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Nacionalismo cultura, historia y raza: coordenadas del ensayo contemporáneo en el Caribe hispánico

Carmen Centeno Añeses
Universidad de Puerto Rico en Bayamón

 

 

…el texto caribeño es excesivo, denso, uncanny, asimétrico,
entrópico, hermético, pues, a la manera de un zoológico o bestiario
abre sus puertas a dos grandes órdenes de lectura: una de orden secundario,
epistemológica, profana, diurna y referida a Occidente(…)otra de orden principal
teleológica, ritual, nocturna y revertida al propio Caribe…
La isla que se repite, Antonio Benítez Rojo

 

El ensayo contemporáneo del Caribe hispánico constituye un espacio discursivo de reflexión sobre temas tales como el nacionalismo cultural, la identidad, la modernidad, la globalización, el desarrollo, y la interpretación de hechos históricos significativos para la región. Al igual que en otras partes del mundo, la caída de los metarrelatos épicos y totalizantes de lo nacional y el derrumbe de las epistemologías eurocéntricas, legitimadoras del pensamiento colonial en sus diversas variantes, constituyen los ejes que atraviesan el pensamiento de la zona. En ella se ha producido un profundo repensar de su historia a la luz de nuevos cánones formulados en parte por el influjo de las teorías postcoloniales y subalternas, las cuales, según Silvio Torres Saillant en su obra An Intellectual History of the Caribbean, han cobrado un papel protagónico en el pensamiento caribeño, a expensas de las tradiciones intelectuales antillanas que tuvieron auge durante los años 60 y 70. [1] Persiste, además, una escritura derivada de los relatos emancipatorios que nacen de las especificidades del Caribe, y que en ocasiones se ha apropiado de nuevas teorías para enriquecer su discurso.  

 Las discusiones surgidas en torno a los ejes citados se producen tanto en las islas como en sus respectivas diásporas, las cuales constituyen un  fenómeno distinto al de las de los países de América del Sur, como lo ejemplifica la gran cantidad de emigrantes puertorriqueños, dominicanos y cubanos que residen en los Estados Unidos. Los intelectuales radicados mayormente en este país provenientes de Puerto Rico, Cuba y República Dominicana, han sostenido un diálogo con los de las islas sobre la construcción de propuestas alternativas en torno a la identidad nacional, la raza y la exégesis histórica. El surgimiento de lo que se ha llamado una identidad transnacional, la forma más alta de la fantasía nacionalista, dice Ralph Premdas, [2] también ha suscitado nuevas reformulaciones de esta cultura caribeña.

La complejidad de las polémicas, de las relecturas de la historia y de las transformaciones teóricas que ha sufrido el pensamiento del Caribe hispánico en fechas recientes es difícil de resumir en un corto trabajo. Por lo tanto, nos limitaremos a definir los principales lineamientos en torno a los espacios constituidos por el nacionalismo cultural, la raza y la historia en este ámbito geográfico y a los más destacados autores que abordan este disímil género del ensayo.

 

Puerto Rico

 

En Puerto Rico, las polémicas en torno a la modernidad, la globalización, la exégesis del 98 y de la invasión norteamericana, el desarrollo, la hispanofilia, la posmodernidad, lo identitario y lo nacional unen a un grupo de ensayistas puertorriqueños, entre los que destaco a  Carlos Pabón, Rafael Bernabe, Juan Duchesne Winter, Rubén Ríos, Héctor Meléndez, Irma Rivera Nieves,  Carlos Gil, Elizam Escobar y Luis Fernando Coss. El centro sobre el que han gravitado dichas discusiones lo constituyen la identidad y el nacionalismo cultural, llamado por algunos neonacionalismo, los cuales están ligados a los temas de la posmodernidad y al surgimiento de la esfera global. [3] Hablamos, claro está, de un proceso globalizador asimétrico que ha generado la coexistencia de diversas temporalidades y que en el Caribe se revela en la pluralidad de economías existentes, en los movimientos diaspóricos y en la creciente hibridez de patrones culturales que caracteriza a la zona.

Lo cierto es, que tal y como señala el crítico puertorriqueño Luis Felipe Díaz, desde la década del setenta no había surgido en la Isla un debate cultural que respondiera a lo que se puede considerar como el inicio de otra era. [4] Las nuevas posturas críticas, sin embargo, no son tajantemente distintas de las elaboradas por las corrientes marxistas y los estudios obreros. [5]   Estos abordaron lo nacional desde nuevas perspectivas contribuyendo a ampliar sus espacios al insertar a los movimientos periféricos como centro de sus investigaciones. No lo hicieron, sin embargo, desde la deconstruccción de la nación y de la modernidad de forma sistemática, no alejados del todo de la idea de progreso ni de los ideales de la Ilustración.

