ENTREVISTA CON LUIS DÍAS. (Tomado de "¡ÉCHALE GAS! LUIS DÍAS, NOCHES INSULARES", publicado por Ediciones en el Jardín de las Delicias, Santo Domingo-Berlín, 1998.)
DIÓGENES CÉSPEDES
 
Es poseedor de una alta preparación 
técnico-musical. Se hace llamar el Terror, pero de la mala calidad de los 
músicos; posee rigurosos conocimientos técnicos de la música popular y 
folklórica dominicana y caribeña, así como de nuestra cultura. Con ellos ha 
creado en esos planos una nueva sensibilidad y una nueva subjetividad en nuestra 
sociedad.
Luis Días, el conocido músico y compositor, cantante en Convite, 
banlíder de los grupos Madora y Transporte 
Urbano, reside desde hace años en Nueva York, en cuyo Museo de Historia 
Natural enseña música popular y folklórica dominicana y del Caribe para niños 
hispanos. Aparte de ese laboratorio que es la diáspora dominicana, Días continúa 
su investigar musical. Con Luis Días pasamos balance a la historia pasada y 
presente de la música popular y folklórica dominicana, cuyas especificidades 
desbroza el Terror con una maestría técnica y cultural fuera de serie. Este 
dominio es el que le ha permitido transformar la música popular dominicana 
contemporánea.
DC.— ¿Qué le debes a Convite cuando pasas a 
Madora?
LD.— Al grupo Convite le debo la experiencia investigativa. 
O sea, tomar la materia prima para yo crear la obra que estoy creando ahora y la 
obra que creo posteriormente deformadora. En ese tiempo de 1977 y 1978 estaba de 
moda la fusión como estilo más divulgado, fusión de rock con grupos locales como 
lo que hacía Michael Camilo con la Red Light Band, lo que estaba haciendo Guillo 
Carías con el grupo 5+1; e internacionalmente lo que hacía Chick Corea con su 
trío, del cual nunca olvidaré la presentación que se hizo en el Teatro Nacional. 
Estaban las fusiones de jazz, rock, lo que hacía el guitarrista Jeff Beck, Mike 
Bloomfield, Santana mismo. Entonces decidí tomar, a mi salida de Convite, la 
experiencia folklórica, coger este arte que se encontraba todavía a nivel 
desnudo, a nivel vocal, de melodía, coro y toque de tambores. Lo encontré 
desnudo en el campo, porque en el campo los instrumentos de cuerda y acústicos 
no fueron asequibles al campesino por razones obvias, económicas y sociales, no 
se vendían cuerdas de guitarra en el campo, ni el piano. DC.— Y 
razón cultural también, Luis, porque la africanía es fundamentalmente percusión.
DC.— Y 
razón cultural también, Luis, porque la africanía es fundamentalmente percusión. 
LD.— Encontré en la música folklórica dominicana una fuente para entonces 
construir esta música, o sea, desarmarla, coger la rítmica dominicana, coger los 
patrones rítmicos, melódicos para entonces incorporar la estética norteamericana 
del blues.
DC.— Lo que llamaríamos el ritmo de la melodía, que es la 
música, pero todo lo otro que es el ritmo vocal, el ritmo del lenguaje 
dominicano cantado, todo eso es la novedad que tú introduces.
LD.— Exacto, al hacer el proceso de reconstrucción (como yo lo llamo), el 
cual consiste en coger un ensamblaje rítmico, un patrón subcultural —como decir 
el congo de Villa Mella, o el gagá de los bateyes, o la sarandunga de Baní— y 
desarmar estos patrones rítmicos y darles las funciones que yo creía eran 
adecuadas para crear un nuevo modelo en la música dominicana; de ahí es que 
surge Madora: yo cojo las músicas de los congos y utilizo elementos propiamente 
del jazz y del rock para recrear la música dominicana tal como la tocábamos. 
Incluso hasta el instrumental mismo lo cambiamos al introducir violines, Luis 
Ruizen elviolín, CuquitoMoré en el bajo eléctrico, ManuelTejada en elpiano, 
Guarionex Aquino en la percusión, Welington Valenzuela en la batería, Carlitos 
Fernández en la guitarra eléctrica y yo en la guitarra acústica.
