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Ciudad, ética y compromiso social

Dra. Amparo Chantada

Dra. Geografía urbana y Planificación territorial

Sorbona – Paris I

Francia

 

Como preámbulo:

Reflexionar sobre las modalidades del proceso de urbanización actual, se hizo muy complejo. Estamos sometidos a muchos ensayos, opiniones sobre planificación, teorías económicas en particular, intromisión de lo político sobre lo técnico y se hicieron escasos los ensayos urbanos.

Queremos compartir algunas inquietudes: primero, que la división del ex – Distrito Nacional en dos provincias y cinco municipios y cuatro distritos municipales (Guerra, Los Alcarrizos, Pedro Brand y La Victoria) ha realizado en realidad, una división entre dos tipos de espacios en el ex Distrito Nacional: un espacio valorizado por las inversiones sociales de mas de setenta anos y que trata de insertarse en la red de ciudades competitivas, reurbanizando su espacio construido y el otro, que presenta el rostro de la pobreza, del crecimiento irracional, de barrios-dormitorios, sin calidad de vida y sin identidad, donde la gestión municipal no puede ni siquiera zonificar.

 

La sociedad dominicana y la globalización:

Es lugar común hablar de la globalización como contexto actual del desarrollo económico y social y de sus efectos en la ciudad. La búsqueda de competitividad se basa en mayor desregulación social y ambiental para competir, acumular y crecer económicamente.

Sin embargo, la liberalización, sin la adecuada regulación de sus condiciones de competencia en cuanto a la utilización de recursos humanos y naturales, amplia los problemas sociales y urbanos, ya que para aumentar la rentabilidad de las inversiones, se consume capital humano y natural sin pagarlo adecuadamente y al margen de sus necesidades o de su posible agotamiento.

Por esos motivos, la solidaridad hay que entenderla no tan solo entre grupos sociales en el espacio (Ética) sino que los problemas de desigualdad ante los recursos naturales, nos obliga a plantear la solidaridad en el tiempo, es decir con las generaciones futuras.

Las ciudades latinoamericanas presentan, todas, sus rostros modelados por esa globalización, que produjo la polarización social y económica con un aumento significativo de corrupción institucional y acentuó las desigualdades sociales por la inexistencia de regulación y de redistribución social (gasto social público) por lo tanto, amplió la brecha entre ricos y pobres, despilfarrando recursos humanos y naturales. Esas son las expresiones de la globalización actual, porque estas naciones no tienen, “ideario nacional” concepto que el Padre Alemán describe hoy, en su ensayo del periódico Hoy, como una Ética Nacional frente al desarrollo y por eso, hipotecan las posibilidades de éxito de otros posibles modelos de desarrollo.

En Santo Domingo, la integración al proceso de la globalización, se realizo bajo el lema de la modernización basada en la descentralización y la eficiencia (división del ex Distrito Nacional) la era de la velocidad (revolución tecnológica de las comunicaciones y del transporte) con la construcción de los mega proyectos (Panamericanos y Parque Tecnológico), las mega estructuras (túneles, elevados, puentes, mega puertos, aeropuertos, autovías) que por sus metas y/o sus inversiones sociales muy costosas, debían procurar a la ciudadanía, ventajas y beneficios que podríamos resumir en mejor calidad de vida, participación y bienestar a corto y largo plazo.

Sin embargo, el estudio de la realidad demuestra que ese proceso de modernización, provocó distorsiones sociales, profundizó la brecha entre ricos y pobres, polarizó la sociedad y creó nuevas culturas entre sectores de la sociedad, que no inter actúan, sino que se miran, con sospecha o miedo, con indiferencia o con sorpresa, con desprecio u odio, por la distanciacion creada y la perdida de valores morales y éticos.

Son las nuevas formas de no convivencia, de delincuencia, las bandas, los territorios apaches, los jevitos, la privatización del espacio público, las urbanizaciones cerradas o los nuevos usos de sitios patrimoniales.