Otros paradigmas conceptuales surgen con fuerza en la década del 90 cuando se crea la división entre lo que serían los posmos y los puertorriqueñistas en el ámbito universitario, aunque la misma no revela la heterogeneidad existente entre ambos grupos ni los puntos de encuentro entre el pensamiento de unos y otros. Algunos de los primeros, aunados en torno a las revistas Bordes y Postdata, contribuyeron a difundir el pensamiento de intelectuales postcoloniales como Hommi Bhabha y contestatarios norteamericanos como Stanley Aronowitz. La revista Bordes hacía crítica del capitalismo a la vez que en sus artículos se reflexionaba  sobre el nacionalismo y la modernidad partiendo fundamentalmente de lecturas de teóricos europeos, como las de Vattimo, Gellner y Derrida. En sus trabajos los integrantes de este sector universitario hicieron críticas al marxismo, resaltaron la hibridez, destacaron la cultura cibernética, criticaron a la izquierda y al neonacionalismo, defendieron la noción de posmodernidad y también aplicaron los estudios sobre el poder realizados por Michel Foucault en el análisis de la educación, del fascismo y de la estructuración del estado y sus políticas culturales. [6] En este contexto es que se insertan las diversas críticas al nacionalismo cultural de este grupo, del cual Carlos Pabón es uno de sus más destacados teóricos. Este le  interpreta como reflejo de los juegos de control que sostiene la lógica del  mercado con el nacionalismo. Apoyándose en Néstor García Canclini, uno de los pensadores más citados en América Latina y quien estudia las relaciones de identidad y mercado, Pabón se cuestiona qué somos luego de que las marcas y los objetos nos han convertido en consumidores homogéneos en diversas partes del planeta, “creando territorios supranacionales en donde se borran las fronteras entre “ellos” y “nosotros”, como expresa Santiago Castro Gómez al referirse al impacto de los medios de comunicación global en las culturas. [7]

A  los impugnadores del nacionalismo cultural y del neonacionalismo pertenecen  el ya nombrado Pabón, Irma Rivera, Carlos Gil, Rubén Ríos y Juan Duchesne Winter. Uno de los cuestionamientos implícitos en sus ensayos ha sido, además,  el de la función del intelectual épico o de vanguardia que surge ante la crisis de la representación. El siglo XX occidental vio una atenuación, como señala Beatriz Sarlo, del intelectual clásico, el “de la voz universal que toma partido”. [8] La concepción misma de lo qué es un intelectual les lleva en términos generales a relegar o colocar en segundo plano lo relativo a política pública, con la excepción de Irma Rivera Nieves, quien en varias ocasiones ha abordado de forma pragmática el tema de la educación, o de Carlos Gil y sus análisis sobre la política cultural vigente en la Isla. Entre sus más importantes publicaciones se encuentran Polifonía salvaje, editado por Irma Rivera Nieves; [9] Nación Postmortem de Carlos Pabón; [10] Ciudadano insano de Juan Duchesne Winter; [11] El orden del tiempo de Carlos Gil [12] y La raza cómica de Rubén Ríos. [13]

El grupo llamado nacionalista o puertorriqueñista ha criticado el lado más oscuro de la modernidad, como diría Walter Mignolo, resaltando su espíritu eurocéntrico y colonizador. Ha desmantelado el régimen colonial de forma más directa defendiendo un nacionalismo heredero de Franz Fanon, ha sido partícipe del nacionalismo cultural, al que conciben como artefacto de poder, aun reconociendo los juegos del mercado; y ha destacado lo que Aníbal Quijano denominara “la colonialidad del saber”. También ha cuestionado de diversas formas el discurso del desarrollo entendido de forma occidentalista, al igual que ha asumido posturas contestatarias frente a las políticas sobre la lengua que violan los derechos humanos y defendido los archivos como centrales en la recuperación de la memoria colectiva, especialmente los del 98, fecha emblemática para la Isla debido a que en ella se convirtió en colonia de Estados Unidos. Sus prácticas discursivas han estado permeadas de un afán por someter propuestas concretas en torno a los problemas sociales de Puerto Rico, por lo que demuestran el influjo no sólo de Foucault sino de las ciencias sociales y sus saberes. Su noción de lo que es un intelectual definitivamente les aúna, ya que éste grupo privilegia en gran medida al intelectual orgánico. Por eso Rafael Bernabe, en su publicación Manual para organizar velorios, [14]  escrito en respuesta a Carlos Pabón, se sitúa desde un marxismo crítico y distingue la diferencia entre un nacionalismo imperialista y uno antiimperialista. Otros miembros de este sector intelectual son  Luis Fernando Coss, autor de La nación en la orilla; [15]   Elizam Escobar con su libro Los ensayos del artificiero [16] y Héctor Meléndez con la obra La identidad ausente. [17]

