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Juan Sánchez Lamouth
(Santo Domingo, 28 de abril 1930 - 18 de noviembre 1968)

Eurídice

 

TU estatua parece una oración de piedra.

Tus verdes hojas
alegran las preguntas de todos los perdones;
por eso creo en tus liberaciones sin ejército,
en tu justicia multilateral a la rosa doméstica.

Sonrisas de las uvas publicadas en julio
que alimentas arcones con savias minerales.
Pronúnciate en un sueño de liras racionadas sobre la primavera de los niños.

Sé que tú sabes agradecer las lámparas
que te obsequian los diáconos rurales.
Entre tu primavera ahora se ve más puro el valle de las musas
hoy la paz de un Olimpo con estatuas
preludia en tus substancias.
Hoy saludo el poder de tus palabras,
tus relámpagos de mieles,
tus ríos mensajeros de milagros.

SOY un testigo más
Reconozco que el presente de tus tiempos no es para narrarse
en este río confín de los ponientes locos.
Canto sellado al mundo de tus claras ventanas
aquí más eminentes se ven los ejercicios,
son ventanas sin ruidos que conocen y piensan
mientras Dios les bendice desde el cielo vacío.

NO cabe duda. Eurídice es la luz asomada entre la cordillera de las nubes.
Mientras van las palomas llevando sus ramitos de alegría,
los habitantes cantan en tu nombre al sentir la respuesta de las hojas.

En esta orilla morada
donde la muchedumbre saluda tus emblemas
se ve correr el tiempo movido por campanas musicales.

Ahora está
reproducirla en el silencio de las viejas piedras.
Tal vez por ella gimen los genios de Corinto.
Tal vez por ella han muerto 60,000 serpientes
en la nueva oratoria de los viejos paganos.
Diosa enemiga de las tierras sin músicas,
vuelve el rostro al calor de los nuevos creyentes;
mirándote estoy de acuerdo, hay que creer y crear;
son los tiempos los que pagarán la sangre del esposo...
vengan todos, cantémosle a esta metamorfosis del prodigio.

SI fuera el tiempo en que se construían las pirámides
te estuviera cantando en un templo amarillo adornado de momias.

SI fuera el tiempo cuando los sacerdotes copiaban los misterios del Ararat sin fieras.
estaría de acuerdo para grabar tu nombre entre nubes pluviosas.

Hay que crear, si no podemos rosas, crearemos espinas;
Dios no está arrepentido de haber hecho el infierno.

Bendiciones deseamos
para que no sean necesarios tantos pararrayos en los techos,
bendiciones para que la poesía quede inmune de ese augurio
de plagas de aquellos viejos tiempos.
Que en tu nombre se borren las necrópolis,
y esos falsos Olimpos que construyen los hombres.

EURÍDICE es más bella sin Orfeo.
Ya pueden retirarse los testigos de la entrada del atrio de las uvas moradas,
aún se ven muchos profanadores.

Sanea estos racimos,
desvía estos golpes que desfiguran cielos.

EURÍDICE es una selección de trinos aromados
hay que orar por su música entre los vegetales de los tiempos.
¡Viajeros, deteneos en su nombre,
ayudemos estos aires sin amparos,
saludemos a esos ángeles que se balancean por los frutos agrios,
no dejemos que el monstruo prosiga arrastrando la estatua sobre el césped,
no hablemos de la tierra, hablemos de Eurídice!

La tierra ya sabemos que es la fábrica
en donde se construyen los hermosos cadáveres.
SI lloro por ti en este pueblo de las golondrinas
es porque no hay en la tierra ni un poeta,
que aproveche el crepúsculo para cazar halcones.
Ya la rosa me parece otra cosa desde que vi tu cielo.
Deseaba descubrirte. En esta calle gris
con el día se ven más panorámicos los muros.
Deseaba descubrirte entre los transeúntes sorprendidos
para empezar a cavar en la montaña procurando los huesos de los dioses.

EURÍDICE, las lluvias de septiembre te saludan,
ancianos y pastores te saludan,
mi muerte cotidiana te saluda; ahora quedan los días misteriosos,
los días en que se anhelan los soplos desabridos que tienen las raíces.
Tu voz es la que hace ubérrimo el terreno donde se dan mis versos.

