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“Entrevista con Marcio Veloz Maggiolo”, lunes 7 de abril, 2003, 9.00-10.00

 

Rita De Maeseneer (Universidad de Amberes)

 

Muchos de sus  libros tienen como núcleo el barrio Villa Francisca, mientras que “El hombre del acordeón” se sitúa en la frontera, un lugar muy problemático. ¿Cómo se enfrentó a este reto de escribir sobre la frontera?

 

Como usted sabe, tengo alguna obra, por ejemplo, Biografía difusa de Sombra Castañeda, donde yo abordo el tema del mestizaje, en función de que existe una mezcla de ideas, de creencias, de formas, de rituales que están presentes no sólo en la frontera, sino en todo el país. La influencia haitiana, aunque ha sido negada, ha sido muy importante desde el punto de vista de la religiosidad popular, hasta el punto que, como señala Carlos Esteban Deive en su libro sobre el vudú, existe ya un vudú dominicano muy establecido.

Desde luego, la frontera estuvo abierta durante más de tres siglos. Ahora es cuando hablamos de una frontera muy controlada o más o menos controlada. Pero durante la historia dominicana el control fronterizo era mínimo. También nuestra constitución racial tiene mucho que ver con el haitiano, porque no todos descendemos de África. A través de Haití la migración ha sido permanente en todas las épocas, desde el período de la esclavitud hasta la Era de Trujillo y después. Es un problema que a los dominicanos les produce escozor, dificultad de entender, pero es así.

Por otra parte, la frontera ha sido un factor fundamental en la identidad dominicana desde la época misma de la invasión francesa napoleónica, y desde antes cuando se convirtió en un territorio del Santo Domingo francés en un centro importantísimo que producía azúcar y tenía casi medio millón de esclavos. La Línea fronteriza tuvo una característica de lucha entre Francia y España permanentemente. La línea fronteriza marca también un factor de identidad en el dominicano. No podemos salir de esa realidad que es una realidad de una isla dividida en dos países y dos culturas.

En este territorio híbrido pasan muchas cosas: pasa, por ejemplo, la presencia de leyendas tanto haitianas como españolas a la vez, la presencia de una sociedad híbrida, la presencia de un personaje que se llama el rayano, que hasta la Matanza de haitianos de Trujillo en el 37 era un personaje enfrentado con la realidad dominicana, que manejaba las dos lenguas, tenía dos creencias, tenía mujeres aquí y allá, y era un tipo abierto a las dos culturas. En el proceso terrorista de la Era de Trujillo este personaje sufrió también las consecuencias de la Matanza.

Eso es parte de lo que yo narro un poco en la novela. Es una novela viendo el proceso desde un punto de vista dominicano, manejando una visión que no es la que tiene, por ejemplo, [Edwige] Danticat en “Cosecha de huesos”. Es un tema que es similar, pero que está hecho en otra nota, que no es la nota simple de la Matanza, sino la nota de las tradiciones, de la línea noroeste (Montecristi, La Salada, Villa Vásquez), toda esa zona de la parte fronteriza, y en un momento en que la ruralidad era un elemento clave de la vida en esta zona.

La novela es satírica, la novela es poética, además con elementos que son comunes a las dos culturas, como la gallera, por ejemplo, el gallero, el hombre de los merengues, de la música. Es todo un amasijo de realidades que se van perdiendo, que poco a poco van desapareciendo en el proceso de la cultura actual. Aunque la gallera continúa, no tiene las mismas características de hace cincuenta o sesenta años. Ya es un deporte, un entretenimiento mucho más ligado al negocio económico, a la apuesta. En aquella época había la apuesta, había el baile, había la discusión, había el duelo, había algo que se ha perdido, toda una dimensión lúdica. Esa es importante en la novela.

Claro, los personajes son personajes que se mueven dentro de la leyenda. La leyenda es el fondo de la novela, la leyenda y la imaginación de las voces que narran ese mundo. Son varias voces en la novela.

 

Esas leyendas y esas creencias nos abren un mundo distinto de difícil acceso para una europea como yo, pero son muy importantes.

