LETRAS     PENSAMIENTO     SANTO DOMINGO     MIGUEL D. MENA     EDICIONES  

PROPUESTAS EMBARGABLES

José Manuel Guzmán Ibarra

La crisis, se ha dicho ya, es además de económica es ética. No se trata sólo, de que el modelo económico, también se ha dicho, se haya ido agotando, sino que la sociedad ha fundamentado sus valores en un espejismo. La idea de desarrollo no está ligada, lamentablemente, a la necesaria idea de la productividad y la eficiencia, es decir, del trabajo. En cambio, la riqueza fácil, si legal –o si exitosa en eludir la ley sin ser descubierto- es legítima para los valores imperantes.

Se sabe de los espejismos que además de atractivo son insostenibles, al tocarlos desaparecen. Sin embargo, tan claro se le presenta al que lo visualiza que no existen muchas posibilidades de que se dé cuenta de la realidad hasta que ya es muy tarde. Lo que se percibe es real, aunque lo real no siempre se percibe. Así, muchos piensan que podemos sostener una economía sobre la base de actividades no productivas, aún si por tales entendemos sólo aquellas actividades rentistas o especulativas. La defensa frente a cualquier crítica viene porque se es parte de ese cómodo status quo, se es parte del espejismo.

Muchos argumentan que una crítica a ese sistema de privilegios es, por decir lo menos, atávico, y por decir lo más, subversivo. Ni una cosa ni otra merece mucho la pena responderla, ya sea porque lo atávico o lo moderno han cambiado demasiado sus contenidos en estos días de guerras preventivas y fracasos de multinacionales o porque lo subversivo no siempre es indeseable. Si no se subvierte el orden trujillista hubiera permanecido un régimen de terror, por ejemplo.

Sí vale la pena decir que el sistema económico más eficiente es el que se fundamenta en los beneficios. Eso que se ha llamado capitalismo y que bien orientado puede, perfectamente, resultar en grandes beneficios para la humanidad. Sin embargo, cuando desde la óptica de la moral se nos dice que hay uno que es salvaje porque se fundamenta en la corrupción, pareciéndose muy mucho a la anarquía que se suele argumentar para asustar a los que critican, y que puede llevar y de hecho lleva al enfrentamiento bélico, a la injusticia social y a la perversidad institucional -hasta el extremo del fraude electoral- entonces es válido preguntarse si ese capitalismo salvaje es viable o no será sólo un espejismo.

Si además, se nos dice, con las herramientas ajadas y sin pretensiones que nos da la ciencia, que existe un capitalismo eficiente y uno ineficiente, uno que crea y transforma y uno que se amplia sobre la base de lo estéril, haciendo que los que se benefician no sean los mejores en ningún sentido, entonces esto también debería servir de referencia para aquellos que tienen disposición y capacidad de pensar, máxime si también –aunque no siempre vayan juntos- se tiene la responsabilidad de incidir o decidir, para preguntarse si el camino de la ineficiencia, de la riqueza especulativa, estéril, nos puede llevar al desarrollo económico.

Así, en nuestro país, el tema no es socialismo y utopías versus capitalismo, aquello demostró su fracaso. Tampoco se trata de una sociedad religiosa versus una pagana, todos saben que la mezcla de lo político y lo religioso no es buena mezcla. Ni siquiera se trata de la ciudad de Dios versus la ciudad de la perdición, no se trata de maniqueísmos. El reto es construir una sociedad moderna, competitiva, fundamentada en los beneficios ganados sobre la base de la productividad y la creación, y de un sistema político democrático e institucional. Las propuestas, sean de renuncia o sean de diálogo, para tener fundamento y buen destino deben tener claro este tema.

Así como hay activos embargables -aquellos comprometidos con acciones fraudulentas, o compromisos financieros legítimos- también hay propuestas, ideas, y políticos que son embargables, por exactamente las mismas razones. Hay propuestas que están comprometidas con acciones fraudulentas o que tienen compromisos financieros. Nadie que tenga algo pendiente de explicar puede mantenerse en el poder o disponerse a obtenerlo, mucho menos proponerse construir ese nuevo orden necesario.

Esas propuestas embargables no nos sirven, buscan perpetuar una plutocracia que no se fundamenta ni en la eficiencia, ni en la productividad, mucho menos en la justicia. Comprometidas, taimadas, hipócritas y lo peor, alejadas de la institucionalidad formal o de su espíritu, no buscan el final de ese status quo estéril, sino su acomodamiento luego de la crisis. Las que necesitamos son otras, orientadas a fortalecer una visión de desarrollo, de modernización entendida más allá de lo formal.

Necesitamos más líderes y menos candidatos, una propuesta que no sea embargable, un sentido más allá de lo coyuntural. Entender que el planteamiento moral, no es un argumento místico e irrealizable, sino una propuesta de convivencia. No se trata de derrumbarlo todo, ni de construir lo imposible. En cambio, se trata de construir el país que podemos, el país que merecemos. Aunque parezca que es todo lo que se derrumba, como en los espejismos.