No obstante las diferencias, existen zonas de coincidencia entre ambos bandos, tales como la crítica al concepto de desarrollo, al estado, al propio nacionalismo cultural y a la noción esencialista de la nación, lo que ha ampliado el espectro de la puertorriqueñidad, otorgada anteriormente sólo a los hispanohablantes de la Isla.

Varios autores de la diáspora también han aportado a la discusión de lo nacional, entre los que destaco a Frances Aparicio y a  Juan Flores. Aparicio ha denunciado el despojo colonial del español y Flores ha acentuado el efecto desencializador y desterritorializador de la emigración. Lo que subyace en esta ensayística y en las polémicas suscitadas sobre el nacionalismo es también las posturas políticas asumidas por  sus autores, que los llevan a favorecer determinadas interpretaciones de la memoria histórica de este Commonwealth que es Puerto Rico para unos, colonia de los Estados Unidos para otros.

 

República Dominicana

 

En República Dominicana un grupo de ensayistas trabaja en la deconstrucción de los íconos tradicionales de la identidad heredados del pensamiento imperial eurocéntrico/colonizador que incidió en las élites criollas, así como en el análisis de la ideología trujillista, cuyos expositores se apropiaron de dicho imaginario.  Las discusiones sobre la historia en el ensayo de esta antilla giran en torno al antihaitianismo, la hispanofilia, el nacionalismo esencialista y el racismo, elementos que han sido centrales para una buena parte del género desde el siglo XIX y que continúan siéndolo desde nuevas perspectivas y reconceptualizaciones.

Andrés Mateo, Odalis G. Pérez, Miguel Pimentel, Néstor Rodríguez, Silvio Torres Saillant y Miguel de Mena abordan los temas del blanqueamiento de la sociedad dominicana y de la genealogía nacional, que ha venido a plantearse de manera más abierta a partir de los años setenta. [18] Estos concuerdan en que el antihaitianismo fue uno de los pilares de la ideología nacionalista y del trujillismo. Su origen se remonta a los inicios del siglo XIX como fruto de las diversas incursiones bélicas de Haití a República Dominicana y de la invasión de la antigua Saint Domingue a la otra parte de la isla durante los años 1821 al 1844.  Por ese motivo, el discurso desarrollado por los intelectuales dominicanos que combatían el poder haitiano derivó en uno racista, excluyente del otro, más negro en su formación, aunque conviviera con él debido a las diversas migraciones haitianas a la Isla. [19] Como consecuencia de la conflictiva relación entre ambos países y su frontera, surgió una retórica defensora de una nacionalidad blanca, católica e hispanófila, en oposición a la cultura haitiana, que hizo crecer la visión indigenista que sustentaron autores como Manuel de Jesús Galván en su clásica obra Enriquillo. Según apunta el historiador puertorriqueño Pedro San Miguel, a raíz de los conflictos con los haitianos, se estableció una dicotomía entre los habitantes de las dos naciones, “en prácticamente todos los niveles de la sociedad: al vodú haitiano se opuso el catolicismo; ante el creole hablado en la parte occidental, se levantó el idioma español de la parte oriental; a la negrura haitiana se opuso el mulatismo y la blancura dominicana”. [20] La recuperación del territorio fue vista como una épica similar a la de la reconquista española, inscrita en una visión castellanófila de la historia, noción que tomo de Inman Fox en La invención de España. [21] Se produjo así un discurso etnocéntrico que ignoraba la realidad de “la imprecisión de los grupos raciales en el Caribe”, [22] en concordancia con las taxonomías sobre la raza elaboradas por el positivismo. Con ello la modernidad periférica se adueñaba de los mitos e íconos culturales de la metrópoli.

“La hispanidad se convirtió en un mito gigantesco, que convivía en la cotidianidad de la mentira institucional de la dictadura”, afirma el escritor Andrés Mateo en su libro de ensayos Al filo de la dominicanidad (1996), [23] al referirse al discurso prevaleciente en la era republicana. Este observa que varios elementos configuran la invención de lo dominicano:

“Primogénita de las Provincias ultramarinas de España (…) Raíz de la hispanidad en el Continente Americano (…) Primer asiento de europeos en las tierras recién conquistadas (…) Primer solar americano en que se cantó la Santa Misa Católica (…) Asiento glorioso de la primera catedral americana (…) Faro del saber en que se fundó la primera Universidad del nuevo mundo (…) Primer cabildo americano (…) [24]

 

El autor alude a los hechos que otorgaron un papel seminal a la Isla durante la colonización y como estos se convirtieron en elementos fundadores de lo nacional, de sus relatos épicos y de su historiografía.