NO hablemos de la muerte, mientras se vean los cielos surcados de palomas.
LAS cabañas florecen aterciopeladas para tus ojos
por tus voluntades, las mismas zonas de los toros bravos van calmando sus furias,
discretamente marchan los artistas buscando tus sonrisas,
estos canteros tienen más amor anexo al perfume de tus flores.
TE veo y te adivino desde un lenguaje vegetal;
como la diosa Ceres definida entre la claridad de los augurios.
Canto tu sol presintiendo que un día iba Jesús mirando las estatuas
y al mirar a Eurídice dijo: Esta que hable y me siga por estos territorios de los astros...
y así fue como nacieron las bellezas,
y hubo alegrías en las profundidades de la vida.

TRES aldeas en mi alma están de día domingo y azahares desnudos

igual que tres marías noticiadas del Dios resucitado
tú eres la precursora del fervor y la paz de esta grey laboriosa,
canto ese imperio intenso que hay en tu sinfonía,

mi entrega es de silencio, como la vid que mece sus dolores
entre las oquedades de la hoguera
yo miro hacia tu espíritu perenne a las uniones
donde se advierten tantas sonrisas de alabastro.

¡Diosa de los ornatos!
mística siembra aromada por las sencilleces;
hacia tu corazón corren los siete ríos que nacen desde las cuerdas de la lira.
YA hace tanto tiempo que te veo, tan de luz como el pan de los humildes.

¡Oh ideal marmóreo!
por eso en mi alma la oscuridad se extiende.
La ruta eres tú,
para que te entretengas acaricio el subsuelo.
Recuerda que a estas albercas enlodadas no llegan los paseantes;
tú la que llorando sueña con las estrellas.

Porvenir de los lirios,
en las puertas de mis dedos se ha posado una estatua;
es una estatua, mañana será un poquito de rocío,
o una palabra parecida a la rosa;
flexibles y oportunas son las puntas de mis dedos,
desde aquí comprendemos que ella es la pausa donde florecen los muertos,
desde aquí, desde las puntas de mis dedos,
mañana, sabrá Dios si serás un río
llegando hasta mis aguas imposibles, llegando a ese mar de las estatuas ciegas.

LIBERTADORA que canta
en esta isla sin cielos, borra los cataclismos,
borra la furia en la fiebre del solsticio;
¿comprendes?, una isla no puede pesar mucho si está llena de rosas y turpiales.

Sé siempre voz que arrulle
estos caminos del tiempo arrodillado; refresca los racimos del porvenir latino
con tus manos que saben liberar las palomas.
Recuerda que a la entrada del bosque
hay ídolos de piedra envueltos por las llanas
son poemas de piedra hechos para tu cuerpo
mientras duerman los cielos.

¡ALMA, no sé decir palabras, oriéntame,
parece que la sonrisa de mi ángel se ha eclipsado,
te llamo desde el verde dolor de las raíces;
tuyo es el sendero del fervor dilatado!

Hay que tener cuidado con ese alud profundo de la noche,
sopla un frío terrible, el cuerpo del silencio está temblando.
Eurídice, deseo regalarte mi vino humedecido por la tierra
ya que se que son tuyos todos estos verdores publicados.
BEBE mis vinos,
no despiertes la estatua que está descolorida,
renovamos las cenizas, puede que hayan aves fénix
que no pudieron volar al verte sin Orfeo;
cantémosle a estos campanarios bajo el sol sin canícula
Majestad de los mitos tropicales,
sé que para que te hagas intención de palomas
a los vuelos del alma no hay que enseñarte cisnes degollados
ni mencionarte aquellos tabernáculos de los espiritistas.

LLUVIAS de estrellas, maravilla del llanto,
entre un ardor de sombras la orquesta de la noche gime
muchacha intercalada entre mis sueños
los cardos forman parte de las hierbas buenas al sentir tus palabras,
la cruz es como un arado al sentir tus mensajes,
desde tu voz sobre el pueblo pueden notarse las flechas obedientes,

¡Profanos, recuerden! las estatuas de los dioses no se venden;
ellas son gratis como los días y las piedras;
ellas contienen ojos inorgánicos para ver a Eurídice.

HILACION de querubes, signos que orientan todas mis palabras,
tengo deseos de creer en algo, por eso creo en ti,
entre la vid de este país quemado de gorriones;
perdónenme los dioses, mi alma no desea hacerles resistencia.

EL mejor alimento es ver una escultura,
sé que entre las lejanías de la tierra se encuentran los milagros apagados.

Si tú estás las iras no pueden a albergar hecatombes;
verdad que sobre el césped quedan estatuas rotas
ellas son los despojos de la antigua parroquia de los embajadores;

He aquí, los tañedores,
los diáconos, los sacerdotes de las catacumbas
un sinfín de arboledas arden en tu crepúsculo con sus frutos de arte.