 

La República Dominicana es un país de leyendas. Seabrook la llamó La isla Mágica. Es una isla mágica donde el escritor cosecha lo que ha florecido durante tantos años y siglos. Durante largos años el país era un territorio abandonada a la leyenda. La religión católica que fue una religión importante apenas en el siglo XVIII tenía ocho o diez sacerdotes en todo el territorio. Es evidente que la gente necesita de un más allá inmediato y cotidiano que inventa. La leyenda emerge saturada por ese mundo de las creencias y de la religiosidad popular que va cambiando permanentemente.

 

¿Recupera las leyendas o se las inventa?

 

Recupero algunas leyendas y podría decir que hay otras que emergen como parte de la misma literatura, por ejemplo, la historia de la ballena no es leyenda, es una invención del escritor. Encaja dentro de la creencia general de ese momento que ayuda a entender la mentalidad de los personajes.

 

Por eso habla, por ejemplo, de metamorfosis, cuando aparece la mujer en la tienda.

 

En muchos campos del país se habla también de parecido y en la tradición haitiana está el bacá, el personaje que se convierte en animal. Esto está también en Biografía difusa de Sombra Castañeda.

 

El otro elemento obvio es el merengue. Como lo comenta Paul Austerlitz, el merengue fue fomentado por Trujillo y fue usado como elemento de la dictadura. Usted más bien lo retoma como un elemento de oposición al trujillato. ¿La cultura popular tiene las dos vertientes?

 

El merengue es una música de mediados del siglo XIX como música. Ya antes del 44, Juan Bautista Alfonseca escribió un merengue, además escribió mangulinas, un ritmo parecido al merengue con zapateado. El merengue toma fuerzas después de la guerra de independencia. Se tocaba con guitarra, güira y tambora. El acordeón alemán que entra a finales del siglo XIX incorpora una nueva dimensión, que es llamada “perico ripiado”, que explico en el libro. El merengue siempre fue una música que cantaba lo que pasaba cotidianamente, como el corrido mexicano. Trujillo lo oficializó como una música de la dictadura, abandonando otras músicas como la mangulina, el carabiné, la criolla, la tumba, ... muy diversas músicas que no alcanzaban las orquestas. Manuel Rueda dijo en un estudio que hay muchos merengues anteriores a la dictadura de Trujillo que cantan al general, cuando todavía ni siquiera era candidato. Por Trujillo fue aupado, porque Trujillo bailaba el merengue, le gustaba el baile. No creo que fuera un gran bailarín de otras cosas. El merengue le gustaba. El merengue entró también dentro del gusto de las tropas norteamericanas del año 16, cambiando su paso por el  “Two steep”, que se parece al pasodoble. Cambia el paso del merengue. Antes el merengue se bailaba como se baila la danza puertorriqueña hoy. Hay toda una información sobre la upa, un merengue, una danza de Cuba, que viene a mediados del siglo XIX, que tenía paseos. Algunos autores la relacionan con el merengue mismo, pero no hay una evidencia clara, porque las partituras no están a la mano.

En la obra se sigue la tradición del dictador que mitológicamente es enseñado a bailar merengue por el músico y el dictador que destruye las comunidades rayanas. El músico se va convirtiendo a la vez en enemigo, en un cantor de la tragedia que afecta al régimen. Hipócritamente Trujillo quiere siempre demostrar que es el amigo todavía del personaje, aunque está condenado a muerte. Es todo el mundo contradictorio de la dictadura: por una parte elogia y hace suponer que apoya, por otra parte destruye y hace desaparecer lo que le molesta. Todo este mundo entra en la magia del espacio fronterizo.

 

¿Los merengues son inventados o auténticos?

 

Hay alguna letra auténtica. Hay otro elemento interesante que es la merenguera, la Postalita, que es la oposición a la oposición. Es la oposición al merenguero que se opone a la dictadura, el apoyo musical de un personaje, del cual hay muchas réplicas en el país. Hay muchas mujeres que tocan el merengue.

 

¿El personaje es ficticio?

 

Es una mezcla de merengueros conocidos, pero sólo en cuanto al temperamento, a la manera de ser, no una mezcla física. El apellido es el apellido de Ñico Lora, un clásico del merengue del perico ripiado. No es la historia de Ñico Lora. Es para darle el sabor dominicano, es el merenguero cumbre. Es un apellido atractivo para un dominicano. Se recogen de la realidad misma algunas cosas.