Este importante escritor también ha resaltado el interés que tiene el aspecto sexual en la conformación de la dictadura y su imaginario. Mateo señala que “La manipulación sexual de la figura varonil de Trujillo, y su papel en la construcción del mito, no ha sido estudiado en absoluto, aunque desde el principio los publicistas del proyecto tejieron una leyenda ambigua sobre la figura del “macho”, que le atribuía a su influencia sobre las masas un contenido sexual”. [25] Coincide de esta forma con Miguel Pimentel, quien en su libro Poder y política en la era de Trujillo (1995) destaca que el dictador “se concebía a sí mismo como el Padre de la Patria y el “macho nacional” que tenía a su disposición a toda mujer”. [26] Partiendo de La voluntad del saber de Michel Foucault, Pimentel analiza la  relación entre lo erótico, la nación y la figura del dictador que encierra a la familia en una sola versión, la heterosexual, rasgo común de los regímenes totalitarios, declara. En el álbum de lo nacional dominicano se inscribió lo que Nelly Richard denomina “la sublimación viril del mando”.

En unión a esta visión patriarcal, el etnocentrismo atravesó tanto la obra pública de Trujillo como las prácticas discursivas de Joaquín Balaguer. “Haití ha dejado de constituir para Santo Domingo un peligro por razones de orden político. Pero el imperialismo haitiano continúa siendo una amenaza para nuestro país, en mayor grado que antes, por razones de carácter biológico”, declaró en La isla al revés: Haití y el destino dominicano, [27] obra publicada en el año1983, justificando el nacionalismo excluyente del dictador. “Toda la filosofía de la historia de que se acompañó para su legitimación la “Era de Trujillo”, enarbolaba el nacionalismo, y clasificó en gestas concretas (…) una cierta ética del poder que lo presuponía”, destacó Andrés Mateo [28] . Arturo Peña Batlle, el más importante intelectual orgánico del régimen después de Balaguer, por ejemplo, alabó el dominicanismo en la gesta gubernamental de Trujillo al hablar de la deuda externa. [29] El historiador Roberto Cassá ha validado las distintas gestiones que desde esta postura realizó el dictador, aunque no con interés de rendirle tributo sino de definir su dominio como paternalista. [30]

Los archivos históricos de la nación, las memorias y lo identitario se nutren de estos ejes: antihaitianismo, hispanofilia y racismo, concuerda Néstor Rodríguez, escritor de la diáspora,  en su obra La isla y su envés (2003), título que parafrasea el nombrado texto de Balaguer y en el que nos recuerda que éste no fue sólo intelectual, sino hombre de acción que validó la matanza de haitianos de 1937. Basándose en escritos de Jacques Derrida, Hommi Bhabha y Etienne Balibar, éste asevera que la ciudad trujillista está desierta, pues sus arcontes están “incapacitados para dominar como antes el debate en torno a la identidad dominicana”. [31] Ya es imposible sostener la celebración de un mestizaje entre el elemento ibérico y el indígena, excluyente del africano, como el que se aprecia en la retórica empleada en la poesía “Anacaona” de Salomé Ureña, poeta fundadora de lo nacional, afirma adscribiéndose al análisis de Doris Sommer en su libro Ficciones fundacionales.

Silvio Torres Saillant, defensor de una epistemología caribeña opuesta a los discursos eurocentristas, y sostenida en las figuras de Franz Fanon, José Martí y Fernández Retamar, entre otros teóricos de la zona,  critica el discurso de Manuel Núnez expuesto en el libro El ocaso de la nación dominicana. [32] Reconocido intelectual de la diáspora radicada en los Estados Unidos,  ataca severamente estas posiciones que entiende valida Núñez y coincide con la postura de Odalis Pérez, autor residente en la Isla, quien en su libro La ideología rota también hace un extenso análisis de esta obra. [33] Torres Saillant denomina vandalismo epistemológico al pensamiento elaborado por Balaguer y sus seguidores intelectuales. “El trujillato”, dice nos puso a todos a creer que descendíamos directamente de los conquistadores aunque la evidencia de la piel nos vinculara a los esclavos” [34] .

