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EL PEATÓN ES GENTE

Arq. Erick Dorrejo

 

Cada día escuchamos con más frecuencia de boca de los dominicanos su percepción con relación a la condición del individuo de a pie en la ciudad. De forma coloquial, la frase “el peatón no es gente” se ha convertido a través del tiempo en parte del refranero autóctono; esto es lamentable pues la mayoría de los dominicanos no tienen la posibilidad de desplazarse por la ciudad en vehículo privado, sino que por el contrario tienen que utilizar por necesidad los medios de transporte público con que cuenta nuestra nación o en su defecto movilizarse a pie por la ciudad.

A partir de esta frase y nuestra realidad podemos concluir que la mayoría de los dominicanos no se siente satisfecho al momento que decide salir a pie por las calles de cualquiera de nuestras ciudades; la angustia se apodera de sus mentes ante la posibilidad de no arribar con éxito al lugar de destino.

La realidad en otros puntos de la geografía mundial nos muestra otra situación en la que podemos observar ciudades donde “el peatón es gente”, centros urbanos donde cualquiera que se atreva a desplazarse por la ciudad a pie tiene grandes posibilidades de cumplir su objetivo y disfrutar de su recorrido de forma placentera.

En este contexto primeramente el peatón es respetado, tanto por los conductores que transitan por la ciudad como por los responsables de la planificación urbana de la ciudad. Para este propósito el protagonismo no lo tiene el automóvil, la prioridad no está en la construcción de elevados ni en la ampliación de avenidas o el incremento de kilómetros de vía; más bien las inversiones van destinadas a proporcionar las herramientas necesarias para que el caminar pueda convertirse en una experiencia agradable.

Para esto los sistemas de transporte público deben ser cada vez más eficientes, los caminos dotados del  equipamiento urbano indispensable, de la arborización necesaria, de la seguridad imprescindible; todo esto en combinación integral con los sistemas que existen en la ciudad.

Algunos de los más importantes beneficios al momento de impulsar este tipo de políticas son el descongestionamiento de las principales vías, la reducción de los gases contaminantes en la ciudad, la disminución de la isla de calor, el disfrute de la ciudad a su máxima expresión y por ende el aumento de la calidad de vida de los habitantes. Para eso es preciso un cambio en la cultura de movilidad en la ciudad.