 

Cole y Siruela reeditan obras suyas, por ejemplo, ‘La vida no tiene nombre'. ¿Se agotó rápidamente?

 

Era una edición pequeña en el 65 que se agotó rápidamente. Estos últimos años hay una tendencia a la segunda edición, pero antes no era así. El hecho de publicar mucho afecta al escritor. Si publicas una novela, se agota y publicas otra. La gente prefiere la nueva. Materia prima, por ejemplo, no se ha vuelto a publicar y es una novela que tiene mucha fuerza. Tengo esperanza de que alguna editorial española pueda publicarla. Hay otra, De abril en adelante, que lleva dos ediciones, pero las editoriales quieren cosas nuevas, novedades.

 

En ‘La vida no tiene nombre', hay mucho humor, es una novela más carnavalesca, más  satírica, más parecida a la manera de escribir en Cuba y en Puerto Rico.

 

Cuando escribes en primera persona, siempre se escapa un poco del lirismo personal, del temperamento del escritor. “El otoño del Patriarca” es una novela en primera, sale García Márquez, sale la sátira, sale el chiste, sale ese mundo caribeño que él maneja tan bien. Cuando narras en tercera persona, estás narrando lo de otro, tú no eres el personaje, tú eres los personajes. Cuando narras en primera, lo que está pasando, me está pasando a mí.

 

La fiesta y lo carnavalesco están menos presentes en la literatura dominicana que en la puertorriqueña. ¿Está de acuerdo con esta idea?

 

Sí, hay todavía una ausencia, aunque el carnaval está en Tulio Cestero, en Enrique Aguiar, está en algunos autores como parte del marco de la ciudad: por ejemplo en Cestero está San Andrés, San Antonio, la mascarada. En el propio Rafael Damirón aparece en algunas de sus novelas lo carnavalesco. El carnaval ha sido hasta ahora como algo decorativo, no ha sido algo fundamental. Habría que revisar un poco la literatura, pero sí hay una ausencia.

 

En ‘La vida no tiene nombre' da unas definiciones de los dominicanos que sugieren la idea del dominicano dócil, por ejemplo,”los dominicanos  son payasos que bailan para el que más comida ofrece” (38).

 

No es el dominicano dócil. Está claro que se trata de los dominicanos del momento, es el momento de la guerrilla. En ese momento, el gavillerismo, la guerrilla se convirtió al final por el cerco y por la presión en un sistema de asaltantes, porque ya estaba perdida la posibilidad de una guerrilla. El gavillero se convirtió en un delincuente. Hay que ubicarse en el marco de lo que ha sido la lucha al principio y en lo que se convirtió. Además, hay que ubicarse en el desengaño del personaje, para el cual todo es negativo. Hay todo un proceso de desilusión, de pesimismo que marca. El discurso no puede ser glorioso. Lo fue en un momento, pero después no. Así fue la lucha gavillera.

Los dominicanos tienen un valor de combatientes. Por ejemplo, De abril en adelante, es una novela de lucha. Está la parte valiente, pero también la parte de la decadencia, cuando la pequeña burguesía de la guerra se mete a hacerse propagandista, a cambiar toda su ideología marxista, todo ese mundo que se manejó en ese momento. Era como una cosa romántica que era falsa. Se quiso armar nuevamente la política dominicana, fue un fracaso rotundo.

 

Sobre la literatura dominicana en general, ¿qué tendencias destacaría en la narrativa de esta década?

 

La literatura dominicana ha estado dominada por dos acontecimientos globales muy poderosos: por los gobiernos de Joaquín Balaguer después de la guerra de abril que mantuvieron y mantienen hasta hoy un neotrujillismo que comienza a difuminarse y por la dictadura de Trujillo anterior, que todavía es una fuente importante. No es un atrapamiento, como mucha gente dice. Cuando lo hacen extranjeros, como Vargas llosa o Vázquez Montalbán es aceptado.

Pienso que gran parte de nuestra literatura se mueve en ese ámbito: Pedro Peix, Enriquillo Sánchez, Efraím Castillo aunque ya más allá, Pedro Vergés, ...