Es decir, 
reconstruí la música; he hecho el proceso de que, si en una melodía reconozco 
que hay un patrón rítmico —al ser yo el cantante que está siempre como líder 
vocal—, coloco ese patrón rítmico debajo. Por ejemplo, utilizando el concepto de 
lo que es la liberación de la música: el que estaba abajo ahora es el ritmo y 
pasa arriba, y el que está arriba pasa abajo. Cuando es un coro forzado, tomo 
esa línea del coro, le abro el proceso armónico y le quito la función de coro, y 
a ese coro le doy la función armónica para que un piano o una guitarra le haga 
el proceso de coro y compense la melodía. Entonces el mismo contexto se 
subvierte a sí mismo, y se renueva el proceso. No es como creían los comunistas 
de la época, dizque yo deformaba la música dominicana. No, yo la conformaba, la 
renovaba, la hacía renacer, porque lo malo que creo que tenía la fusión fue que 
el concepto de fusión no fluyó hasta los ‘90, es decir, que (antes) la fusión se 
hacía indiscriminadamente. 
DC.— Y además la fusión lo que hacía también era reproducir los ritmos que ya estaban ahí, es decir, no era más que esto más aquello más lo otro, pero no había transformación. Además lo que estás defendiendo a partir del trabajo que haces en Madora es la transformación de todos aquellos materiales musicales que están dispersos en cada una de las regiones del país; y la idea creadora estuvo en hacer algo urbano que la sociedad no conocía, porque el que va a Samaná y oye bambulá, va a Macorís y baila guloya, sabe que allí no se está aprendiendo nada porque eso es propio de esas regiones.
LD.— Si tú fusionas Macorís con Samaná, que son dos contextos de habla inglesa, que nunca han estado juntos, creativamente puedes fusionarlos como música dominicana y crear un tercer género que es la fusión en sí. Y si buscas también las raíces de la música de Samaná, las buscas en New Orleans, en Luisiana, lo que es de Samaná y lo que es de Luisiana para acá y para Macorís, entonces el contexto se va a ampliar mucho más. Si coges el bambulá de Samaná y lo fusionas con el tambor bambulá que hay en Colombia, el cual está mezclado con música indígena —que hay aquí en Baní— tomando como patrón cómo entró la música africana a formar parte de la música indígena colombiana para dar paso a un tercer híbrido,... cómo el bambulá aparece en Cuba como parte de la música yoruba, la música bulá (el tambor bulá), cómo interactúa según van llegando elementos étnicos, tribales —que el que llega primero es el dominante y el que llegó último le va a tomar el final… entonces todo se amplía! Sucede que si en Colombia el último que llega es el tambor mayor, el bambulá va a ser un elemento decorativo, no el elemento básico que va a ser el toque indígena, el toque 2/8; igual pasa en Puerto Rico, el tambor de bambulá se va mezclando con elementos jíbaros, elementos indígenas y blancos. Entonces, cuando estudias todo el contexto en el cual está inmerso el bambulá, el bambulá en New Orleans, en Cuba, en Puerto Rico, en Colombia, en Panamá, ves cómo se ha organizado dependiendo de qué elemento migratorio ha sido primario o secundario. Es entonces cuando puedes tener una visión global de cómo reorganizar tu propio bambulá y darle tu propia estética, y eso es lo que yo he hecho.
DC.— Ese trabajo que has hecho, ¿cuánto tiempo duró, es decir, hasta 
que Madora se disuelve y te vas a Estados Unidos?
LD.— Unos 16 ó 18 
años de trabajo.
DC.— Eso es algo sistemático, no es algo que puedes 
dejar.
LD.— Sí, eso no para.
DC.— ¿En qué año fundas el 
grupo Madora?
LD.— Madora lo fundo en el año 1977 o a principios del 
‘78. Luego voy a Nueva York dos años y retorno con toda la experiencia de la 
música punk, punk-rock, que estaba muy de moda a principios de los años ‘80— 
como The Clash, Velvet Underground, U-2, Los Ramones, para darte un ejemplo de 
los grupos que tomaban estos estilos y ponían la armonía de modo anárquico a 
propósito. Ponían armonías oblicuas donde había armonías 
lineales.