Las propuestas de urbanización turísticas en la costa Este de República Dominicana constituyen otro ejemplo de las exigencias de competitividad en el sector terciario (turismo). Son actividades económicas de alto valor añadido y son basadas en la disminución de los costes del trabajo (salario) y en el consumo sin restricciones (a pesar de los EIA.) de todos los recursos naturales agotables de la zona: costa, playas, aguas subterráneas, suelos, fauna y flora endémicas. Esos proyectos (clubes cerrados, vacacionales, marinas, hoteles, golf, helipuertos, puertos) son altamente costosos para la naturaleza y el país ya que consumen muchos recursos financieros y naturales como tierra y aguas y descargan muchos residuos. Además provocan concentración de población que demanda servicios, infraestructuras en una misma zona y un mismo ecosistema (mar-playa-costa) ecológicamente frágil y único, ¿para que? para privatizar su uso y disfrute para una minoría privilegiada, marginando la mayoría y poniendo en peligro, para el traspaso generacional, las condiciones de recomposición de todos esos recursos.

La contradicción entre lo global (uniforme) y lo local (original y diverso) debe permitir al país definir nuevas opciones políticas, ideológicas y de alianzas regionales para encaminar todos los esfuerzos de modernización hacia medidas que contemplen conjuntamente el empleo, la integración social y la sostenibilidad ambiental, lo que comúnmente se llama el desarrollo humano y sostenible. Se debe hacer consenso sobre el origen y los mecanismos de reproducción de la pobreza y de las desigualdades, sobre nuestra identidad y nuestra cultura, para colocar el país, con su entorno regional, en el mundo globalizado, es decir poder construir metas para mas justicia social e ir dando pasos en la construcción de una sociedad solidaria que elabore políticas para progresar en la satisfacción de esos objetivos. Eso supone una nueva Ética para alcanzar entre todos, mas compromisos sociales.

 

Santo Domingo y la globalización:

 

La ciudad construida colectivamente por los ciudadanos y con sus contribuciones fiscales al Estado, es por esencia un espacio público. Pero, de acuerdo con muchos urbanistas, entre ellos Emilio Pradilla, las nuevas formas de urbanizar la ciudad por parte del capital inmobiliario y los nuevos consumos urbanos de algunos de sus habitantes, han contribuido a la privatización acelerada de partes de la ciudad.

Santo Domingo, no escapa a ese análisis: la ciudad ha visto acelerar estos últimos años, el proceso de privatización del espacio publico, sin que las autoridades hagan respetar el derecho de libre transito, consagrado por la Constitución y para poder ser competitiva, la ciudad ha visto su sistema vial, modernizado con túneles y elevados. Se han multiplicado los puentes, las autovías, incluso con el peaje generalizado como un nuevo impuesto a los contribuyentes y usuarios.

La reurbanización del centro neurálgico de la ciudad por parte del capital inmobiliario (el Polígono Central) ha permitido la conversión de esa área residencial de clase alta, en áreas comerciales y financieras con la construcción de torres de oficinas privadas y sedes del sector bancario y del seguros, dejando sin población y sin vigilancia, de noche, esa zona céntrica de la ciudad: por lo tanto de noche se le da un nuevo uso: apropiación por los vigilantes o los jevitos que transforman sus avenidas con usos diversos.

Por consecuencia de lo anterior, en esa nueva centralidad, la especulación inmobiliaria ha provocado una espiral especulativa de precios de la tierra que llevo a un cambio drástico en las densidades poblacionales con la construcción de torres de apartamentos, que fueron aprobadas sin posibilidad de restricción ni de regulación, sin la garantía de niveles de servicios correspondientes (energía, agua, basura). Esos barrios de clase alta, se reurbanizan con torres amontonadas, por la parcelación de los anos 60-70, sin linderos proporcionales, sin jardines, ni frentes, sin parqueos suficientes, ni vías de circulación adecuadas y la calidad de vida se redujo a pesar de la privatización de todos los servicios. Los nuevos residenciales se venden con portones eléctricos y cámaras en casa, las torres de apartamentos se han convertido en verdaderas torres de Babel, que exhiben las últimas tecnologías adentro y por fuera, su acceso es cada vez más controlado y más impersonal.