Claro, hay también una literatura más joven que se maneja dentro de otros cánones, como Ángela Hernández, la propia Ligia Minaya en la escritura de mujeres, José Alcántara Almánzar, Armando Almánzar, Diógenes Valdez.

Hay una literatura que no tiene trampolín. Ahora comienza. Se mueven dentro de ese esquema. También hay un esquema psicológico como el caso de Díaz Grullón, es el cuento psicológico. No veo líneas tan generales, hay gran variedad. Es muy bueno, porque cada quien está manejando aspectos literarios que no son trillados, temas obligados.

 

 

¿Cómo evalúa la literatura dominicana en la diáspora?

 

En la diáspora hay un gran esfuerzo de la crítica literaria: Daisy Cocco, Franklin Gutiérrez, Torres-Saillant, Franklin Gutiérrez, también Fernando Valerio-Holguín que me parece el más perspicaz. También hay críticos y escritores como Valerio-Holguin. Rodríguez Soriano que está en Miami y José Carvajal. Luego están los escritores de literatura inglesa, ya no son diáspora. Son escritores norteamericanos que escriben sobre temas dominicanos como Julia Alvarez. Está Junot Díaz que escribe sobre el tema de los dominicanos allá. Hay una buena cantidad de gente que hace trabajos importantes y que tiene una visión interesante.

 

Se observa un cambio en las editoriales que se interesan más por la literatura dominicana ¿Está de acuerdo?

 

Hubo algunas cosas esporádicas, como Bosch, pero son cosas personales. Ahora hay más interés. Siruela va a publicar una novela corta de Ángela Hernández. Creo que está interesada en algunas novelas de Pedro Peix. Para mí es un escritor muy interesante que maneja los recursos de la literatura con mucha fuerza. Carlos Esteban Deive tiene novelas muy buenas. La devastación y la última que acaba de salir trata del Bois Caiman, Viento negro- bosque del Caimán. Es el mundo del período francés. Es un historiador y un buen escritor.

 

¿En qué está trabajando por el momento?

 

Estoy revisando una novela que se llama “La Mosca Soldado”. Va a salir a principios del 2004 en Siruela. Es una novela larga. Es una historia que se mueve dentro de la investigación, no es detectivesca, pero tiene un asomo de misterio. Es una novela rara. He trabajado sobre un texto que tenía. Han salido personajes nuevos. A veces, uno escribe muy apresuradamente en un momento de la vida. Uno no se da cuenta de que eso tiene una riqueza inmensa. Es una semilla, se queda allí. Uno vuelve sobre el texto, el texto aguanta y uno lo trabaja. Comenzó siendo cuento y ya va cambiando, ya es otra cosa. Nunca tiro, guardo, dejo reposar. En Materia prima pasó lo mismo. En el 63 escribí una historia sobre el Ozama y los personajes que venían al río. Encajó esta historia en Materia Prima. No es que no tengan valor, no tienen un valor de contexto, porque es que no has podido insertarlo. Guardo lo que escribo. Los poetas son depresivos y tiran las cosas. Yo no, siempre hay una creación mínima.

 

¿Me imagino que tiene todavía muchas ideas para escribir?

 

Siempre hay una idea. Estoy sentado en esta silla e improviso rumiando algo, pensando que podría ser un buen cuento. Toda esa experiencia de la calle te puede sugerir cosas. Hay un señor por aquí que cría perros. El dueño de los perros es un millionario, su entretenimiento era criar perros realengos. Tiene más de veinte perros. Ese señor se muere, pero el señor tenía un cuidador de perros. El problema es el siguiente: la familia no quiere saber de los perros, pero la familia dice que son los perros de papá. Hay que dejar que se mueran, y salimos de ese problema, pero los perros se reproducen. El viejito que cuida los perros vive de los perros. Tiene que hacer que los perros sigan, porque sino no tiene trabajo. La familia, la discusión, la pérdida del empleo después de diez años de cuidar los perros, un hombre ya viejo, es la tragedia de un hombre que cuida perros, de la herencia de perros ... Es un cuento. Allí lo tengo pergeñado.