Lo racial, como vemos, conforma el factor más importante de la discusión de estos ensayistas en torno a la historia, la gesta de Trujillo y el nacionalismo. Se intersecta, además, con la masculinidad, es decir, con el género, con el sexismo, que es la más difícil de desarraigar de todas las formas del esencialismo, asevera el sociólogo francés Pierre Bordieu en su trabajo sobre la dominación masculina. [35]

 

Cuba

 

El estudio del ensayo cubano contemporáneo, por otra parte, representa un desafío debido a la  limitada circulación de los libros de Cuba fuera de su ámbito geográfico. No todas las antologías de la reciente creación ensayística se encuentran al alcance y destaco la del exilado Iván de la Nuez Cuba y el día después, y la de Vivir y pensar en Cuba , publicada en la Isla. La antología titulada Ensayo cubano del siglo XX, del año 2002, [36] cuya selección, prólogo y notas fueron hechos por Rafael Hernández y Rafael Rojas,- el primero director de la Revista Temas de Cuba y el segundo, escritor radicado en México y crítico de las políticas de la revolución-, ha tenido, sin embargo, una gran difusión. Otra dificultad la constituye el hecho de que el tipo de ensayo que analiza lo nacional, la historia, la globalización y sus efectos sobre la cultura cubana, y que cumple una función semejante a la de los ensayos de los autores hispanoamericanos de fines de siglo XIX que tenían que interpretar “las fluctuantes realidades del continente”, [37] no es el privilegiado en las publicaciones de la Isla. En la antología de Hernández y Rojas la mayor parte de los trabajos pertenecen a la interpretación literaria y artística, aunque, por supuesto, se tocan en ellos nociones fundamentales de la exégesis de lo nacional y de la inserción de éste en lo global, como lo hacen Margarita Mateo Palmer en su trabajo “Literatura latinoamericana y posmodernismo: una visión cubana” y el curador de arte Gerardo Mosquera en “Sobre arte, globalización y cultura”.

Espacios críticos y de debate frontal sobre la historia y lo nacional pueden encontrarse en Internet, lugar al que han acudido intelectuales socialistas que reescriben la historia de la revolución y sus memorias desde el análisis de lo que se conoce como el quinquenio gris. Dos importantes lugares de la Red nos revelan el rostro de ese camaleónico género llamado ensayo: la página del Centro Criterios dirigida por Desiderio Navarro y la de Consenso (Desde Cuba). En ambas se recopilan los ensayos motivados por la reciente revisión de la era de imposición de un realismo social y de persecución a los homosexuales que demarcó a todo un periodo de la vida cultural y literaria del país. Ese desplazamiento del género al ciberespacio no debe minimizar al ensayo, sino que el hecho apunta a la búsqueda de espacios no canónicos y a la ampliación del público lector. Recordemos que gran parte de la obra de José Martí fue publicada en diarios, incluyendo a su todavía vigente ensayo “Nuestra América”.

La versión electrónica de Criterios recoge las ponencias presentadas en el ciclo “La política cultural del periodo revolucionario: Memoria y reflexión”, que surgió debido a la entrevista por la televisión el 7 de enero del 2007 a uno de los artífices de la política del quinquenio gris, hecho que alzó las voces de diversos sectores de la intelectualidad cubana que recordaban los años del caso de Heberto Padilla, del Congreso de Intelectuales y Artistas, y de las Palabras a los intelectuales de Fidel Castro. La era del pavonato, llamada así por el entrevistado Luis Pavón, quien fungió como presidente del Consejo Nacional de Cultura Cubana del 1971 al 1975, fue criticada duramente por escritores socialistas que han brindado su apoyo a la Revolución, pero que han criticado la restricción de libertad en las artes y  la preeminencia del pensamiento socialista definido según los moldes soviéticos. Nos enfrentamos entonces a un ensayo de emergencia, cuya finalidad es la de incidir en la esfera pública de forma inmediata. [38]

El propio Desiderio Navarro, quien declara la orientación marxista del Centro Criterios, fundado con el propósito de contribuir a la teoría cultural de la Isla, clasifica a las políticas intelectuales de este periodo como oscurantistas. Ya en un ensayo incluido en la antología de Hernández y Rojas, “In media res publicas. Sobre los intelectuales y la crítica social en la esfera pública cubana”, había trazado los avatares del intelectual cubano a lo largo del periodo revolucionario y señalado las dificultades de un ensayo que abordara temas no estrictamente culturales. [39] En su introducción al ciclo “La política cultural del periodo revolucionario: Memoria y reflexión” declara:

¿No ir contra la Revolución implica silenciar los males sociales que sobreviven del pasado prerrevolucionario o los que nacen de las decisiones políticas erróneas y los problemas no resueltos del presente y el pasado revolucionarios? ¿Ir a favor de la Revolución no implica revelar, criticar y combatir públicamente esos males y errores? [40]

 

El destacado crítico literario Ambrosio Fornet advierte en su ensayo “El quinquenio gris: revisitando el término”, que junto con la validez histórica del proyecto nacional la unidad es lo único que concede superioridad frente a los enemigos,  pero que no debe olvidarse que el país es una plaza permanentemente sitiada donde tampoco puede echarse al olvido “que los pactos de silencio suelen ser sumamente riesgosos, porque crean un clima de inmovilidad, un simulacro de unanimidad”. [41] Fernando Martínez Heredia, premio nacional de Ciencias Sociales del 2006, presenta al quinquenio gris, en su ensayo “Pensamiento social y política de la Revolución”, como una segunda etapa de su historia en la que las relaciones con la Unión Soviética dieron auge a teorías socialistas todavía vinculadas al positivismo y en gran medida a una versión autoritaria y dogmática del marxismo. Dos corrientes del socialismo coexistían en la Isla: una atada a las conceptualizaciones del mundo soviético, fundamentada en el marxismo-leninismo, y otra enraizada en las luchas de liberación nacional, es decir las criollas, y que utilizaba el marxismo de “forma independiente”. [42] Para Martínez Heredia en el corpus teórico de origen soviético se asumían creencias eurocéntricas. Tal vez es por esta dicotomía existente que en  el ensayo Calibán de Fernández Retamar, publicado en 1971, éste convocó a construir un socialismo con rasgos identitarios latinoamericanos.

Otros prominentes intelectuales, entre los que destaco a Leonardo Padura y Víctor Fowler, han expuesto sus posturas por medio de ensayos que han sido publicados en el espacio cibernético llamado Consenso (desde Cuba). Para Padura, uno de los escritores cubanos de mayor fama internacional, “la valoración crítica de los errores cometidos en la aplicación de la política cultural socialista está sobre la mesa”. [43]  Para Fowler lo principal en la discusión es dilucidar “si el período, (…) fue el resultado de la enunciación y puesta en práctica de políticas enunciadas por un hombre (archiresponsable) o si (…) se trató más bien de la puesta en práctica de una política de Estado, de un proyecto de Nación e ingeniería humana propio del contexto de la Guerra Fría”. [44]

La idea de lo nacional formulada desde una línea de pensamiento que proviene de las luchas emancipatorias del Caribe y de Latinoamérica, marca a estos ensayos concebidos desde la premura del compromiso social con la libertad del campo intelectual y con una forma de entender la historia de la revolución. No queremos pasar por alto que el interés por la reelaboración de la historia se produce en otros textos cubanos mediante el abordaje de temas relacionados con lo nacional como la religiosidad africana y la diáspora. Ejemplos de ello son la publicación Culturas encontradas: Cuba y los Estados Unidos, del Centro Juan Marinello y los ensayos de Roberto Zurbano y Víctor Fowler sobre el componente racial de la nacionalidad cubana.

 

Conclusión

 

El pensamiento de las ciudades letradas del Caribe hispánico, no empece la diversidad política de sus respectivos países, tiene en común el que una significativa parte de sus miembros trabaja en el desmantelamiento de las epistemologías que validaban la noción esencialista de lo nacional y de lo identitario, particularmente ancladas en remanentes eurocéntricos de la cultura y de la historia. Esta es una de las razones de su densidad teórica.

En República Dominicana lo racial es uno de los elementos más resaltados en la ensayística que gira en torno a la historia, la relación con Haití, la gesta de Trujillo y el nacionalismo, pues ésta busca contribuir a alterar las jerarquías sociales establecidas por nociones racistas de la cultura y  que se recogen en el código simbólico de lo identitario. También persigue incidir en aspectos pragmáticos, tales como las políticas en torno a las relaciones con el nutrido grupo de haitianos que vive en la isla.

En Puerto Rico, aunque el ensayo es un campo escindido en diversas tradiciones intelectuales, el nacionalismo cultural es una de las fuerzas centrípetas del debate que está muy vinculado, además, al tema de la identidad, de gran relieve en América Latina. La nación heterogénea y plural parece ser la noción propuesta por los socialistas cubanos que criticaron el nefasto periodo llamado quinquenio gris, y que de cierta manera abordaron lo erótico y lo nacional al ampliar los espacios sociales en su defensa tanto de la diversidad de criterios artísticos como del respeto a los homosexuales.

