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Vía crucis del autor y del libro dominicanos o el problema de la ineditez en la República Dominicana (El Club del Libro CEDIBIL como alternativa)

 

 

MIGUEL COLLADO

 

 

         El tema relativo a la publicación de obras literarias como fórmula eficaz –y lógica- de desafío a la ineditez ha ocupado siempre un preponderante lugar en la vida cultural del país a través de toda su historia: desde el inicio de la actividad literaria en estas tierras colonizadas por los españoles –es decir, desde el siglo XVI,  en que nacieron los primeros autores de ficción en la Isla-, ese histórico problema ha gravitado, como factor desmotivante, en el quehacer de los hombres y mujeres de letras, no tan sólo en la República Dominicana, sino también en el resto de los países latinoamericanos en los que el libro nunca ha sido asunto prioritario en la agenda de los gobernantes.
            Posiblemente sea la República Dominicana uno de los países de la América Hispánica con mayor número de obras literarias inéditas, pues las múltiples e insalvables inconveniencias que el autor dominicano tiene que enfrentar para publicar son material suficiente para escribir más de un discurso quejumbroso.
            En 1992 realizamos la primera encuesta en el país sobre obras inéditas, contando con el auspicio de esta Biblioteca Nacional. Los resultados de esa encuesta los dimos a conocer públicamente a través del periódico Listín Diario del 16 de mayo de 1993, específicamente en la página 4 de la sección “Ventana”. Sólo un dato impresionante queremos consignar aquí: determinamos que en el país existían, en ese momento, aproximadamente 5,000 obras inéditas cuyos autores no habían podido darlas a conocer por razones básicamente económicas. Recordamos que el impacto de dicha encuesta motivó que el crítico José Rafael Lantigua, hoy Secretario de Estado de Cultura, le dedicara el editorial del suplemento Biblioteca, del cual fue el editor durante veinte años:

«[La encuesta] demuestra la necesidad de apoyo financiero para la edición de estos libros. [...] Sin dejar de reclamar la participación del Estado en la empresa de facilitar medios para la impresión de los libros de autores dominicanos que no tengan los recursos para emprender la edición de sus obras –habida cuenta de la inexistencia de editores locales- creemos que debiera existir cierto esfuerzo mixto –de Estado, autores y empresa privada- para echar adelante un proyecto editorial que resulte ventajoso para la proyección de nuestros escritores» (2).