Sin embargo, por la falta de regulación, hoy una torre puede esconder a otra, la vista al mar, una torre cohabita con un barrio de clase media, cohabita con una planta energética, con una clínica, con un supermercado, con una plaza comercial: el resultado es la desaparición del concepto de barrio, sinónimo de convivencia, identidad y solidaridad y la profundización de la segregación espacial acompañada del aislamiento psicológico. Al no existir convivencia ni solidaridad, se instala con el individualismo y el egoísmo, un sentimiento de inseguridad que provoca la búsqueda de alternativas con el reclutamiento de policías privados, la posesión de armas de fuego y la indiferencia frente a los problemas sociales en general.

La privatización ha alcanzado todos los servicios y espacios públicos, no solo en la ciudad de Santo Domingo. Algunas playas y sus zonas aledañas son prohibidas al ciudadano común, algunos accesos viales son restringidos, algunos sitios patrimoniales son confiscados al disfrute de todos para el exclusivo placer de un grupo (el caso del Hostal Nicolás de Ovando, que vive hoy días de esplendor gracias a la privatización frente a la inercia de los organismos estatales pasados. Esa contradicción amerita una reflexión crítica sobre el Estado dominicano y su incompetencia a defender el patrimonio nacional).

 

La apropiación general de los espacios públicos de Santo Domingo:

La privatización se ejerce en las calles y en los últimos espacios verdes de la ciudad: los cul-de-sac se han transformado en rotondas privadas, algunas calles y callejones y avenidas son arbitrariamente cerrados, incluso de noche, son transformados en pistas de velocidad, en áreas de exhibición o en colmadones públicos.

Las megas estructuras urbanas (autovías, túneles y elevados), los megaproyectos residenciales, las torres comerciales, la recuperación de la zona colonial de Santo Domingo por el capital privado y extranjero, han contribuido a la fragmentación social, a la exclusión del patrimonio colectivo, a la imposición de una nueva cultura. Adiós serenatas, marchantes y venduteros, no mas pobreza en los elevados, no hay tiempo, en la Santo Domingo de hoy, no hay espacio para la compasión pero hay mas miedo y mas inseguridad.

La ciudad de Santo Domingo se hace más rápida, para ser más competitiva.

El crecimiento del automóvil, como factor decisorio en el diseño de la vialidad con el descuido del transporte publico y del uso peatonal del espacio urbano, fragmento la ciudad, aisló partes de la ciudad y excluyo a los no usuarios de los elevados y túneles del uso de grandes partes de la ciudad, haciendo mas difícil la vida cotidiana de los habitantes, en particular de los que viven del sector informal de la economía, ayudando así a la ampliación de la brecha entre ricos y pobres, en la ciudad. Los barrios populares de la ciudad de Santo Domingo se encuentran enclavados, aislados por los altos costos del transporte y excluidos de las nuevas formas de consumo que se especializan en un tipo de consumidor: supermercados, plazas comerciales, clubes, restaurantes, tiendas.

Santo Domingo se ha peligrosamente fragmentado, entre usuarios y no, consumidores y no, integrados y excluidos. Los barrios se han disueltos, no hay más identidad barrial, se han distanciado los unos de los otros, no hay solidaridad barrial y el uso del espacio urbano se hizo más impersonal, individual, como si la ciudad no fuera de todos a todas horas: hoy la ciudad se consume por horarios diferentes, con usuarios diferentes y con consumidores diferentes.

Paradójicamente, desaparecieron los espacios públicos pero los que quedan lucen solitarios, por no adecuarse a las necesidades, por estar donde no debieron estar, por haber sido concebido como espacio exclusivo. Cuando mas se necesitan, los que hay no se utilizan (Plaza de la Cultura, Plaza de la Independencia, Parque a Bolívar, de la Lira, el Bulevar de la avenida 27 de Febrero) y eso, a pesar de las inversiones del Estado (el bulevar de la 27 mas de RD $ 600 millones de pesos en 1998, el de la Churchill, RD $ 26 millones de pesos en 1998 ahora el bulevar de los Estudiantes con RD $ 3 millones de pesos).