DC.— En eso consiste el trabajo de transformación, el cual 
es percibido por la gente del orden musical como una 
aberración.
LD.— No, no, no, en la música no hay aberración,
en 
la armonía no hay aberración.
Simplemente lo que hay es una 
multiplicidad
de ataques a un acorde. Cuando un artista
solamente ataca un 
acorde como en la
Academia, te dices, ¡éste no va a hacer 
nada!
DC.— Eso es lo que llamo un orden musical establecido, al igual 
que hay un orden social establecido.
LD.— Exactamente. Si creas tu 
propio orden,
creas tu propia forma de ver el mundo, y la
extrapolas a la 
música, vas a tener tu autenticidad.
Claro que vas a crear una 
anarquía
primero, y la creatividad primero tiene que ser
anárquica, hay 
que crear el choque de lo
nuevo, el miedo de lo nuevo, el terror a 
lo
nuevo, hay que lograr que un grupo te odie y
otro te 
ame.
DC.— Pero yo planteo que no hay una anarquía, sino que hay un 
grupo social humano que vive un determinado orden musical y culturalmente no 
tiene la capacidad de descrifrar los códigos de ese nuevo orden musical que 
estás creando.
LD.— Si el gusto popular de la época es 
el
romanticismo post-años ‘50, tú dices, voy a
destruir ese gusto, coges 
ese romanticismo y
lo subviertes, lo anarquizas, te pongo a sonar
la voz y 
luego te halo, y qué coño es lo que
está pasando aquí, qué fue y para dónde 
fue
que se fue, te salto, y eso es lo que pasa. O
sea, cuando tú esperas 
el acordito que venga
en turnaround, que dé la vuelta, te hago así y
te 
aplico la tónica o con un paso alante y un
paso atrás, no te doy la tónica, o 
toco la cuarta
y la quinta y te pongo la tónica en la séptima
para no 
darte la tónica que estás esperando
y así romper la rutina que se traduce en 
lo
que es el clisé. Para tú destruir el clisé lo que
tienes que hacer es 
estudiarlo —cómo se hizo
el clisé dentro de qué contexto, para 
tú
descontextualizarlo; o sea, si un riffo una línea
ya es un clisé, 
sácalo de contexto, como decía
Marshall MacLuhan. Si está en un contexto 
caliente pásalo a otro frío, si está en un contexto frío pásalo a otro caliente. 
¿Qué contexto es ese? Bueno, el contexto caliente; si las estructuras armónicas 
de moda son las estructuras del bluesy el turnaround, métele un 
passingchorddebajo y va a sonar diferente. Todo es para que tú no puedas leer mi 
música, para que cuando empieces a leerme no puedas decir para dónde voy, sino 
que yo te llevo para donde me dé mi gana y tú jamás puedas predecir para dónde 
voy.
DC.— ¿Sabes que en literatura ese es también el mismo mecanismo? En 
la literatura de calidad no hay posibilidad de que el lector sepa hacia dónde va 
el escritor. En ningún sentido, si hay esa posibilidad entonces la obra no 
sirve. Para poder hacer todo eso que has esbozado el artista tiene que 
producirlo en cualquier tipo de música. Y para que pueda hacerlo en cualquier 
plano de la cultura, ese artista debe poseer un buen 
conocimiento.
LD.— Claro, el analfabeto no puede tocar conmigo de 
ninguna manera. El analfabeto musical está vedado, está prohibido tocar en mi 
banda porque es que no puede tocar, simplemente la mente no le da para poder 
dominar todos estos conceptos, no puede.
DC.— Explica el mecanismo 
mediante el cual todos los que vamos a tus conciertos en Bellas Artes, Casa de 
Teatro y otros centros y que te hemos seguido durante tantos años, pero que no 
hemos estudiado música en el conservatorio, ni hemos estudiado el bambulá ni los 
acordes, ¿cómo explicas que haya una cantidad enorme de público que sigue esa 
música, la acepta y encuentra su novedad y su validez sin que por eso tenga esos 
mismos conocimientos técnicos que acabas de poner ahí? 