            Doble es la importancia de dar a conocer al público lector las obras literarias que permanecen inéditas: el autor experimenta la grandiosa emoción de ver un sueño materializado, la culminación feliz de una fantástica aventura espiritual que produce, por lo regular, sacudimientos interiores embelesantes; y el país crece al crecer su acervo bibliográfico. 
Al dar a la luz pública las creaciones literarias de sus autores, el país se enriquece espiritual e intelectualmente, razón por la que quizá Gustavo Jiménez Cohén sentencia diciendo: «El índice bibliográfico de un país es su índice cultural, en el que se refleja el quehacer intelectual de un pueblo a través de sus escritores, investigadores y científicos» (3).
            De lo anterior se deduce la urgencia de crear mecanismos y diseñar estrategias tendentes a evitar que obras literarias valiosas corran el riesgo de perderse y de que sea el olvido más atroz quien las acoja en su odioso seno. Una obra inédita, que es el resultado de un esfuerzo realizado, fácilmente puede convertirse en una obra extraviada o perdida para siempre, habiendo podido ser, quizá, una obra de significativa relevancia literaria.
            Nunca haber dejado la obra inédita y morir ha contribuido con el éxito de ningún autor ni con el esplendor de ninguna literatura (4). Someter la obra escrita al fuego de las opiniones de los lectores, adquiriendo vida propia y dejando de ser pertenencia exclusiva de su autor, representa para éste todo un mundo de infinitas posibilidades de crecimiento en la medida en que los juicios de esos lectores –especializados o no- sean recibidos con sentido autocrítico, con actitud reflexiva. Esto le agrega valor a ese proceso de madurez del creador, no importa el género literario de que se trate. Es propicio, en este punto, citar al crítico Raúl H. Castagnino: «Se escribe para ser leído, se escribe para el público. La creación es una primera instancia que supone correlativamente la lectura por el público. A su vez, el lector es otro ‘revelador’ frente a la obra» (5).
            Consideraba el poeta español Antonio Machado que el autor que nunca publica su obra se convierte en un esclavo de ella, pues tendrá que volver a ella y vivirá en permanente agonía haciendo cambios y modificaciones a la misma. No fueron estas sus palabras exactas, pero sí suya la idea, que a través de los años hemos asimilado como valioso consejo de un maestro.
            Y es que una obra inédita debe ser entendida como un proyecto literario inconcluso, a la que debemos volver una y otra vez o para cambiar el título o para sustituir algún elemento –palabra, frase o idea- que quizá, con el transcurrir del tiempo, se haya tornado extemporáneo. Sólo ha concluido ese proyecto escritural con la publicación de la obra en forma de libro, en volumen, convencional o virtualmente.
Invade al autor, después de haber terminado de escribir su obra, el hondo deseo de verla publicada, sintiendo que ya no es suya, sino de dominio público, porque se ha convertido en una propiedad colectiva a través del libro impreso. Que no quepa la menor duda: aquí radica su mayor satisfacción como creador, más aún que cuando escribe la obra, que regularmente constituye todo un proceso de sufrimiento, de catarsis dolorosa.
            Es redundante –pero no deja ser oportuno- decir que el medio dominicano ofrece un alto grado de dificultad al escritor para publicar y hacer llegar su obra a los potenciales lectores (compradores) con la efectividad deseada, que posibilite la obtención de beneficios económicos que estimulen al autor a seguir escribiendo y publicando. No existe una cultura de la lectura del libro dominicano. Todo lo contrario: hay enraizada una cultura de la antilectura del libro dominicano. Quizá a esto se deba, en parte, que los pocos lectores que van a las librerías buscando novedades casi siempre preguntan, en primer orden, por las novedades extranjeras. Existe en el país, en materia literaria, un “extranjerismo delicioso” que se pone de manifiesto cuando a un escritor dominicano se le pregunta qué está leyendo y casi nunca dice que está devorando o releyendo la obra de uno de nuestros autores más representativos. Lamentablemente, para muchos lectores dominicanos decir “estoy concluyendo la novela El Código Da Vinci (2003), del norteamericano Dan Brown” es más motivo de orgullo que decir “estoy leyendo Clima de eternidad. Obras poéticas (1986), del extraordinario poeta dominicano Franklin Mieses Burgos” o “estoy releyendo la obra poética reunida de Aída Cartagena Portalatín”, la poetisa dominicana más importante del siglo XX y cuyo nombre honra esta sala de conferencias.
            Esa actitud negadora de nuestros valores literarios se levanta como un muro –quizá peor que el derrumbado en Berlín- entre autores y consumidores de libro en nuestro país. Decimos esto por un asunto de simple razonamiento económico: si hay problemas para vender un producto, también habrá problemas para recuperar lo invertido para la fabricación del producto, es decir, el libro. Qué estímulo tendrá el autor si no se motiva a esos lectores potenciales para que compren y lean el libro dominicano. Hay que hacer ya lo que tanto se ha dicho repetidas veces: promover la lectura de los textos escritos por los dominicanos de ayer y del presente. Dentro de esta corriente de pensamiento debemos reconocer los afanes de doña Virtudes Uribe, una abanderada meritísima en la lucha por la difusión del libro dominicano en nuestra tierra y en tierras ajenas.
No vamos a enarbolar aquí un discurso de desaliento, pues no es nuestro propósito diseminar pesimismo, que bastante abunda en nuestro país, pero existe una inocultable, dolorosa y desesperanzadora realidad: no se vislumbra, en los años por venir, ninguna solución desde el Estado que pueda erradicar, de manera definitiva el grave problema que históricamente han venido sufriendo los autores dominicanos para la publicación de sus obras literarias inéditas.
Es por eso que dicha solución debe provenir, como en la mayoría de los países del mundo editorial organizado, de la iniciativa privada, con lo cual podrían coadyuvar los propios autores, nucleándose en entidades sin ánimo de lucro, como círculos de lectura, asociaciones o clubes de autores, que, con el pago de las cuotas por concepto de membresía, y con el producido de las ventas de los libros, logren crear un fondo editorial que les permita, con espíritu de autogestión, sustentar programas de publicaciones de difusión internacional.
Esta o cualquier otra idea tendrá que ser puesta en marcha, pues hasta ahora quejarnos, lamentarnos y cuestionar al Estado por su apatía e indiferencia frente al problema, no nos ha conducido a nada positivo. Con la globalización o mundialización avasallante que vivimos a diario, quien no cuente en el futuro con mecanismos de autogestión a su alcance, perecerá o no avanzará.
Como resultado de toda esa reflexión en torno a los múltiples problemas que afectan negativamente al autor y al libro dominicanos, es que surge la idea de crear el Club del Libro CEDIBIL, el cual había sido anunciado en el marco de la Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2004. El periódico virtual Librusa, editado en Miami por el periodista y escritor dominicano José Carvajal, recibió con beneplácito la noticia y difundió el anuncio a través de la internet, el 23 de abril del citado año, con el siguiente título: «Crean Club del Libro para promover obras de autores dominicanos».
 
