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SIN SOMBRA DE DIOS

Soraya Carrón Vicioso

 

Había un horizonte de techos candentes. Un calor arrasador.  Unas ráfagas olorosas que buscaban respiro.  Abejones y moscas que vagaban  enloquecidos.  Y un silencio que partia el alma, sobretodo para un habitante del Caribe.   
“Quítate del sol que se te queman los cabellos”.
 Flor se volteo mientras imaginaba sus cabellos achicharrados. Años de tratamientos al olvido.
“Tus cabellos son el marco de tu cara”- insistió Beatriz. Una filosofía de vida que asumía sentido solo en el trópico.  Fijo su hermana con una mueca de cariño. Beatriz nunca cambiaría, la frivolidad hecha profesión. En los momentos mas disparatados  mezclaba su elegancia de revista Hola, con  ademanes de  marchanta. Decidió contentarla y pararse bajo la sombrilla ardiente.
Rubí, su hermana mayor, la acogió con la ternura que se ofrece a los desamparados.  Todo en ella era equilibrio, calma. Cuantas vez hubiera deseado tenerla a su lado mientras andaba perdida por otros mundos. “Siéntate tranquila y cuéntame de tu vida.” 
Flor no estaba en eso. Después de años de interrogatorios maternos le costaba mucho deshojar su vida. Pero comprendía las razones de Rubí;  allí estaban,  juntas después de tanto tiempo. Como bajo el flamboyan del jardín. Solo que allí del flamboyan no había ni la sombra. Aun así Flor driblò la pregunta,  que se perdió entre  arbustos y  ramos de flores.
“Tú si eres mala”, Beatriz trató de acomodar las piernas. Empresa imposible, la losa no daba para tantas rodillas y tacos. “Con la vida social que llevas podrías contarnos algunos chismes .”
“Y falta que nos hace” interrumpió Rubí molesta, aclarar el misterio de la desaparición de las  arrugas o  la profundidad del escote de un vestido prestado. Para eso está tu suplemento preferido. Tu no te desmientes. Con todos sus viajes tendrá algo mejor que contar.”  Beatriz  alzó los abrazos. La sombrilla  absorbió el golpe y rompió el delicado equilibrio de la sombra. “Tendré que conformarme con los números atrasados que guarda la cocinera. A propósito, los pasteles en hoja que hizo el sábado le quedaron divinos! “
“El secreto está en los guineitos verdes, que son más suaves que los plátanos.” replicó Flor, acogiendo feliz el giro de la conversación. Estuve leyendo en Internet que los guineos se están extinguiendo; menos mal que los marchantes no andan navegando”
“Claro si marchan no navegan “.
“Pero Beatriz, tu confirmas la teoría que el sol  puede cocinar los sesos. Vamos Rubí antes que se extingan  los nuestros.”

 

 

“La próxima vez venimos más temprano”.
“Nada de pasar antes por el salón.”
“De todos  modos aquí no abren antes de las nueve.”
“Así  podríamos resolver lo de la sombra y obviar a la sombrilla.”
“Si, porque con lo gorda que estas no cabemos.”
“Lo mejor seria sembrar un flamboyan. “
“En vez de un flamboyan porque no construimos un mausoleo?”
“Tienes confundida la Botanica con Arquitectura?”
“Bueno, per allí cabríamos todas.”
“Si es un asunto demográfico, igual en cuatro no cabemos.”
“Solo tres.  Flor volara en cenizas sobre el Río Ozama. “
“Pero de donde le salió eso?”
“No importa, así nos resuelve el problema del espacio”.
“Pero a  mami  le gustaban las flores,  los pajaritos, que le pones al mausoleo, esencia de natura?”
“El flamboyan se lo ponemos al lado.”
“Y los apellidos arriba, que es lo que a ti mas te encanta”.
“Quizás Flor contemplaría cambiar programa, claro siempre en cenizas”
“No me parece tipo de urna, pero tú serias capaz de convencerla”.
“Si, como aquella vez con el vestido para año nuevo”.
“No te rìas mucho, dijo que lo tiene guardado para el día de tu boda”.
“Con la fauna que hay, se le caerá antes a pedazos”.
Flor observó sus hermanas conversar.  La misma escena. Tantos domingos. Cuando tenían  tiempo hasta para aburrirse. Había olvidado cuanto se divertían inventando excesos.  Tendría que escribir un cuento sobre esto. Describiría tres hermanas, en un cementerio, bajo una sombrilla , sentadas sobre una tumba y  contándose quizás cuales misterios.  Debería tomar apuntes, antes que las ideas se volatisen. Un coro perentorio la disuadió.
“Acelera  que estamos retrasadas”.
“Nos vamos así, sin un adiòs?”
“Cómo, no lo sabes?”
“No es posible, tú deberías saberlo”
“Bueno pero  ella viaja mucho”
“Eso no tiene nada que ver”
“Depende”
“Pero que es lo que no sé?”
“Que mami aquí no se queda”


Enero  2003