LD.— Porque creo que en el fondo ellos perciben que es su propia música, ya 
llevada a un contexto de los años ‘90 y final de siglo y perciben que su música 
se ha intelectualizado, que ya no es como la han tratado los combos 
tradicionales que no salen de un cliché, reciclando el mismo fraseo de los 
saxofones, la misma tríada, invirtiéndola, dándola para alante y para atrás, no, 
no, no, sino que aquí han visto que su música se ha intelectualizado, ha calado 
a otro nivel, a áreas que en el aspecto psíquico humano, interno del individuo, 
sienten que se superan escuchando esta música, sienten que están a finales de 
los noventas y principio de un nuevo siglo.
II
DC.— Como neófito y 
profano percibo que cada canción interpretada en Bellas Artes, Santiago y Casa 
de Teatro es una canción diferente.
LD.— Exactamente, es un cuidado 
que he tenido al componer y por eso otorgo plena libertad a los músicos para que 
jamás sea la misma pieza, jamás se interprete igual. 
DC.— De ahí justamente el entusiasmo y el frenesí de quienes escuchan 
la misma pieza con un principio y modalidad diferente.
LD.— Siempre, 
siempre será eso, porque esa es la idea del arte bueno. DC.— Pero eso no 
ocurre con los músicos que repiten el mismo clisé o los mismos acordes. Tengo la 
sensación de que los mismos boleros interpretados por cantantes diferentes 
suenan siempre igual. 
LD.— Sí, porque se convierten en una rutina comercial, pero cuando escribes 
una pieza pensando principalmente en que escribes una secuencia armónica, 
produces una metáfora en la letra, donde se cruzan elementos culturales 
diferentes. Cuando el artista interpreta la idea de esta fusión ya existe este 
maridaje entre música y letra, entre estilo y estilo, y que puedes aceptar tal 
estilo o puedes incluso tocar diferente dependiendo en qué actitud estés frente 
al instrumento en ese momento. Puedes poner la actitud tuya en ese momento con 
la audiencia, con el mismo día si llueve, o con lo que te pasó en tu casa, 
cuando todo eso se extrapola a todos los músicos de una banda o a mí mismo; ahí 
es que sucede que nunca vamos a caer en el clisé, de repetir la misma pieza todo 
el tiempo, sino que siempre va a ser modal.
Las conversiones mías siempre son 
modales, expresionistas, yo he sido siempre fanático del expresionismo, del 
cubismo.
DC.— El expresionismo y el cubismo son teorías y prácticas 
de la pintura sugerentes que dejan una capacidad de interpretación al 
espectador, asocia los colores y arma las formas y las figuras.
LD.— Exactamente, te doy los ritmos desarmados, las estructuras desarmadas 
para que tú las armes en tu mente y cada espectador de esta obra tiene su propio 
concepto de esa armazón rítmico-sonora. Es como dices, es como una buena obra 
que le pasa el tiempo y mientras más el tiempo le pasa, más aprendes de 
ella.
DC.— ¿Por qué formas tus grupos con los amigos que son al mismo 
tiempo tus músicos? ¿Tienen la misma concepción del trabajo y pasa esta de 
Madora a Transporte Urbano? Pero antes explica a los lectores el significado de 
la palabra Madora.
LD.— Madora es el apellido de Ramón Madora, el 
músico azuano.
DC.— Exactamente, te iba a decir que oí un merengue de 
Isidoro Flores en la era de Trujillo, en los años 50 en donde se mencionaba el 
nombre de Ramón Madora.
LD.— Lo que represento con eso es la música 
folklórica que ahora pasa a ser jazz (hace una demostración con sonidos 
vocales), o sea que viene el mismo congo de Villa Mella con otro formato, viene 
ahora caótico, no con una lectura fácil, viene a sorprenderte.
DC.— 
Sí, la lectura fácil la encontramos en la raíz musical de esos ritmos, in situ, 
ahí los encontramos vírgenes, pero de lo que se trata no es que Luis nos dé lo 
que ya se hacía allá.
LD.— Si tú quieres entender más, vete y busca 
adonde está la raíz, aprende la raíz para que puedas
entender más esto —eso 
tiene valor también. Porque si quieres entender un tipo de música, tienes 
que
ir necesariamente a los campos y entender la música que se ha hecho 
tradicionalmente aquí, que no
quiero llamarle ni campesina a la expresión 
cultural nuestra. Para tú entender “Native Reservation”, que
la canto hasta 
en inglés, tienes que hablar oído, Olivo verde
Paloma blanca
Ya se 
acabaron mis esperanzas, ah no.