Los factores sociales y geohistóricos, como señala Claudio Maíz sobre la ensayística latinoamericana, son los que articulan los textos estudiados. Con ellos el ensayo del Caribe hispánico, lugar de sincretismos insospechados, demuestra la existencia de una caribeñidad crítica y gestora de sus propios saberes, que en su largo camino ha ido abriendo las puertas a otra invención de lo caribeño y a nuevas reeescrituras de su historia.

 

 

 



[1] Silvio Torres Saillant. An Intellectual History of the Caribbean. PALGRAVE/MacMillan, USA, 2006, p. 43.

[2] Ralph Premdas. “Ethnic Conflict and Levels of Identity in the Caribbean: Deconstructing a Myth”. En: Ethnicity, Race and Nationality in the Caribbean. Juan Manuel Carrión, editor. Institute of Caribbean Studies, University of Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico, 1997, p. 34.

[3] Francisco Vivoni Gallart. Postmodernidad, globalización e identidad nacional en Puerto Rico. En: Luis Felipe Díaz y Marc Zimmerman, editores. Postmodernidad, globalización e identidad nacional en Puerto Rico. Estudios culturales puertorriqueños Ediciones LACASA Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico, 2001, p. 71. Este trabajo recoge las principales disputas que se dieron en los noventa. No obstante, el interés primordial del autor no es solo historiar, sino que toma toma partido con uno de los bandos.

[4] Luis Felipe Díaz y Marc Zimmerman, editores. Postmodernidad, globalización e identidad nacional en Puerto Rico. Estudios culturales puertorriqueños.  Ediciones LACASA Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico, 2001, p. 9.

[5] Ibid., p. 8. Díaz reconoce este hecho principalmente para los autores de Bordes y su núcleo. Sin embargo, estos estudios tuvieron un mayor alcance, ya que contribuyeron a debates intensos y a toda una producción elaborada a partir de la inserción de la marginalidad en la academia mediante los estudios obreros. Estos textos, específicamente,  ampliaron los espacios de la interpretación cultural, como puede verse no sólo en el libro de Juan Flores Insularismo e ideología burguesa sino en debates publicados en el periódico Claridad y en la crítica literaria de Juan Gelpí, el propio Luis Felipe Díaz y el escritor Edgardo Rodríguez Juliá. Ángel Quintero Rivera fue el más prolífico estudioso de lo obrero y tal vez el más citado.

[6] Puede verse el trabajo de Carlos Gil “Subjetividad nacional y dispositivo cultural de Estado: la modernización cultural de Puerto Rico”. En: El orden del tiempo. Editorial Postdata, 1994, pp. 151-187.

[7] Santiago Castro Gómez. “La translocalización discursiva de Latinoamérica en tiempos de globalización”. En: Teorías sin disciplina. México, Porrúa, 1998,  p. 7.

[8] Beatriz Sarlo. Tiempo presente. Notas sobre el cambio de una cultura. Siglo Veintiuno Editores, 2001, p. 202.   

[9] Irma Rivera Nieves, editora. Polifonía salvaje: ensayos de cultura y política en la postmodernidad. Editorial Postdata, San Juan, Puerto Rico, 1995.

[10] Carlos Pabón. Nación Postmortem. Ensayos sobre los tiempos de insoportable ambigüedad. Ediciones Callejón, San Juan, Puerto Rico, 2002.

[11] Juan Duchesne Winter. Ciudadano insano. Ensayos bestiales sobre cultura y literatura. Ediciones Callejón, San Juan, Puerto Rico, 2001.

[12] Carlos Gil. El orden del tiempo. Editorial Postdata, San Juan, Puerto Rico, 1994.

[13] Rubén Ríos. La raza cómica del sujeto en Puerto Rico. Ediciones Callejón, San Juan, Puerto Rico,  2002.

[14] Rafael Bernabe. Manual para organizar velorios.(Notas sobre la muerte de la nación). Ediciones Huracán, San Juan, Puerto Rico, 2003.

[15] Luis Fernando Coss. La nación en la orilla. Punto de Encuentro, San Juan, Puerto Rico, 1996.

[16] Elizam Escobar. Los ensayos del artificiero: más allá de lo político directo y el post-modernismo (1983-1993). Editorial Isla Negra, San Juan, Puerto Rico, 1999.

[17] Héctor Meléndez. La identidad ausente. Ediciones La Sierra, Río Piedras, Puerto Rico, 1996.

[18] Antonio Benítez Rojo. La isla que se repite. Editorial Casiopea, USA, 1998, p. 70. Puede verse a Fanklin Franco Pichardo Los negros, los mulatos y la nación dominicana. Editora Nacional, Santo Domingo, 1970 y a Meindert Fennema. La construcción de raza y nación en la República Dominicana. Editora Universitaria, Santo Domingo, 1987.