 

Nuevas formas de delincuencia:

El fraccionamiento de la ciudad, en espacios, clubes y avenidas privatizadas, el desempleo y la exclusión de la juventud de nuevos empleos, ha favorecido una nueva forma de delincuencia urbana que alimenta la privatización de la ciudad, el empleo de policías privados, el chequeo arbitrario propicio a todas formas de abuso y de violación a los derechos ciudadanos. Las noches en Santo Domingo son peligrosas, regresar de la Universidad es tan peligro que se hace en guaguas otorgadas a municipios lejanos (Asociación de Estudiantes Universitarios de Sabana Grande de Boya, de Yamasá, de Pedro Brand, de la Cuaba). Es cierto, no somos Colombia pero las nuevas formas de delincuencia, si no son a gran escala (no hay guerra ni guerrilla) ya tienen el mismo nivel de profesionalismo y de especialización: se usa armas de guerra, se secuestra y se pide rescate, se secuestran niñ@s en los parqueos, se llego a atracos insólitos en el país. Los parqueos y las zonas de estacionamiento improvisadas, se convirtieron en zonas apaches, allí todo es posible, en un instante. (El último robo se realizó en el parqueo del Palacio Nacional).

La ciudad no puede ser únicamente un lugar donde se concentran problemas sociales y ambientales, donde se desarrollan procesos acumulativos de enriquecimiento y de empobrecimiento y de despilfarro de los recursos de la comunidad, la ciudad solidaria y sostenible es la que da oportunidades, que permite el desarrollo del ser humano, que posibilite cambios de comportamientos, nuevos estilos de vida y cambios en la organización institucional y en las formas de decisión colectiva. Es necesario recuperar un ejercicio de la ciudadanía o fomentarla, que impulse nuevos valores y nuevas políticas, solo así la ciudad podrá ser la solución de una vida con calidad y equidad.

Las nuevas formas de compromiso del ciudadano, del profesional:

Como podemos modificar ese cuadro, como actuar con ética, siendo responsables y solidarios. Es importante como arquitectos, urbanistas, planificadores, reflexionar y pensar sobre nuestra práctica cotidiana pero sobre todo, como ciudadano. Como ejercer nuestra ciudadanía, como ser ciudadano, como imponer cambios, como orientar la sociedad hacia mas solidaridad, como hacer de la ciudad una ciudad de todos? Planteándonos nuevas formas de compromiso, una nueva Ética personal que repercute en nuestra practica profesional.

La forma de entender el compromiso ha cambiado. Tiene ahora formas nuevas. Los rasgos que caracterizaban sus formas anteriores tenían mucho que ver con la transformación socio política de las estructuras sociales. Hoy el compromiso tiene un alcance menos utópico y menos político. Aunque el núcleo fundamental sigue siendo de naturaleza moral, las dimensiones políticas han sido sustituidas por dimensiones éticas. (Agustín Domingo Moratalla).

La última movilización nacional en España tuvo por categorías: responsabilidad, verdad, transparencia, solidaridad. Hoy, el esquema de actuación es más complejo, el origen de las nuevas formas de entender el compromiso se encuentra en las nuevas formas de sensibilidad. Con la emergencia de la sensibilidad, el compromiso adquiere dimensiones nuevas, que no tenía antes cuando se limitaba al cambio de las estructuras políticas y económicas. La economía y la política se ven desplazadas forzosamente por la Ética, la Estética y la Religión.

El compromiso nuevo es un ejercicio o una practica de la voluntad, un entrenamiento en la responsabilidad, una puesta en forma de la libertad. Comprometerse es un ejercicio de resistencia que realizamos cada día para no sucumbir a la mediocridad, la indiferencia o la insensibilidad.

Hoy ya no nos vale la imagen del puente entre dos orillas, la de la conciencia moral y la de la acción histórica, sino la de la red. Con ella percibimos mejor el entramado social en el que nos encontramos. Ahora del compromiso hablamos en plural porque queremos ser a la vez, muchas cosas: solidarios, profesionales eficientes, padres ejemplares y ciudadanos respetables para ser respetados pero no somos activistas, (ya no existen casi los partidos y los sindicatos, en todos casos, no reclutan, no forman, no convencen ) no somos soldados , (no queremos alistarnos), no somos moldeables, (Internet despierta nuestra propia conciencia), no nos agitamos, (a pesar de los numerosos motivos nobles, no podemos), pero las situaciones nos piden una respuesta rápida, sin estar previstas por nuestros esquemas, debemos responder y esta repuesta es una apuesta, un poner en marcha una imaginación resistente y compasiva, allí donde la tentación de la pereza nos empuja por inercia a una solución fácil.

