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LA BACHATA: BLUES Y BOLERO ENTRE ISLA Y CONTINENTE

Jochy Herrera

 

La tradición musical latinoamericana arrastra una trayectoria de características firmemente establecidas pero con una tendencia a la incorporación de otros ritmos sin perder su raíz de origen. La bachata es, sin dudas, el género musical  más joven y tal vez el más popular, dentro y fuera de su tierra natal, la República Dominicana. Es un ritmo que quizás mas que ningún otro, ha destruído estereotipos envuelto en una intensa dinámica social que afectó tanto a creadores como a seguidores. La evolución musical y comercial de la bachata va a la par de la historia dominicana contemporánea: marginalización económica de las grandes poblaciones rurales, migración local y foránea y un afán de definir la identidad de un pueblo que se busca a ambos lados del océano.
            Los orígenes de la bachata provienen de la tradición americana de la música de cuerdas: la guitarra romántica -madre del bolero-, la ranchera, la plena, el son, la guaracha el pasillo o el vals campesino, por sólo mencionar algunos. El antropólogo Marcio Veloz Maggiolo afirma que la bachata nunca fue un género, sino una forma de fiesta popular donde la música aparece como acompañamiento a la fiesta misma. Los africanismos cumbancha y cumbachata (derivados del cumbé) sugieren parranda, jolgorio, encuentro ruidoso y caótico  improvisado y espontáneo: haciendo bachata. Ante la ausencia de una industria radial o de grabación establecidas, la entretención del pasadía campesino en la República Dominicana de los años 50 requería la improvisación de una música  romántica con tríos o cuartetos acompañados de instrumentos simples: guitarra acústica, percusión con maracas, tambor y bajo de rústico diseño. Desde sus inicios se evidencia una estigmatización de la bachata por parte de las élites y la clase media, quienes la asocian a lo rural y a lo vulgar. Son precisamente las élites, no los fans ni los músicos, quienes le dan el nombre con claras intenciones de rechazar lo pobre y lo simple, lo que llegó del campo a la ciudad.
            Tras la caída de la dictadura trujillista en 1961, grandes migraciones rurales inundan las urbes dominicanas en pos de trabajos normalmente mal pagados que no garantizaban una forma de subsistencia mínimamente digna. Las vivencias y tradiciones del campo son importadas a barrios periféricos  donde la bachata es conocida como música popular, bolero campesino o música de guardia. Son canciones  inocentemente románticas y melodramáticas similares a las de María Luisa Landín, Pedro Infante, Los Panchos o Julio Jaramillo.
El campesino recién llegado no logra incorporase a los ritmos populares predominantes en la ciudad: la balada, el merengue típico (que, aunque basado en la cultura rural, no se prestaba a expresar el sentimiento de sufrimiento y alienación prevaleciente), ni el merengue de salón orquestado, promovido por el dictador como intento anti-africano, que tampoco daba cabida al entorno social de esta joven población desplazada. La bachata, al combinar elementos musicales rurales simples, al permitir la libertad de articular cualquier tipo de emoción, añadido a su facilidad de interpretación con apenas una guitarra, de pronto, permite la consolidación de una forma musical con mecanismos de difusión y promoción propios.
Para 1964, Luis Segura, considerado padre de la bachata, tipifica la experiencia de sus intérpretes: origen campesino, un repertorio autodidacta basado en la guitarra y sobre todo un desarrollo artístico netamente urbano. A través de Radio Guarachita, Segura, junto al fundador de esta emisora Radamés Aracena, promueven la bachata a las grandes audiencias contribuyendo a la creación de un rudimentario mercado de grabación.
Durante las décadas de los 70 y 80 el género adquiere una lírica diferente donde predomina el doblesentido, el desamor y la nostalgia por el amor ido o arrebatado: el amargue; las historias de machismo y alienación a la mujer, el desprecio y el despecho se ahogan en alcohol con sabor a burdel. Estos rasgos reflejan la desintegración de la familia tradicional y la crisis social de las poblaciones desplazadas. La bachata de la época sólo se escuchaba en emisoras de radio AM y en horas de madrugada. Se grababa en discos sencillos de 45 rpm que eran vendidos en los mercados y en la calles donde eran adquiridos con un cierto velo de vergüenza.
Las características escenciales del género según la opinión de Deborah Pacini, Profesora de la Universidad de La Florida, pueden resumirse en las musicales (patrón rítmico de instrumentación particular) y las extra-musicales (el contexto social, lenguaje y estrato social de sus intérpretes y seguidores, además de las peculiaridades de su industria). Estos rasgos se mantienen a pesar de la importante evolución que la bachata ha sufrido sobre todo a partir de 1988 cuando aparece en televisión y radio FM gracias a Luis Segura y Blas Durán; ambos la sacan del burdel y le incorporan la guitarra eléctrica, hecho que atrae a la población joven clase media de la ciudad. Simultáneamente, Luis Díaz, Sonia Silvestre y Víctor Victor, destacados músicos estudiados de la época y pioneros de la nueva canción dominicana, experimentan con la tecnobachata y la “rescatan” más allá de las barreras de clase.Víctor Victor afirma que “lo nuestro fue la culminación de un esfuerzo iniciado hace tiempo, que muchas veces explotó y fue impedido por la discriminación social. De la mano sobre todo de Luis Díaz con su tecnoamargue, llegamos empujando a los músicos populares en una lucha donde hubo heridos, muchos que abandonaron, pero finalmente nada impidió el indetenible desarrollo y crecimiento cualitativo y cuantitativo de la bachata”.