Ya que no estás mordida por el reptil vengado
recrea hoy tu azul en mis rincones fríos,
hoy que los duendes chicos resbalan por tus manos.
Poetas sedentarios, ved la Ciudad Eurídice
donde un río bifurca sus arterias por callados aménes.

ELLA es la copa de un vino inteligente; cantémosle a su Dios que se adueña de todas las bellezas,
su Dios de los humildes que a veces nos responde con palabras orgánicas.
Cantemos,
no pensemos en las savias antihigiénicas
que desde los cadáveres suben hasta las hojas.

Recordemos a Eurídice,
ella tiene el milagro de hacer que retoñen las estatuas.

ILUSIÓN de oro, la puerta del bosque está cerrada,
ahora quedan mis preocupaciones.

¿Qué haremos este Otoño en el Palacio de las Bellas Artes?
Tal vez continuaremos hablando de Beethoven y Whitman,
o a lo mejor orillando la estatua de claveles.
Si en el césped nocturno los grillos ya no tienen flautas
¿qué haremos para que la primavera no se nos muera entre los dedos?
EURÍDICE, verdad que tenemos la peste conjurada;
pero aún quedan los monstruos respirando tu rostro,
quedan los malos ojos fijos en el destino de tu sangre,
quedan las estatuillas mientras los candelabros se consumen.
En tus manos comienza la fiesta del perfume
Venid! coperos de los altanos vientos,
venid! hornaceros que sufren meditando en las feligresías.
quiero un volumen blanco para nombrar de Melba su boda con el barro,
para nombrar en nombre de Eurídice sus tejidos de frescas trinitarias.

ANATOMÍA besada por los cielos,
vuelve los ojos al cielo de la angustia,
vuelve los ojos, la tierra te responde desde sus frescos muertos,
vuelve los ojos a la salada estatua de la noche,
deseo ver el triunfo de tus ojos, deseo ver a Melba y oler sus mariposas
vuelve tus ojos libres ya que no estás obligada a mirar las deidades del infierno.

INTENSA de palomas,
levanta tu voz entre las pruebas físicas;
tú que eres luz hecha carne y espíritu del pueblo sin espinas;
tú que tienes la sonrisa formada de mieles y romanzas,
fundamenta tu luz en el terreno pobre,
preparado para los villancicos de tus manos,
yo a ti vuelvo la cara aún también me destrocen las bacantes.

MEMORIZO tu nombre entre la sangre abstracta del crepúsculo,
no verte es comprenderme herido, lamentando mi suerte por los muros,
deseo algo más de los niveles blancos en este litoral de las vincapervincas.

¿Sabéis quién es Eurídice?
Ella es anticanto de todos los espíritus,
árbol pleno de hojas satisfechas; desde su aliento emergen los azules oxígenos.

COMO Musa que pinta cerezos y lagunas,
te veo dibujando los oídos soplados de los lázaros verdes;
por esta piel nocturna tú me has reconocido
igual que se reconoce una ciudad por sus iglesias.
Hay que comer raíces antes de profanar a las estatuas.
Muchacha ubérrima, admiradora de mis golondrinas,
son hondos los motivos por los que ahora te elevo hasta la superficie de los nardos.

Plenitud, eres una razón como lo es el ángel
que demuestra su amor hasta en el polvo.
Hombre concupiscente huye de las estatuas
entre tu corazón se oye correr un río de dioses fusilados

Eurídice es la fuente metafísica donde un Orfeo loco llora buscando cisnes lapidados.

GLORIA de la esperanza,
mi yo te reconoce aficionado a todas las estrellas,
muchos te necesitan, tú lo comprendes,
no te hagas tan extraña a la hora del crepúsculo,
perdura un poco más en este limbo golpeado
en el deseo de llamarte manzana.
Háblanos, no sientas nostalgia de esta ciudad
que día por día aleja sus fatigas,
¡oh hermoso Himeneo de la gleba y los cuerpos!
tal vez si bien abajo pueden verse los peces azulosos
o el cuadro primigenio del manzano y la higuera.
Eurídice, recuerdas a Diosa-primavera, hay muchos que la cantan,
difícil es cantar a ese dios del invierno o al otro del otoño,
sin embargo, mi alma cuando canta al otoño
piensa que él sólo es un refresco amarillo
y al cantar al invierno,
piensa tal vez fue un ángel que instaló un aparato de aire acondicionado.