Queremos asumir el riesgo de la libertad, como dijo Emmanuel Mounier “en la medida en que me comprometo, me introduzco en la oscuridad y en la apuesta” (Introduction aux existentialismes), no debe importar la inseguridad o la amenaza. Debemos mantener nuestra fidelidad critica para que las promesas fecunden el paso del tiempo, una fecundidad que no solo facilita la adhesión personal sino que transforma la realidad en un mundo de responsabilidades, genera solidaridades y hace que la libertad personal sea comunitariamente significativa y valiosa. En ese sentido, comprometerse es un acto de madurez en la sensibilidad personal.

Una ética del compromiso no puede ser una simple ética del ajuste enfermizo y patológicamente escrupuloso de normas y preceptos, esta llamada a ser una propuesta de responsabilidad donde quepan ilusiones, proyectos de humanización, ideales con los que alimentar las motivaciones o fecundar las movilizaciones y un marco de valores con los que sobrevivir dignamente a la mediocridad. Es una invitación para orientar las practicas cotidianas desde un vivir solidario que mantenga vivo, despierto y atractivo un sentido de la justicia.

La ética del compromiso y del vivir solidario impulsa a la búsqueda de nuevas formas de vida como la participación vecinal o el ejercicio de las responsabilidades profesionales. El civismo es la forma habitual de compromiso, comprometerse con su barrio, su ciudad, haciendo pequeños esfuerzos y dedicando parte de nuestras energías para pensar en una ciudad que genere oportunidades de solidaridad y de esperanzas. El civismo acompañado por el humanismo. Como dice el filosofo Agustín Moratalla, no un humanismo cualquiera, sino el propio de una responsabilidad solidaria, aquel en el que un ciudadano se siente solidariamente persona en una comunidad mas amplia, aquel donde la responsabilidad no se deriva en una sacralización escrupulosa de las normas, las leyes o las instituciones, aquel donde la solidaridad no es un ideal vacío y se ofrece como solidez en la fraternidad. No hablamos del humanismo del miedo (el de advertir, limitar, prevenir) hablamos del humanismo de la esperanza, el que anima, estimula, promueve, hablamos del humanismo de la terrenalidad, de la historicidad y de la dignidad. Recordemos que son los estilos de vida los que acaban dotando de significado y valor a los discursos. Lo más difícil es meter la mano a la pasta de la Historia, mantenerse en ella y saber cuando hay que detenerse. (Vida Nueva de Agustín Domingo Moratalla).

 

A MODO DE CONCLUSION:

Con esa nueva Ética y la voluntad del compromiso personal es posible impulsar cambios para definir una estrategia colectiva, nacional de iniciativa ciudadanía para impulsar una opción política sobre nuestro modelo de inserción en la economía y en la sociedad global. La competitividad no debe buscarse a cualquier precio, debemos pensar en el ciudadano del Caribe, con su identidad y sus problemas, sus aspiraciones particulares, y definir la ciudad que permita integrar todas esas expectativas, cohesionando la sociedad detrás un modelo sostenible ambientalmente, porque es preciso proteger la Isla y sus ecosistemas tan diversos, es preciso por lo tanto tener un Ideario como dice el padre Alemán, debemos saber quienes somos, para definir juntos lo que queremos y entre esas cosas, QUE TIPO DE CIUDAD Y DE REGION nos permita alcanzar esas metas, que tomen en cuenta nuestra identidad, nuestra cultura y el futuro de las generaciones próximas.


Datos sobre la autora:

AMPARO CHANTADA (Orán, Argelia, 1945). Doctorada  en Ciencias Humanas, mención Geografía Urbana y Planificación Territorial  por  la Sorbona de Paris I, es  profesora  de la facultad de Arquitectura de la UASD y miembro de la Academia de Ciencias. Obra:   La geografía en Santo Domingo ( 1983), El Canje de deuda por naturaleza (1985), Medio ambiente, modelo de desarrollo y soberanía nacional (1993), Del proceso de urbanización a la planificación urbana de Santo Domingo (1997). Ha ganado  el Premio Nacional de Ensayo en dos ocasiones.