explican el proceso histórico, pero que son parte y producto del mismo”. En tal sentido el historiador precisa:

-“Cuando el liderato comienza a ejercerse, a tener una relación con el entorno, toda esa definición de Trujillo hacia lo blanco, el orden, la disciplina, la lealtad, todo eso se va acumulando y al ejercer el mando lo hará en función de esa experiencia personal , socioeconómica y sociopolítica”.

-“Entonces ese liderato con rasgos individualistas, autoritarios, que exige lealtad, disciplina, armonía, se va a relacionar con la Política del Estado, a la que transferirá muchos de esos rasgos, sobre todo en este caso de liderato de carácter carismático absorbente en que la política del Estado se identifica con esos elementos de la monarquía absoluta.”

-“El entrenamiento que recibe en el Ejército, ese sentido del orden dentro de la estructura militar, él lo vé también en la sociedad, la que deberá tener en consecuencia una lógica de estabilidad que no puede ser subvertida, violentada, deberá asumir una especie de orden natural. De modo que él tiene una concepción paramilitar de la sociedad, su concepción de la estructura militar la hace extensiva a la sociedad.”

“El tipo de personalidad de un liderazgo como el de Trujillo, identifica su propia persona con el país de una manera tan consustancial que cuando sus intereses entran en conflicto con los intereses norteamericanos él asume una especie de función mesiánica, de recuperación del país a través de la recuperación de sus intereses”. Asume una especie de imagen de dignidad consustancial a esa relación, precisa Fiallo y agrega:

-“Por eso, ya al final de la década del 50 cuando la política de Kennedy entra en conflicto con la dictadura trujillista, surgen una serie de relaciones adversas que sólo pueden entenderse en esa lógica. Está el atentado contra Rómulo Betancourt, el montaje de Radio Caribe con toda su política “pro socialista” y antinorteamericana, que pueden explicarse en ese contexto.”

-“Esos desaciertos y errores al final de la dictadura no es más que el traslado a la política del Estado de elementos de su propio perfil, de su propia definición e identidad. Entonces, habría que ver un poco el trujillismo en ese contexto algo contradictorio y complejo, muy complejo. Su complejidad es lo que le permite realmente mantener el poder por más de 30 años.”

“El trujillismo no era totalmente homogéneo como si fuera una estructura militar, pero en el plano político lo era bastante y tenía pequeños conflictos y contradicciones que son importantes para el equilibrio del poder político. Trujillo desarrolló habilidades para manejar el equilibrio de las fuerzas civiles que se movían a su alrededor, pues sabía que sin un consenso civil su estructura militar no podía operar. Ahí no desarrolló un sentimiento de emotividad, aunque tuviera preferencias políticas coyunturales, no trasladó con mucha carga lo emocional de su vida personal o familiar al manejo político. Esto le permitió mantener bastante estabilidad”. Tras hacer este planteamiento, Fiallo observa:

-“En la medida en que se ejerce el poder se va interactuando, entonces él va aportando componentes, integrando elementos de la práctica del poder, habilidad que en él reside fundamentalmente en saber cómo el aporte de cada cual va a reforzar la estrategia global del sistema. El va tomando elementos de su entorno y los va registrando en su perfil y va asumiendo todos aquellos que entiende contribuyen a consolidar la estabilidad del régimen.”

-“Su liderato y los lideratos subalternos van generando una especie de tradición trujillista de ejercicio del poder, una cultura política trujillista quees un fenómeno colectivo, no individual.”

“Trujillo tenía un proyecto político-militar, pero no originalmente de largo plazo, el cual lo lleva al liderato caudillista nacional, y en la medida en que la dictadura se va desplazando, lo va expandiendo, reestructurando. Hay quienes plantean, dice, que ya a finales de los años 50 él percibía un poco el agotamiento de la formulación de su propio proyecto, empezaba a ver elementos que su liderato no iba a poder manejar, había flaquezas, desequilibrios internos, fuerzas que se estaban conformando internacionalmente de difícil manejo. Acaso ya autopercibía sus limitaciones, el estar arribando a un ciclo final. Eso pudo haber determinado el error.”

“No tenía sucesor hecho a su imagen y semejanza. Y como consecuencia de su sobrevaloración, consideraba que era la persona que correspondía al país.”

Tal autopercepción, el creerse por encima de la sociedad, que se expresa en su porte físico, en la lejanía ante los demás, es considerada por Fiallo “como el rasgo más sobresaliente de la personalidad de Trujillo, en quien también identifica componentes de crueldad, de satisfacción ante la cruedad.”

En sus valoraciones sobre su obra de gobierno, en la definición de su liderazgo, en el juicio del pasado y lo que podría ser el futuro, se ven el dictador elementos mágicos no sólo adoptados del catolicismo como podría ser –por razones políticas—la visión de la providencia que aparece en sus discursos. Podría haber un sincretismo, haber recibido influencias religiosas legadas por la abuela haitiana, podrían relucir elementos de una religiosidad santera, de fuerzas mágicas no occidentales o cristianas, expresa el historiador, indicando que esto amerita un estudio.

Lo cree posible y expresa que “en personalidades como la suya eso puede originar momentos de exacerbación o estar presentes siempre en el trasfondo, porque la predestinación necesita ser alimentada por una serie de experiencias”. Tiene una percepción de que en “última instancia él es el elemento importante del poder, agrega, y asume una especie de oráculo del poder.” Con tal percepción, el poder llega al paroxismo, llega a creerse omnipotente, pero ante su cuerpo ensangrentado inerte en el pavimento, no hay más que recordar a Sófocles:

“Sólo los dioses del cielo no conocen la vejez ni la muerte”.

 

NOTA: 
Artículo de Minerva Isa, el número 7 de una serie en la sección “LaOtra Dimensión” del Diario “Hoy” del sábado 25 de Mayo de 1991, en Santo Domingo, República Dominicana.

 

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