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SANTO DOMINGO, 1935

Fernando Infante

 

Para el año 1935 la República habría de lograr “un alto grado de densidad moral signo de verdadera civilización, debido a la unificación del país; la abolición del caudillaje local y la creación de relaciones frecuentes entre todas las regiones”, si es aceptado como válido ese enunciado que hizo Pedro Henríquez Ureña al periodista Ramón Lugo Lovatón, poco antes del educador abandonar el país en 1933.La economía dominicana había pasado su peor momento. Una dinámica de trabajo se advertía por todas partes. Grandes obras como el puerto de Santo Domingo se habían iniciado y se completaba el desvío del Ferrocarril Central Dominicano en beneficio de las provincias del Cibao. En la ciudad capital se sentía el trabajo trepidante.

Las avenidas Independencia y Bolívar mostraban sus aceras recién construidas y sus árboles acabados de plantar. El parque Colón había sido completamente remodelado y las calles exhibían sus placas nominales mientras avanzada la colocación de las placas numerales de las casas. Los trabajos de aislamiento del Baluarte 27 de Febrero para dejarlo como Arco de Triunfo y el embellecimiento de su entorno se ejecutaban con celeridad, así como la supresión de las cunetas de la calle El Conde y la ampliación de sus aceras. En esas obras se destacaba la entusiasta actividad del presidente del Consejo Administrativo, Virgilio Alvarez Pina, consagrado munícipe al engrandecimiento de la capital y a quien se debían muchas de esas iniciativas de ornato y desarrollo capitalino.

La avenida Presidente Trujillo, rebautizada ese mismo año como George Washington, la más bella y extensa de la República, con su balaustrada casi terminada servía de hermoso marco para el paseo de prominentes miembros de la sociedad y el cuerpo diplomático y banqueros. Las estaciones de radio se escuchaban por doquier; “su cantidad pasaba de doce y ya el aire está saturado de ondas de todas clases”. El progreso del país se hace cada vez más evidente. Se establece el servicio radiotelegráfico internacional y “cualquier persona desde su aparato telefónico puede hablar con cualquier parte del mundo”.

El censo de ese año arroja una población de 1,478,131 habitantes y 304,523 viviendas. En la capital viven 71,297 personas y en Santiago 33,919.

En ese marco de vitalidad nacional el presidente del Senado, Mario Fermín Cabral, escoge el momento en que celebra un mitin obrero en Santiago, “como demostración de gratitud al Ilustre Benefactor de la Patria por la avanzada legislación estableciendo la jornada laboral de ocho horas”, para lanzar la idea de denominar Ciudad Trujillo a la ciudad de Santo Domingo.

El Presidente Trujillo se encuentra físicamente saludable. Ya el científico francés profesor Georges Marión lo ha intervenido quirúrgicamente tres veces; la última ese mismo año, cuando contrae matrimonio con doña María de los Angeles Martínez Alba. También el presidente se muestra satisfecho de su ejercicio gubernamental. En esa práctica mantiene el temor y la sumisión como sus principales recursos en su estrategia para vencer las pocas voluntades inconformes con su régimen que aún puedan existir. Algunos empresarios y profesionales como Amadeo Barletta, Ramón de Lara, José Selig Hernández, Oscar Michelena, Juan Ulises García Bonnelly, entre otros, van a la cárcel acusados de organizar un atentado contra la vida del Presidente. Otros acusados por acciones similares, como Francisco Augusto Lora, Fernando Bermúdez, Julio Minicucci son puestos en libertad. Y en Santiago, un grupo de damas intervienen ante el Presidente para que también sean liberados Ramón Vila Piola, Juan Isidro Jiménez Grullón y Jesús María Patiño.

Una prestante proyección del país se extiende fuera de sus fronteras. Ernesto Bonetti Burgos presenta credenciales de Ministro en Alemania y su discurso ante el canciller Adolfo Hitler “compara la labor de ambos notables gobernantes: “Vengo a representar cerca de vuestra Excelencia y del Gobierno de Reich un país y un gobierno unidos por vínculos de viva simpatía y de compenetración ideológica a la gloriosa nación alemana”.

Las letras nacionales mantienen el mismo vigor que la piqueta constructora. Rufino Blanco Fombona recomienda en Madrid a los profesores españoles de literatura hispanoamericana el libro “Historia de la Literatura Castellana”, de Abigaíl Mejía de Fernández, por “considerar esa obra excelente, no inferior a ninguna de su índole en España ni América”.

La revista “Bahoruco” de Horacio Blanco Fombona, “uno de los mejores periodistas del Continente” llega con éxito a su sexto año de publicación; y, “Cosmopolita”, con sus gráficas de gran belleza “no solo prestigia la capacidad de Bienvenido Gimbernard sino a la República en el campo de las letras gráficas”.

Francisco Moscoso Puello publica su novela “Cañas y Bueyes”, un bello exponente de literatura vernácula, de tendencia costumbrista. En ese escenario de entusiasta quehacer intelectual, el subsecretario de Educación y Bellas Artes, Joaquín Balaguer, “uno de nuestros más notables literatos que residió hace poco durante tres años en España, ofrece una Conferencia con el título “Sevilla, la ciudad de la Gracia”. El poeta Juan Bautista Lamarche comenta la disertación y se refiere al conferenciante, a quien solo conocía de nombre, y alaba “su modestia, su sincera, su auténtica modestia”. Lo define como “hombre tímido, hermético y reposado”.

1935 es el año en que el doctor Américo Lugo suscribe contrato con el Estado para escribir una historia de Santo Domingo, compromiso que se verá deshecho un año más tarde, con tristes resultados para el eminente intelectual.

Ese año fue destacado en la vida de la República hasta en las muertes. Federico Henríquez y Carvajal, “ilustre médico y patricio”, fallece en Santiago de Cuba; Arturo Pellerano Sardá muere y “la capital entera podría decirse asiste en masa para acompañar a los familiares del ilustre fallecido”. También muere Juan Bautista Vicini Burgos “prestante hombre público”. El legislador José Trujillo Valdez expira, y el gobierno le rinde honores fúnebres con “grandeza homérica”.

 

Hoy, 17 de mayo del 2005