Desde finales del siglo XIX,
el paseo marítimo frente al llamado Placer de los Estudios, en la
costa de la ciudad de Santo Domingo se ha venido usando como espacio
de recreación social. Nuestra burguesía urbana, luego de estar cuatro
siglos a espalda del mar, lo redescubre y lo incorpora a su rutina
social.
A principios de los años ´30 una de las primeras
actuaciones urbanas del gobierno del dictador Rafael Trujillo, después
de la reconstrucción de la ciudad producto del paso del ciclón de
San Zenón, fue la de ampliar ese paseo marítimo hasta la avenida Máximo
Gómez, una idea y realización del ingeniero Ramón Báez López Penha,
mejor conocido entre ingenieros y arquitectos como Moncito.
El malecón se extendió a mediados de los ´50 hasta
el actual Centro de los Héroes, y finalmente se continúa en la autopista
30 de Mayo. Este paseo marítimo es una de las partes que le dan carácter
a la ciudad, condición entendida a la perfección por Trujillo que
implantó el obelisco macho, dedicado al cambio de nombre de la capital
por el de Ciudad Trujillo en 1936, y el obelisco hembra, dedicado
al pago de la deuda externa en 1942, sus dos hitos urbanos principales,
sobre esta vía, que, sin dudas, es uno de los más bellos paseos urbanos
en el Caribe, constituyéndose, además, en el espacio público por excelencia
donde los ciudadanos de Santo Domingo manifiestan sus alegrías, al
punto tal de que a algún Secretario de Turismo se le ocurrió llamarlo
“la discoteca más grande del mundo”.
A pesar de todas estas bondades, nuestro malecón
ha venido deteriorándose sin que, aparentemente, le importe a las
autoridades municipales.
Además, de nuevo, los ingenieros de tránsito quieren
tratar de solucionar el problema de circulación de Santo Domingo con
sus grandes mega estructuras similares a las que agreden por todas
partes la ciudad, sin percatarse todavía de que el problema no es
tanto solucionar el tránsito en sentido este – oeste, sino norte –
sur, y han propuesto una ampliación del malecón hacia el mar, con
tramos elevados y con puente sobre el Placer de los Estudios y la
ría del Ozama, con un absurdo proyecto que dañaría irremediablemente
el frente marino de la Capital.
Ahora se debate la “peatonización” de fin de semana
del malecón, una idea que no deja de ser seductora, pero que le saca
el cuerpo al problema principal del malecón que no es el de peatonizar,
sino el de desarrollar un plan de manejo de la misma que contemple
el rescate de su espacio, la reglamentación de usos, tanto para los
quioscos de la parte sur, como de los negocios en la parte norte,
el establecimiento de normas claras en cuanto a linderos, ocupación
de terreno y alturas y un programa de rescate de los espacios de lo
que es el Parque Nacional Costero Sur.
Esta falta de un plan de manejo se refleja en el
realmente penoso espectáculo de ver como el malecón de Santo Domingo,
a pesar de los altos costos de su terreno urbano, se ha arrabalizado:
tarantines dispuestos sin control, alguno de ellos fijos, sobre la
acera sur y negocios de mala muerte, que ocupan agresivamente las
aceras en la parte norte.
Esta situación se complica con la construcción, a
todas luces violatoria a las reglamentaciones y leyes urbanas, que
se levanta medalaganariamente al lado del Club Universitario, suciedad
y abandono, una deficiente iluminación urbana y, paradójicamente,
grandes vacíos urbanos, producto de la urbanofagia crónica de algunos
promotores que se han llevado olímpicamente algunas de las muestras
más importantes de nuestra arquitectura, donde se ubican actualmente
improvisados parqueos o negocios temporales que afean notablemente
esta avenida.
La arborización, una de las más bellas de la ciudad,
con sus hileras de palmas cana que crea un escenario único, se deteriora
por el abuso a que la han sometido los partidos políticos y los promotores
de espectáculos, que han usado irresponsablemente los troncos de estos
árboles como pancarta publicitaria por muchos años.
Luego de huracán David y la tormenta Federico, en
1979, se realizó, por iniciativa del Ayuntamiento, un trabajo paisajístico
muy importante que se ha dejado perder arroyado por las malas decisiones,
como aquella que cambió el pavimento de las aceras de la vía sin tomar
en cuenta la necesidad de diseñar un paisaje y dotarlo de un equipamiento.
Los hoteleros, que tan tozudamente se han opuesto
a la “peatonizacion” del malecón, han propuesto en más de una ocasión
que se realice un Plan de Manejo para el malecón, una iniciativa que
debiera ser el primer punto de agenda en las negociaciones que el
Ayuntamiento del Distrito Nacional sostiene con ese importante sector,
lo único es que el municipio debe tener en cuenta que el malecón no
es solamente una oferta turística sino, y principalmente, una oferta
urbana, o sea, una oferta para que todos los ciudadanos de Santo Domingo
disfruten de ella. Si comparamos nuestro malecón con el malecón de
La Habana o con el frente marino de San Juan de Puerto Rico, descubriremos
la fortuna de tener un paseo urbano lleno de palmas, que no tiene
La Habana, y de frente al mar Caribe, que se oculta tras grandes edificaciones
en San Juan.
Lo cierto es que siendo el malecón la vía más importante
en términos de espacio público y de paisaje, la misma se encuentra
en un estado de deterioro muy a la situación del país: se está “habanizando”
con la pérdida de muchas de las agredidas palmas y se comienza a “sanjuanizar”
con el otorgamiento, evidentemente irregular, de permisos de construcción
como los de la edificación al lado del Club Universitario.
Se necesita un gran esfuerzo, a concretarse en un
plan de manejo y no simples planes para “peatonizarlo”, idea que no
deja de ser interesante, para rescatar el malecón del deterioro y
evitar que sea tragado por la vorágine urbana que aúpa el neoliberalismo.
Los ciudadanos de Santo Domingo deben solicitar que se proteja y repare
uno de sus grandes espacios urbanos y las autoridades municipales
tienen la responsabilidad de actuar ante el deterioro de uno de los
espacios paradigmáticos de esta ciudad cinco veces centenaria.