Yo digo todo lo contrario (la canto en 
inglés). Toco drums con la melodía, pero ahí está, ahí debajo está brutalizada 
la melodía, tiene un ritmo de drummer(tamborero) (hace una demostración de cómo 
suena el tambor), entonces pongo un clisé con otro clisé subvertido, lo picoteo 
como digo yo, lo violento rítmicamente y entonces ahí es que sale lo brutal, 
brutalizado también el texto, lo canto en inglés “Tú has sido tan malo conmigo/ 
que ya no quiero ni ser tu hermano/ ni beber el agua que tú bebes/ tú has sido 
tan malo conmigo/ que no quiero ni cruzar por la calle que andas/ has sido tan 
cínico conmigo/ que ya no quiero doblar mis rodillas para rezar/ para volver a 
rezar de nuevo/ somos una reservación de nativos/ algunos vivimos en la ciudad 
de New York/ pero tú nunca te has preguntado por qué/ estamos tratando de buscar 
producción a esto/ pero a ti nunca te ha importado/ tienes un hueco donde 
deberías tener el corazón/ tú nunca escuchas la música”.
O sea, estoy 
diciendo, vas a ser siempre malo, cínico, así de esa forma que eres, que 
desprecias tu música que es mi propia música y que te deprecias a ti mismo y que 
por lo tanto me deprecias a mí, que ya yo me cansé de esto, yo no quiero ser tu 
hermano... Los Mina es una reservación de nativos, ahí no hay un cine para 
500,000 personas. Creo que hay ahí esa cantidad de gente, no hay una sala de 
teatro, no hay una librería, no hay una biblioteca, eso es un corral moderno de 
nativos como el que había antes.
DC.— La ausencia de instituciones 
culturales provoca eso.
LD.— Claro que sí.
DC.— Luis, 
acabas de esbozar una exposición con respecto a la música que haces. Hay un 
cambio, una novedad de transformación y la letra que escribes también tiene una 
novedad. Planteaba en una entrevista anterior, me parece que a Dagoberto, que 
para mí tiene que haber una transformación en la letra y la misma debe 
corresponder a una música nueva y, al mismo tiempo, debe haber una 
transformación en el ritmo vocal, que es la forma en que tú cantas, la cual es 
totalmente distinta a como cantan los otros. Es decir, que la voz de los otros 
cantantes de combos que no reproducen los clisés melódicos, es siempre la misma. 
En cambio, en cada canción que cantas hay un ritmo de esa voz totalmente 
distinta y que es como lo contrario de cantar armónicamente. ¿Crees que para que 
lo nuevo sea nuevo tiene que haber transformación a esos tres niveles: música, 
ritmo vocal y letra? 
LD.— Sí, sí, yo me he cuidado todo el tiempo de esto. Por ejemplo, cuando 
hice trabajos como “Santo Domingo es un merengue triste “, en 1979, lo que 
estaba esbozando era que la bachata se iba a apoderar del merengue, que la 
tristeza venía como emergente. La arrabalización de la ciudad trae como 
consecuencia que ese merengue que había como clisé iba a ser devorado por una 
nueva expresión urbana, que viene del campo, que viene del arrabal, que viene de 
los cabarets, que va a imponerse sobre el merengue como clisé.
DC.— 
Los dos son clisés, pero la bachata es para mí un clisé como la ranchera 
mexicana, que es la fatalidad del ser humano, pero el merengue no es tanto la 
fatalidad, aunque hay machismo y hay de todo, pero el merengue es la vitalidad, 
la alegría...