Eurídice, juguete apropiado a la mano del dios de los crepúsculos.
¡Adelante!, viajero, la misma tierra también es un juguete,
tu corazón también es un juguete: ese lejano cielo también es un juguete;
existir es quedarse un momento donde están los juguetes...
Transfigurado en las voces supremas
quiero arar estas zonas humanizadas en ti y en tus palabras.
Existir por entero es existir muy triste;
por eso es que yo siembro semillas de cereza y hablo de las estatuas,
yo se que tú también sabes regar la rosa subterránea
y siempre tienes tiempo para endulzar las piedras con tus frescas miradas;
ya sin obstinaciones podemos ver su cuerpo
en la aurora vedada al control de los monstruos.

Atravesando lirios como si fueran calles
va tu voz espiritual sola entre los arneses mitológicos,
en todas partes te esperan las artes.
Acaban de sonar las campanas de piedra de la noche,
en el pecho de este cielo duermen muchas estatuas.
Eurídice es la dueña de este cielo de apaciguadas danzas vegetales,
ella es el sol humano aliturgiado entre los girasoles,
canto tu templo próspero sin verte demasiado
puede que las montañas pierdan algunas aves
cuando les miran mucho; tus manos humedecidas por mis versos
ojalá se tornen como los pozos del sur
que se ponen alegres cuando empiezan las lluvias.
Cantemos y recordemos al ángel empujado hacia el hondón terrible de las llamas.

VERDAD radiante,
eres como esa brisa que escribe amor entre las catedrales,
te respiro en los dulces asideros del alba;
lúgubres como los perros que ladran en la noche fueron aquellos días,
quisiera hablarle a alguien de estos solemnes puntos donde mi sed amanece
yo que he visto tus mitos cosmogónicos desde ese lirio líquido
que es como una lágrima del tiempo acunada en tus espíritu,
analizo y sé que son poemas casi todas las llagas de la tierra.

CONCIENCIA vuelta viña, alta viña esotérica
entre círculos rojos se ven los equinoccios del cisne degollado,
yo canto a Eurídice autoliberada de los brazos del fuego,
a Eurídice de ojos pastorales que narra en el verano
los misterios del bosque del subsuelo.
Quien en los malos tiempos no se guarezca bajo las estatuas
no podrá ver la luz de esta muchacha,
lámpara de las grutas de mis versos.

En poesía
nunca se pierde el tiempo.
si en su fondo aparecen las estatuas.

Somos los elegidos que separamos el alma
del resto de la tierra con los biombos azules,
la envidia nos rodea, ellos desconocen la belleza
que irradia ver un templo llovido por el sol ultrarrojo;
ellos desconocen las infinitas venas que tiene el corazón de la palabra;
así son las cosas, mientras tanto,
dancemos y cantemos en nombre de Eurídice;
cuidemos a las estatuas, hay muchos malos ojos que pueden arrancarlas de raíces.

Más preciosas que los versos modernos
se encuentran sus reservas de palomas,
vean los que tengan ojos, los que deseen preguntar por Eurídice.
Gentes maravillosas sobre los frescos surcos preguntan
si Eurídice es la rosa moderna de los nuevos poetas,
y es lo cierto, demasiado primores tienen sus pensamientos,
demasiado racimos tienen sus manos blancas, demasiados susurros
salen de entre su pecho.
LIBERTADORA que canta
CIUDAD de las estatuas donde se restauran los días sumergidos,
en mi cuaderno oscuro anoto los parterres.

Eurídice es una ciudad pintada al arte gótico
con seres que les ofrecen diálogos a los templos y a las estatuas blancas,
aquí van los hacheros con sus hachas al hombro soñando que son cruces.
De tierra no,
tú eres la alegría del cantoral de los niveles puros,
la estrella sin raíces tutelando mi aldea enjardinada por las golondrinas.
De tierra no,
aún goce acariciando las melodiosas vértebras del arpa de la tierra,
aún se nota tu cabellera borracha por los vientos que rondan los lagares,
se que tu recolectas las hojas de la Biblia que se ven sobre el césped,
sé que tú no le temes al ángel despoblado de los cielos
que mediatiza el sueño de las bellas durmientes...

EURÍDICE, mis cantos no son para ver caer las hojas de la luna,
ni para que las aves se equivoquen de sus bosques azules,
mis cantos son para ti en estos predios donde los dioses te recuerdan.
Vengan los iniciados, sagitarios del símbolo de los soplos humanos,
a los verdes oráculos que se ven en los bordes de las nuevas pirámides.
Ya incontables adeptos tienen el salmo Eurídice,
unos trayendo piedras, otros trayendo lámparas,
ya el monstruo de ancho tórax huyó de las pilastras olientes a alcanfores,
ya sin obstinaciones el arte puede reverdecer sus cielos.

