La puesta en circulación del libro “Los Doce
Años: Contrarrevolución y Desarrollismo” de Roberto Cassá el pasado
9 de junio en el Museo de Historia y Geografía, así como “El Reformismo
Dependiente”, de Wilfredo Lozano el próximo 24 de este mes en el “Instituto
Dominicano de Cultura Hispánica”, constituyen un momento de particular
importancia para la bibliografía histórico-política contemporánea.
La Genética del Balaguerismo
En ambos casos los investigadores parten de
un análisis del lapso 1961 a 1965 como período clave para la comprensión
de la genética del poder balaguerista, entendido como una forma de administración
de la dictadura burguesa. En esta perspectiva es posible comprender
la raíz real de los llamados doce años del balaguerismo, en la medida
en que allí se perfila el balaguerismo como una fuerza política de sucesión
a la dictadura de forma trujillista, a partir de su base social matriz,
pero, en la práctica de ejercicio del poder, especificando sus particularidades
históricas.
En efecto, si bien es cierto que el balaguerismo
surge de las entrañas del trujillismo, su vocación sucesora, por un
lado, y la dinámica de la lucha de clases por otra, ubican a la “burguesía
de los funcionarios” cívico-militares trujillistas en la necesidad de
relevar al trujillismo recomponiendo las alianzas de clase, y por lo
tanto, transformándose como fuerza de mediación política entre el estado
y el conjunto de las fracciones de la burguesía en alianza con la burguesía
imperialista.
No es casual, pues, que la burguesía de los
funcionarios que serviría como núcleo estratégico de la burocracia balaguerista,
encabezara la llamada “transición” de 1961 gracias al soporte de la
estrategia contrarrevolucionaria de la burguesía norteamericana y su
estado imperialista. En tal sentido, lo que se conoce como “el inicio
de la era democrática” o el Balaguer “iniciador de la democracia”, no
es más que una mitificación, en la medida en que la transición post-trujillista
será la concretización de la estrategia norteamericana, para lo cual
la burguesía de los funcionarios balagueristas y la burguesía tradicional
opositora, serían articuladas en un proceso de sucesión “pacífico y
sin ruptura” para evitar las posibilidades de una guerra revolucionaria
o una insurrección popular democrática.
Se muestra de manera clara, pues, la relación
estrecha entre el poder extranjero y la fracción balaguerista en términos
de su recomposición en la sucesión de la administración trujillista,
alianza que permitió a la clase burguesa, al capital, detener momentáneamente
la lucha democrática radical de las masas del pueblo, que irrumpirían
en el mediano plazo, es decir, en 1965.
Periferia y Poder: Ocupación y Balaguerismo
La lucha interburguesa y la lucha popular irán
acumulando, en ese aleccionador período de 1961-65, un cúmulo agudo
de demandas democrático burguesas frente al estado en reestructuración,
tanto en el plano de los aparatos civiles como militares, lo que explica
el colapso de la dominación burguesa en 1965. Hemos dicho que la dinámica
de la ocupación e intervención militar norteamericana están precisamente
en las consecuencia de ese colapso en términos de control del Estado
y de control de la sociedad civil.
Se produce la ocupación militar norteamericana en 1965 para
sustituir el estado neocolonial en crisis mortal, por lo que se establece
en su sustitución una dictadura militar norteamericana de ocupación, con un mando político único, al cual se subordinan las fracciones burguesas
criollas antinacionales y los cuadros políticos y militares subalternos
a su estrategia contrainsurgente.
Esa estrategia contrainsurgente de las tropas
de ocupación norteamericanas tiene como punto de partida al terrorismo
del Estado norteamericano, llevado a efecto por sus tropas regulares
y las tropas criollas con oficialidad bajo el mando único contrarrevolucionario,
teniendo como escenario inicial la “Operación limpieza” de la Zona Norte
de la ciudad de Santo Domingo.
A partir del terrorismo de estado norteamericano
en la formación social periférica la dictadura militar crea las bases
para una alianza político militar a partir de una dinámica de guerra
contrarrevolucionaria cuyo objetivo fundamental es la seguridad estatal
norteamericana en el contexto de su estrategia regional. Ello permite,
pues, la articulación de los núcleos estratégicos militares y civiles
que le permitirán al imperialismo transitar de su dictadura de ocupación
a una dictadura norteamericana criolla que se expresaría en el régimen
de transición de Héctor García Godoy, a partir del cual se estabilizarían
los aparatos administrativos, civiles y de seguridad que garantizarían
la imposición de Joaquín Balaguer.