«Con el incentivo de la entrega de una obra gratis a los suscriptores, el Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas, Inc. aprovechó el inicio de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo para anunciar el Club del Libro CEDIBIL, el cual ofrece a los socios “una línea de facilidades en librerías y negocios afines del país”.
       La iniciativa fue anunciada por el editor y bibliógrafo dominicano Miguel Collado, Presidente-Fundador de CEDIBIL. Aseguró que 'a diferencia de los demás clubes de lectores, cada persona que formalice su ingreso al Club del Libro CEDIBIL recibirá, de manera inmediata y gratuita, una obra literaria, preferiblemente de autor dominicano'. 
Collado agregó que “mediante el sistema de inscripción al Club del Libro, cada asociado podrá adquirir, a precios especiales, una obra editada trimestralmente por CEDIBIL. También disfrutará de grandes descuentos tanto en las librerías La Trinitaria, Mateca, Philobiblia, Entre Libros & Revistas, Amengual y EDUPROGRESO, como en Más Encuadernaciones y en la Universidad Interamericana (UNICA)…". 
      “El Club del Libro está concebido para ofrecer facilidades a esa masa de lectores y gente interesada que no cuenta con tiempo para visitar librerías, ya que cada abonado podrá recibir los libros a domicilio en su residencia, lugar de trabajo u oficina”, explicó el bibliógrafo».

            La creación de este club, con el que el Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas inicia su programa editorial, no constituye la conquista de la solución a esos problemas ya reseñados, pero sí podría contribuir a conquistarla. La intención es ofrecer una opción editorial a los autores dominicanos para que puedan publicar y dar a conocer sus obras inéditas -en principio novelas por razones mercadológicas- y sumarnos, de esta manera, a la lucha contra la ineditez que mucho daño ha hecho y sigue haciendo a la literatura dominicana.
Con El fantasma de Trujillo: antología de cuentos sobre el tirano y su Era el Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas, fundado en abril de 1995, inicia su colección bibliográfica denominada Club del Libro CEDIBIL. A El fantasma de Trujillo… le continuarán la novela El asesino de las lluvias, de Manuel Salvador Gautier; otra novela inédita de Diógenes Valdez, cuyo título anunciaremos oportunamente; y el libro de cuentos Fantasmario, de Marcio Veloz Maggiolo.
Finalmente, debemos consignar que la construcción de este sueño que es el Club del Libro CEDIBIL solo será posible si contamos con los dominicanos y dominicanas que, como ustedes, sienten amor por el libro, por la lectura, por la cultura y por su país. Sabemos que los sueños sólo se realizan trabajando y eso hacemos. Es la razón por la que la filosofía de CEDIBIL no es “Vamos a hacer”, sino “Estamos haciendo”.

NOTAS:

(1) Santo Domingo: Ediciones CEDIBIL, 2005. 256 p. (Colección Club del Libro CEDIBIL; Vol. I. Serie Antologías y Compilaciones; No. 1).

 (2) “Mi Acento”, en Suplemento Biblioteca (Listín Diario), Sábado 16 de enero, 1993, pág. 7. (En diciembre de 1992 le habíamos suministrado a José Rafael Lantigua, a manera de primicia, los resultados de la encuesta).

(3) Epígrafe en nuestra obra Apuntes bibliográficos sobre la literatura dominicana (Santo Domingo: Biblioteca Nacional, 1993. Colección Orfeo: 2da. Etapa. Serie Bibliografía; 2.), pág. 11.(Premio Casa del Escritor Dominicano 1993).

(4) Una obra publicada 50 ó 100 años después, fuera del contexto histórico en el que la misma fue escrita, no causará el mismo impacto ni tendrá idéntico significado al que podría haber tenido al ser publicada en la época en que fue creada. Si la novela Ojos entreabiertos, escrita en 1939 por Livia Veloz, y con la que la olvidada escritora fue finalista en un importante concurso internacional de novelas inéditas, hubiera sido publicada en los años ’40, no en 1992 por gestión de rescate realizada por nosotros, de seguro que Veloz estaría considerada como una de las pioneras en la narrativa de tema urbano en la literatura dominicana. La historia narrada por ella se inicia en el Parque Colón de la ciudad de Santo Domingo, escenario de su obra, la cual fue editada por la Biblioteca Nacional. El crítico Odalís G. Pérez publicó, en 1997, un interesante estudio de la misma editado por el Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas, Inc. (CEDIBIL): Ojos entreabiertos, de Livia Veloz: un retablo realista y psicológico en la novelística dominicana.

(5) Raúl H. Castagnino. ¿Qué es literatura? Naturaleza y función de lo literario (5 ed. Buenos Aires: Editorial Nova, 1970), pág. 109.

*Palabras pronunciadas en el acto de puesta en circulación de la antología de cuentos “El fantasma de Trujillo...”