AQUÍ está mi corazón dudando de la luz,
El cadáver de Ana Frank pesa mucho en mi aldea florida de basuras,
ella nunca fue el prólogo del libro de los pianos amarrados

SU ÚNICO pecado fue haber tenido estatuas
que en la tierra lloraron ruiseñores,
por eso no quiero mirar ese horizonte
donde los monstruos guardan el oro de su nombre.

En tu garganta hay mucha poesía;
habitúanos a tus alfas infantiles
un año más de fríos Palemones;
las ratas continúan comiéndose los libros;
queda el luto al ignorar la suerte de la rosa, en este pueblo lleno de sepulcros
no hay casi quienes se recuerden de aquella mesa vieja llovida de milagros,
un año más entre fábulas agrias
olvidándonos de los esgrimidores que borran los dibujos naturales.

Unidos a los frutos publicados,
con los ojos comidos por el paisaje cruel de las langostas,
se ven los Palemones queriendo sembrar plagas entre los territorios de su nombre.

QUE todos los humildes pongan a sestear a sus ovejas en este quieto valle de mi alma...

Yo canto a esta muchacha
porque desde su voz el pan obedece a la razón de aquella matemática divina.
¡Qué hermoso su trabajo entre los lirios...!

Ella es meditación y fórmula para leerse en esos días de lluvias.

Lo saben mis sentidos, su presencia retorna cotidiana,
en estos días de alcoholes amarillos en que mi corazón se abre casi igual que una granada.
Mientras Atenas defiende sus laureles
y los mares defienden sus grandes alcatraces,
yo busco el evangelio de Eurídice,
para que se arracime entre mis instrumentos;
para hacer que los vientos dancen en la metempsicosis de esa Melba
que aún llueve primaveras entre nosotros.
Melba al fin liberada de la tierra donde duermen plutónicas lujurias.
Dios lo sabe, el clima no es propicio.
Alegraos terrazas de los tañedores, ella es la proliferación de la belleza.

DESDE ti si pudiera, de cada árbol haría una campana verde
mirando la colina donde te cantan los dioses forestales, habitado de ti,
me veo habitado, hoy que la tierra está más húmeda, más repleta de muertos.
¡Orfeo desangrado, ten misericordia de estas solemnidades!
Arrancada se encuentra la siembra de los mármoles,
sólo quedan en pie aquellos robles rojos del muchacho alpinista.
Deseo mejor el interrogatorio de los muertos
que las palabras flacas de los profanadores.
Cerca de tu madera inofensiva,
reconozco Eurídice es la estatua de carne
que entre la mano lleva una lira de auroras
TODOS los alfareros saben oír su música,
los pastores procuran sus hisopos corpóreos.
Sin ti no necesito estar ni aún entre las entrañas de una rosa.
Inédita te nombro, pastorela litúrgica que camina mi aldea cazando mariposas.

Tuyo es este crepúsculo, vaso lleno de sangre que besa al corazón discretamente.
Tuyo son estos versos que se llenan de música como el azul liviano.
Tus manos son al tiempo nomás hojas de arena aromadas de trópico.
Tus ojos son dos pianos que dejan la impresión
de que entre sus maderas viven bastante pájaros.
Los que me lean, tienen que leerme bien adentro
llegando a los rincones donde duermen mis nudos.
Firme como una roca
se ha tornado mi alma desde que vi tu rostro,
órficos aluviones de aquel vigor olímpico viajan a mis poema,
más allá se nota el panorama seco de alegría,
aquí se acondicionan los profanos,
parece que nacieron en un país donde la rosa no se llama rosa.

YO canto en el crepúsculo la paz de esta muchacha que dice que prefiere mis estatuas;
deseo que comprendas que varias rosas rojas sobre los libros de Kafka
son mis defensa para rechazar a los demonios.
EURÍDICE, recuerda,
son pocos los que saben poner la otra mejilla que recomendó el Hijo.

Maldiciendo la tribu de los hermafroditas.
adulta de prodigios te ve mi pensamiento;
reflexiona: Muchos poetas lloran hoy por ti bajo los árboles
te canto porque sé que eres amor, entre la fecha amor de las vendimias.
No desees apagar la poderosa llama de los enamorados,
mi cosecha más pura es haberte conocido,
queda mucho terreno para sembrar tu nombre entre la primavera.
EN estos días resulta insuficiente hablar de los destinos, pesa mis tierras,
pesa también mis ángeles y piensa si mañana
te acordarás de alguno de estos versos.