La política de seguridad norteamericana para
reestructurar el estado dominicano como estado periférico, ensamblaba
los cuadros civiles necesarios y los cuadros militares y de seguridad
en una misma dinámica cohesiva. En tal sentido, la política de terrorismo
de estado norteamericano que se inició en la ocupación, continuó en
la Zona Norte y se prolongó con la cacería de constitucionalistas y
opositores al balaguerismo, fue una cadena orgánica a la política
capital y su estado en continua reestructuración.
Dan Mitrione, ejecutado por la justicia popular
uruguaya, por sentencia del MLN –Tupamaros, es un ejemplo claro del
eslabón “perdido” de los “incontrolables”, de las bandas paramilitares
que se ocultan por “razones de Estado”. Pero no es cierto que existieron
o existen “incontrolables”, con sus intentos ingenuos y simplones de
explicación, justificación o comprensión.
El terrorismo de estado norteamericano y el
terrorismo de estado norteamericano-criollo, hubieran sido en el régimen
de García Godoy o Joaquín Balaguer tienen la misma matriz, adquiriendo
sus especificidades en la medida en que el balaguerismo, por el ejercicio
del poder gubernamental y la dinámica de la acumulación capitalista,
agregaba su cuota de particularidad en términos de sus intereses de
fracción burguesa en el contexto de la estrategia de la burguesía extranjera
y su poder imperialista.
Los 12 Años: Mitificación por Doble Partida
Los resultados electorales de 1966 tienen su
raíz en esa recomposición impuesta por las tropas de ocupación frente
al pueblo-nación en armas, pueblo nación que buscaba expresar su forma
estatal democrático-revolucionaria en un gobierno en armas como el del
coronel Francisco Caamaño Deñó. A la nación en armas se opuso la ocupación
militar y su legitimación posterior, vale decir, el proceso electoral
de 1966, razón por la cual Cassá tiene toda la razón al situar como
paralelo histórico en cuanto a que la genética del balaguerismo es la
contrarrevolución extranjera para los fines de la historia contemporánea.
Podemos decir que este paralelo es el relevo
de la vieja alianza de 1961 para la “transición democrática” postrujillista
que no pudo concretare por la aguda lucha interburguesa.
En tal sentido Joaquín Balaguer no asciende
al gobierno por sus propias fuerzas, por una alianza “hecha por él”,
en suma como consecuencia de sus propias fuerzas históricas sino en
virtud del poder y la capacidad de las fuerzas imperialistas que crean
las condiciones para un régimen “conservador” como respuesta a la insurrección
popular de Abril de 1965.
El balaguerismo se hace viable u operativo, pues, luego
que el poder extranjero creara las condiciones para su viabilidad,
produciendo una modificación en la correlación de fuerzas y, es lo fundamental,
limitando y anulando el poder armado popular constitucionalista. En
ese contexto es posible el balaguerismo como alternativa política a
partir de la dinámica descrita, y apoyándose en las fuerzas materiales
que institucionalizaron el terrorismo de estado yanqui-criollo. Por
ello, cuando se habla de “incontrolables” o de “retroceso”, que son
variantes de justificación del poder de clase opresor o de caracterización
individual de las responsabilidades políticas, en ambos casos se oculta
el poder real detrás de cualesquiera poder criollo: el poder norteamericano.
El poder balaguerista, el poder de la fracción balaguerista,
cívico-militar, tiene como soporte de despegue y consolidación el poder
político militar extranjero y sus núcleos operativos estaban inscritos
en la “Operación Limpieza” de la Zona Norte de 1965,
aunque las particularidades del ejercicio del dominio de clase, de tipo
bonapartista de Joaquín Balaguer, aportaban elementos importantes para
la redefinición capitalita a partir de 1966.
Si bien es cierto que Balaguer no puede ser
subestimado tampoco puede ser sobreestimado o sobrevalorado, otorgándole
la función de “superhombre de la historia” para explicar su proceso
o momentos de un proceso, allí donde la explicación reside en el poder
del imperialismo y en la dinámica de la lucha de clases. Solo en esta
dinámica, tal y como lo hacen Cassá y Lozano, con sus particularidades
metodológicas en cada caso, podemos explicarnos la naturaleza del poder
balaguerista.
Dan Mitrione está en sucesión directa a la
División 82 Aerotransportada o a los equipos especiales de la CIA en
la Zona Norte, y como organizador y antecesor directo de la Banda Anticomunista
como expresión paramilitar, o en las simples operaciones de los órganos
de seguridad regulares.
Lo que estaba detrás de Mitrione fue lo que
hizo posible los “Doce Años”, al igual que los ocho años que le siguieron
y los que vendrán, hasta que el pueblo releve la Nación en Armas de
1965.
El Nuevo Diario, Santo Domingo, 17 de Junio
de 1986, pág. 11.