El martes murió un hombre considerado como uno de los grandes hombres de
República Dominicana. Representante rancio de su época, supo cambiar de piel
cada vez que le convenía, o simplemente tenía con qué extorsionar a los nuevos
poderosos, logrando ostentar una posición influyente en cada gobierno, década
tras década.
Diputado y senador con la dictadura; asesor del presidente, o secretario
sin cartera, o cualquier otro puesto en el que pudo ejercer su maldad en el
terrible gobierno de los 20 años del Dr Malagueta, y en los últimos gobiernos
pasó por el Zar de la Droga hasta cualquier otro puesto en el que todavía podía
ejercer su maldad.
Opuesto a cualquier idea que significara progreso para los pobres, era,
naturalmente, nacionalista. Pero claro, ese nacionalismo era reservado sólo para
los haitianos. Además era racista, clasista, anti-gay, católico de asistir a
misas y no comer carne los miércoles de cuaresma, en fin, en contra de cualquier
cosa que representara alegría para esa abstracción miserable llamada
Pueblo.
Por cierto, el efecto de sus calumnias, de sus intrigas, de su levantar
falsos testimonios, influenciaron tanto al Pueblo que la mayoría de sus
habitantes compartían su opinión sobre muchos tópicos sociales. Ser haitiano,
negro, pobre, gay e ilegal, en ese país era vivir en el mismo Infierno. Por eso,
siempre pensé que el día que me topara con un haitiano negro, pobre, ilegal y
gay, iba a montarlo a caballito trecientos metros, iba a cargarlo a través de
una calle inundada un día de aguacero, para que por lo menos, aunque sea una vez
en su vida, tenga contacto con la bondad humana, desinteresada, antes de que
cumpla su destino de ser linchado por una turba.
Y como el Dr Blanquillo era un demonio no le tenía miedo a las cámaras de
televisión. Y como era un demonio tenía su programa en la televisión. Y como era
un demonio, con un país que se está destruyendo, o está destruído, él escogió
para su diatriba diaria el indignante hecho de una haitiana bañando a su hijito
en la maravillosa calle Lincoln, justo al lado de una agencia de Mercedes Benz.
Y parece que la noche del martes pasado, hasta el mismo Satanás se cansó y le
envió un infarto. Así que cayó de boca frente a todo el país, por lo menos ante
los ojos de aquellos que lo sufrían cada noche de 9 a 10.
Inmediatamente el presidente Faraonel interrumpió todos los programas de
televisión para anunciarles a sus subditos la pérdida irreparable de este
irremplazable abogado del Diablo, y ordenar bandera a media asta por los
próximos tres días.
Aquel que estaba disfrutando de un juego del Licey contra las Águilas,
aquel que estaba disfrutando de una película de Steven Segal, aquel que estaba
disfrutando de Sin Senos No Hay Paraíso, maldijo a Faraonel y al Dr Blanquillo
por la funesta interrupción.
Pero claro, eso no pasó, fue sólo un sueño, el Dr Castillo, digo, el Dr
Litigio Blanquillo, sigue vivo, fatigando la infamia; porque en mi añorada
Quisqueya los demonios que existen para atrasar al Pueblo, para robarle, para
embrutecerlo, para deshumanizarlo, viven más de cien años. El que realmente
murió fue Luis Días, quien, además de ser de Bonao, contribuyó al desarrollo de
la música, de la poesía, del baile. Verbigracia:
El guardia del Arsenal
Yo nací en la Bahía de Manzanillo
(oh, oh, oh)
Caribe tengo la voz
Si no fuera porque viviera tan lejos
(oh, oh, oh)
te enseñara como soy
Nací en tiempo de ese condenao Trujillo
(oh, oh, oh)
medio muerto nací yo
No tenía ni media hora de vivo
(oh, oh, oh)
cuando mi madre murió
Yo traía aún siendo un muchachito
(oh, oh, oh)
de guardia la vocación
Yo salía a correr tierra solito (oh, oh, oh)
to’ el polvo que tragué yo
Y a mí me pusieron (oh, oh, oh)
en un batallón (oh, oh, oh)
Pedí mi traslado (oh, oh, oh)
a Guaraguanó (oh, oh, oh)
De la infantería (oh, oh, oh)
en la capital (oh, oh, oh)
Pedí mi traslado (oh, oh, oh)
para el Arsenal (oh, oh, oh)
Pedí mi traslado (oh, oh, oh)
para Pedro Brand
Siendo raso pasé la era de Trujillo
(oh, oh, oh)
Cabo en La Revolución
Las mujeres me devoran el sueldito
(oh, oh, oh)
si de lechuza me voy
Y en la vela del cabo Sánchez Benítez
(oh, oh, oh)
Oigan lo que me pasó
El teniente prendío en palo y en romo
(oh, oh, oh)
a mi muchacho apresó
y así mismo vestidito de amarillo
(oh, oh, oh)
cuando el teniente volvió
me amarré mi palo por la cintura
(oh, oh, oh)
y así empecé a cantar yo
Deme mi muchacho
(oh, oh, oh)
hágalo soltar, (oh, oh, oh)
que yo esa guerrera (oh, oh, oh)
la mandé a lavar (oh, oh, oh)
Si no le conmueve (oh, oh, oh)
mi palo llorao (oh, oh, oh)
Dígame qué quiere (oh, oh, oh)
si ya lo ha ordenao (oh, oh, oh)
Cantaron los gallos (oh, oh, oh)
en ese lugar (oh, oh, oh)
Pedí mi traslado (oh, oh, oh)
para El Arsenal (oh, oh, oh)
Porque yo no vuelvo (oh, oh, oh)
para Pedro Brand…
Deme mi muchacho (oh, oh, oh)
Hágalo soltar (oh, oh, oh)
que yo esa guerrera (oh, oh, oh)
la mandé a lavar (oh, oh, oh)
Si no le conmueve, mi palo llorao
Dígame qué quiere si ya lo ha ordenao
Cantaron los gallos en ese lugai
Pedí mi traslado para El Arsenal
Porque yo no vuelvo para Pedro Brand…