LD.— Entonces, tomo la rítmica de la melodía del 
merengue y la traspaso a la parte melódica de la bachata y a la parte armónica 
de la bachata le introduzco la vitalidad del merengue, de su swing, y le 
introduzco la novedad de la letra que va en contra del sentido de esas letras de 
la bachata; y a veces siento clisé de la bachata como es “El carrito gris”, que 
uso clisé de la bachata para aplicarlo al bambulá con una melodía que era de 
merengue encima. Eso es lo que te da lo nuevo, que son elementos propiamente 
dominicanos todos, pero tienen un dinamismo, una funcionalidad donde todos 
interactúan. Uno es parte del otro, y dependiendo de lo que yo diga en el texto, 
asimismo voy a usar el elemento armónico y el melódico para que refuercen lo que 
yo diga, ahí es que viene la dinámica total de la música y además la expresión 
en vivo, el expresionismo en vivo que le da lo monstruoso, como digo yo. 
DC.— Y hay un cuarto aspecto, que no es que haya que desdeñarlo, pero 
es lo que llamo también —en el artículo sobre tu concierto en Bellas Artes— el 
dispositivo teatral, es decir, que a todo esto tiene que corresponder una 
gestualidad, lo que llamamos una kinésica.
LD.— Exacto, el baile de 
gestos, el baile folklórico movido; la parte escénica tiene ese proceso de 
cambio también, no es que voy a bailar merengue si hay merengue, no, no, no, o 
que te voy a bailar bambulá si estoy hablando de bailes militares; de bambulá 
con pri-pri, para yo ampliar el contexto escénico y también que el mismo baile 
—los mismos pasos y la misma rítmica— me dé la cadencia para colocar los 
acordes, la armonía y el balance en la composición.
A veces escribo la 
armonía a partir del baile, no a partir de la música, porque me voy a veces a la 
creatividad plural en su plano más recóndito. Por ejemplo, tomo un baile del 
congo y a partir del baile del movimiento y la vuelta que se da, que la mujer 
pasa por aquí…, voy creando la armonía, a partir del baile, porque tengo 
elementos armónicos, tengo que crearlos de algún lugar. Entonces, si no me lo da 
el canto o los toques de tambores, me los puede dar el baile, o me los puede dar 
cómo la gente habla:
“La verdad es que la mujer de Ramón/ no se la quita ni 
Dios/, ah, por eso es que tú vives contento siempre”
(interpreta sonidos 
alusivos a la conga).
DC.— A partir de la voz puedes dar voz, voz 
nativa, y te da una música también.
LD.— La voz nativa puedo armonizarla, ampliarla del contexto y crear un 
monstruo de ella, la voz nativa como nosotros hablamos: “Cherubino ven acá/yo 
creo que esta pela te la voy a tener que da’ hoy”... Ahí tu tienes el contexto 
recreado ya, y cuando se lo devuelves a la gente, lo va a reconocer como un 
elemento nuevo.
DC.— Lo va a reconocer en seguida, sin ser un 
especialista de eso. Era lo que yo sostenía al principio, eso también por lo que 
tú decías que está toda la cultura, la de la gente que reconoce eso, o 
primariamente lo bailó y cantó desde los cinco años en 
adelante.
LD.— Incluso trabajo hasta la ropa con que la gente viste 
en el campo. Por ejemplo, el día de San Miguel, que se visten de colores verdes 
y rojos con una franja amarilla por el medio; esos son colores armónicos para 
mí. De una salve de San Miguel tomo el vestido de la sacerdotisa en el 
nacimiento de San Miguel, tomo los colores del santo, tomo los colores de 
Anaísa, tomo los colores de sus mujeres, tomo los colores de sus amigos que son 
Candelo... y entonces a partir de esos colores traduzco el color. Si pongo el 
color rojo en la tónica, voy a tener el azul en la quinta, el verde en la 
cuarta, el amarillo en la novena como de tránsito, voy a tener el morado en la 
séptima atrás. Entonces, el color me va dando un engranaje armónico que es 
lógico en el contexto que voy a emplear; todo esto lo empleo, incluso en la 
misma forma de letanía, o en la forma en que en un lugar se expresan. Todo eso 
va a darte la globalidad de una obra de arte que perdure, que sea atemporal y 
que sea aceptada como dominicana en el contexto tanto local como internacional, 
y éste es el cuidado que he tenido.
Es la primera vez que hablo de esto. 
Nunca te preguntan acerca de lo que llevas adentro para que puedas explicar tu 
obra como lo estamos haciendo ahora, cómo es que se crea tu obra. 
El Siglo, 27 de febrero, 1999.