[19] Carlos Doré Cabral, en su trabajo “Migración, raza y etnia al interior de la periferia” (Ciencia y Sociedad, volumen XX, números 3 y 4, julio-septiembre 1995, p. 237.), revela que en el 1995 había unos 500,000 haitianos y dominicanos de origen haitiano en la República Dominicana, país cuya población es de sólo de 7 millones de habitantes” y que la situación de trabajo de esa minoría fue clasificada como de esclavitud por la Organización Mundial del Trabajo.

[20] Pedro San Miguel. La isla imaginada: Historia, identidad y utopía en La Española. Isla Negra Editores, San Juan- Santo Domingo, 1997, p. 67.

[21] Inman Fox. La invención de España. Cátedra, Madrid, 1997.

[22]   Merwyn C. Alleyne. Race and Ethnicity in the Caribbean and the World. University of the West Indies Press, Barbados/Jamaica/Trinidad and Tobago, 2005, p. 7.

[23] Andrés Mateo.   Al filo de la dominicanidad. Editora de Colores, Santo Domingo, 1996,  p. 38.

[24] Ibid.,  p. 29.

[25] Ibid., p. 150.

[26] Miguel Pimentel. Poder y política en la era de Trujillo. (Filosofía y política) (1930-1961) Vol. I. Imprenta AMIAMA, Santo Domingo, República Dominicana, 1995, p. 84.

[27] Joaquín Balaguer. La isla al revés: Haití y el destino dominicano. Librería Dominicana, S. A., Santo Domingo, República Dominicana, 1983, p. 35.

[28] Andrés Mateo, op. cit.,  p. 79.

[29] Manuel Arturo Peña Batlle. “Patria Nueva”. Tomado de la página de Internet Cielo Naranja. (http://www.cielonaranja.com)

[30] Roberto  Cassá. Historia social y económica de la República Dominicana. Tomo 2. República Dominicana, 1982,  pp. 259-260. Este historiador señala que hubo excedentes en la  batata, el plátano, etc.; también repartos de tierras en zonas apartadas y que éste fue un estado paternalista y proteccionista.

[31] Néstor Rodríguez. La Isla y su envés. Prólogo de Pedro Cabiya. Editorial Instituto de Cultura Puertorriqueña,  San Juan, Puerto Rico, 2003, p. 7.

[32] Manuel Núñez. El ocaso de la nación dominicana. Editorial Alfa y Omega, Santo Domingo, República Dominicana, 1990.

[33] Odalis G. Pérez. La ideología rota. El derrumbe del pensamiento pseudonacionalista dominicano. Centro de Información Afroamericano, República Dominicana, 2002.

[34] Silvio Torres Saillant. El tigueraje intelectual. Centro de Información Afroamericano, Santo Domingo, República Dominicana, p. 31.

[35] Pierre Bourdieu. La dominación masculina, Anagrama, España, 2000, pp. 11-12.

[36] Ensayo cubano del siglo XX. Selección, prólogo y notas de Rafael Hernández y Rafael Rojas. Fondo de Cultura Económica, México, 2002.

[37] Claudio Maíz. El ensayo: entre género y discurso. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina, 2004.  p. 116.

[38] Las ponencias han sido publicadas en la página virtual del Centro Criterios (http://www.criterios.es)

[39] Desiderio Navarro. “In media res publicas. Sobre los intelectuales y la crítica social en la esfera pública cubana”. En: Ensayo cubano del siglo XX. Selección, prólogo y notas de Rafael Hernández y Rafael Rojas. Fondo de Cultura Económica, México, 2002,  p. 698.

[40] Desiderio Navarro. Introducción al Ciclo “La política cultural del periodo revolucionario: memoria y reflexión”, p. 5. http://www.criterios.es/cicloquinqueniogris.htm)

[41] Ambrosio Fornet. “El quinquenio gris: revisitando el término”, p.2. (http://www.criterios.es/cicloquinqueniogris.htm)

[42] Fernando Martínez Heredia. “Pensamiento social y político de la Revolución”, pp. 10-11. (http://www.criterios.es/cicloquinqueniogris.htm)

[43] Leonardo Padura. “La memoria y el olvido”. Revista digital Consenso (http://www.desdecuba.com/polemica/index.shtml)

[44] Víctor Fowler. “Pavonato, uno de los nombres del autoritarismo”. Revista digital Consenso (http://www.desdecuba.com/polemica/index.shtml)

 

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