La proyección internacional del ritmo llega a su cúspide tras el lanzamiento de Bachata Rosa, de Juan Luis Guerra, disco que lo coloca en la mira del mundo (incluyendo frente a la industria que lo premia con un Grammy). La incorporación de textos poéticos cercanos al bolero por Guerra, la fusión con el Rock y Blues de la tecnobachata de Luis Díaz y del son cubano con Víctor Victor, son todos factores decisivos en la consolidación de una neobachata: bajo eléctrico y sintetizador, guitarra eléctrica y un tempo más acelerado que la hace más bailable. Según opinión de Víctor Victor, la velocidad con que esta expresión romántica y musical va cambiando es mayor que la vivida por el merengue, el son o el tango: “en apenas 50 años se ha transformado sonora y rítmicamente, pero también en la forma de tocarla, a pesar de que aún predomina el desamor como tema; indiscutiblemente que la bachata tratada por músicos con alto nivel académico, arreglada por la vanguardia musical dominicana le dio un sendero internacional; dada la fuerza con  que se desplaza no nos sorprendería escucharla un día en formatos orquestales”.
 La bachata salida de New York aún sabe a dominicana, sin embargo ha evolucionado  incorporando otros ritmos y  presentando una imagen más acorde con el mainstream. Aventura, probablemente los más populares en Estados Unidos, siguen un modelo cercano al Rythm and Blues, tocan en lugares más caros y se visten a lo Hip Hop reflejando una cultura acorde con el lugar donde nacieron. Contrario a los bachateros tradicionales, quienes fueron limitados por razones económicas, de idioma y migración, los nuevos bachateros de este país han penetrado más facilmente al mercado abriéndole el camino a muchos nuevos  llamando así la atención de la industria musical norteamericana. Monchy y Alexandra es otra agrupación popular conocida por incorporar el Vallenato a sus piezas. Estuvieron en posiciones altas en el Billboard estadounidense, son líderes entre la población mexicana y centroamericana de Texas (la estación KOVE-FM en Houston les tocó el éxito “Hoja en blanco” unas 468 veces en solo seis meses);  aparecieron en el Madison Square Garden, fueron la agrupación #13 en Colombia hace unos años (un país donde la bachata era casi desconocida) , razones todas por las que el New York Times les ha reseñado ampliamente. Andy Andy es otro importante intérprete recientemente firmado por Sony Discos y nominado al Grammy. Su popularidad en Nueva York es irrefutable sobre todo entre los recién llegados (fue invitado por el gobernador George Pataki a las celebraciones oficiales del mes de la herencia dominicana).
Las bachatas neoyorkinas están teñidas de sabor urbano y reflejan la experiencia de la diáspora; sirven de puente entre una cultura dividida pero también reflejan  los dominicanos nacidos aquí.  Ello es evidente en la reciente versión bachata del clásico de Diana Ross “Killing Me Softly” donde las letras en tono de Rap simbolizan el horizonte y la evolución de la música latina en los Estados Unidos. Esta “extranjerización” de la bachata planteada por algunos es refutada por Víctor Victor:”...no creo que se pueda hablar de extranjerización del ritmo. La bachata hecha por dominicanos residentes en New York incorpora tecnología y formas originadas en aquella comunidad; así como el sancocho de Washington Heights lleva plátanos filipinos y no dominicanos, sigue siendo sancocho; de igual modo la bachata del Bronx navega sobre el ritmo madre y nos trae nuevos sonidos y formas generadas por las propuestas visuales y vivenciales de la comunidad, en consecuencia, su balile adquiere nuevas formas pero sigue atada al tronco.”
Tras dos décadas de ser co-responsable del rescate de la bachata, Víctor Victor celebra 35 años de carrera musical con un audaz proyecto, un nuevo disco que yo titularía Bachata de Cantautores. Casi a punto de salir al mercado, el trabajo nos entrega la riqueza musical de artistas pioneros del género acompañados de las voces de los maestros Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Silvio Rodriguez, Victor Manuel, Pedro Guerra, Fito Páez y Carlos Varela, por solo mencionar algunos.
En el libro Bachata, a Social History of a Dominican Popular Music (Temple University Press, 1995) Deborah Pacini indica que dado el origen musical y social de la bachata y sus similtudes con otros ritmos marginalizados, es necesario investigar la relación entre status socioeconómico, medioambiente y música. Pacini sugiere que las condiciones que dieron origen a este género aún prevalecen inclusive en los Estados Unidos (donde la deprivación económica, el deterioro del medioambiente y su relación con las prácticas musicales ha sido representada en otros ritmos como el Rap). La autora nos invita a estudiar el impacto que lo socioeconómico y lo ambiental ejercen sobre los ritmos mismos y sus funciones estéticas y sociales: bailar, alegrarnos, olvidar o recordar, desahogarnos, y sobre todo, escuchar nuestras propias voces.